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Recuerdo de los mártires por causa del Evangelio
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Lunes 14 de abril

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Recuerdo de los mártires por causa del Evangelio


Lectura de la Palabra de Dios

Gloria a ti, oh Señor, sea gloria a ti

Este es el Evangelio de los pobres,
la liberación de los prisioneros,
la vista de los ciegos,
la libertad de los oprimidos.

Gloria a ti, oh Señor, sea gloria a ti

Juan 12,1-11

Seis días antes de la Pascua, Jesús se fue a Betania, donde estaba Lázaro, a quien Jesús había resucitado de entre los muertos. Le dieron allí una cena. Marta servía y Lázaro era uno de los que estaban con él a la mesa. Entonces María, tomando una libra de perfume de nardo puro, muy caro, ungió los pies de Jesús y los secó con sus cabellos. Y la casa se llenó del olor del perfume. Dice Judas Iscariote, uno de los discípulos, el que lo había de entregar: «¿Por qué no se ha vendido este perfume por trescientos denarios y se ha dado a los pobres?» Pero no decía esto porque le preocuparan los pobres, sino porque era ladrón, y como tenía la bolsa, se llevaba lo que echaban en ella. Jesús dijo: «Déjala, que lo guarde para el día de mi sepultura. Porque pobres siempre tendréis con vosotros; pero a mí no siempre tendréis.» Gran número de judíos supieron que Jesús estaba allí y fueron, no sólo por Jesús, sino también por ver a Lázaro, a quien había resucitado de entre los muertos. Los sumos sacerdotes decidieron dar muerte también a Lázaro, porque a causa de él muchos judíos se les iban y creían en Jesús.

 

Gloria a ti, oh Señor, sea gloria a ti

El Hijo del hombre,
ha venido a servir,
quien quiera ser grande
se haga siervo de todos.

Gloria a ti, oh Señor, sea gloria a ti

Con el Domingo de Ramos hemos entrado en la Semana Santa. El Evangelio de Juan abre el relato de la Pasión de Jesús con la narración de la cena en Betania, en casa de Marta, María y Lázaro: una familia muy querida por Jesús. En estos días de lucha dura con los fariseos y los sacerdotes, la casa de aquellos amigos se había convertido para él en un lugar de descanso y sosiego. Quedaban ya seis días para la Pascua, como para nosotros, y Jesús cenaba de nuevo con ellos. También estaba Lázaro, a quien Jesús había devuelto la vida hacía poco. En un cierto momento de la cena María se levanta, se acerca a Jesús, se arrodilla a sus pies rociándolos con el ungüento y luego los seca con los cabellos. La casa está llena de perfume. El gesto puede ser un signo de gratitud cariñosa por el don de la vida que le hizo al hermano. Es un gesto de amor lleno de gratuidad y, de hecho, María no calcula en absoluto el posible "despilfarro". Para ella cuenta el amor por aquel profeta que le había donado de nuevo a su hermano y que amaba su casa con tanta ternura. Judas no piensa de igual modo. Para él, aquel gesto tan lleno de amor es en verdad un despilfarro inútil: “Por qué, dijo en voz alta, no se ha vendido este perfume por trescientos denarios y se ha dado a los pobres?” En realidad, el evangelista observa, dijo esto no porque le importaran los pobres, sino el dinero, o más bien sus propios intereses. La codicia de poseer para sí le había cegado. Jesús responde inmediatamente a Judas y dice: “Déjala”. Quiere que María continúe su gesto de amor: aquel ungüento anticipaba el aceite con el que su cuerpo sería cubierto antes de la sepultura. Jesús agregó: "Pobres siempre tendréis con vosotros; pero a mí no siempre me tendréis". De hecho, un poco más tarde comenzaría su "via crucis", hasta la muerte. María, la única entre todos, había comprendido que Jesús estaba a punto de morir y por lo tanto necesitaba un afecto y una cercanía especial como todo moribundo requiere. Esta mujer, que se había dejado envolver por el amor a Jesús, nos enseña cómo estar junto a este Maestro extraordinario durante estos días, y cómo estar cerca de los débiles y los enfermos en todos sus días, en especial cerca de los ancianos, sobre todo cuando su cuerpo se debilita y necesita cuidados tiernos, también con "ungüento". En ese gesto tan tierno y lleno de amor, hecho también de gestos sencillos y concretos, el camino de la salvación está simbolizado: al estar junto a los pobres, los débiles y los ancianos, estamos junto a Jesús mismo. En este sentido Jesús dice: "pobres siempre tendréis con vosotros". Ellos nos podrían decir cuánto necesitan el ungüento de la amistad y el cariño. ¡Bienaventurados nosotros, y ellos, si tenemos la ternura y la audacia de María!

PALABRA DE DIOS TODOS LOS DÍAS: EL CALENDARIO

La oración es el corazón de la vida de la Comunidad de Sant’Egidio, su primera “obra”. Cuando termina el día todas las Comunidades, tanto si son grandes como si son pequeñas, se reúnen alrededor del Señor para escuchar su Palabra y dirigirse a Él en su invocación. Los discípulos no pueden sino estar a los pies de Jesús, como María de Betania, para elegir la “mejor parte” (Lc 10,42) y aprender de Él sus mismos sentimientos (cfr. Flp 2,5).

Siempre que la Comunidad vuelve al Señor, hace suya la súplica del discípulo anónimo: “¡Señor, enséñanos a orar” (Lc 11,1). Y Jesús, maestro de oración, continúa contestando: “Cuando oréis, decid: Abbá, Padre”.

Cuando oramos, aunque lo hagamos dentro de nuestro corazón, nunca estamos aislados ni somos huérfanos, porque somos en todo momento miembros de la familia del Señor. En la oración común se ve claramente, además del misterio de la filiación, el de la fraternidad.

Las Comunidades de Sant'Egidio que hay por el mundo se reúnen en los distintos lugares que destinan a la oración y presentan al Señor las esperanzas y los dolores de los hombres y mujeres “vejados y abatidos” de los que habla el Evangelio (Mt 9,37). En aquella gente de entonces se incluyen los habitantes de las ciudades contemporáneas, los pobres que son marginados de la vida, todos aquellos que esperan que alguien les contrate (cfr. Mt 20).

La oración común recoge el grito, la aspiración, el deseo de paz, de curación, de sentido de la vida y de salvación que hay en los hombres y las mujeres de este mundo. La oración nunca es vacía. Sube incesante al Señor para que el llanto se transforme en alegría, la desesperación en felicidad, la angustia en esperanza y la soledad en comunión. Y para que el Reino de Dios llegue pronto a los hombres.