ORACIÓN CADA DÍA

Memoria de la Madre del Señor
Palabra de dios todos los dias

Memoria de la Madre del Señor

Recuerdo de los primeros mártires de la Iglesia de Roma durante la persecución de Nerón. Leer más

Libretto DEL GIORNO
Memoria de la Madre del Señor
Martes 30 de junio

Recuerdo de los primeros mártires de la Iglesia de Roma durante la persecución de Nerón.


Lectura de la Palabra de Dios

Aleluya, aleluya, aleluya.

El Espíritu del Señor está sobre ti,
el que nacerá de ti será santo.

Aleluya, aleluya, aleluya.

Génesis 19,15-29

Al rayar el alba, los ángeles apremiaron a Lot diciendo: "Levántate, toma a tu mujer y a tus dos hijas que se encuentran aquí, no vayas a ser barrido por la culpa de la ciudad." Y como él remoloneaba, los hombres le asieron de la mano lo mismo que a su mujer y a sus dos hijas por compasión de Yahveh hacia él, y sacándole le dejaron fuera de la ciudad. Mientras los sacaban afuera, dijo uno: "¡Escápate, por vida tuya! No mires atrás ni te pares en toda la redonda. Escapa al monte, no vayas a ser barrido." Lot les dijo: "No, por favor, Señor mío. Ya que este servidor tuyo te ha caído en gracia, y me has hecho el gran favor de dejarme con vida, mira que no puedo escaparme al monte sin riesgo de que me alcance el daño y la muerte. Ahí cerquita está esa ciudad a donde huir. Es una pequeñez. ¡Ea, voy a escaparme allá - ¿verdad que es una pequeñez? - y quedaré con vida!" Díjole: "Bien, te concedo también eso de no arrasar la ciudad que has dicho. Listo, escápate allá, porque no puedo hacer nada hasta que no entres allí." Por eso se llamó aquella ciudad Soar. El sol asomaba sobre el horizonte cuando Lot entraba en Soar. Entonces Yahveh hizo llover sobre Sodoma y Gomorra azufre y fuego de parte de Yahveh. Y arrasó aquellas ciudades, y toda la redonda con todos los habitantes de las ciudades y la vegetación del suelo. Su mujer miró hacia atrás y se volvió poste de sal. Levantóse Abraham de madrugada y fue al lugar donde había estado en presencia de Yahveh. Dirigió la vista en dirección de Sodoma y Gomorra y de toda la región de la redonda, miró, y he aquí que subía una humareda de la tierra cual la de una fogata. Así pues, cuando Dios destruyó las ciudades de la redonda, se acordó de Abraham y puso a Lot a salvo de la catástrofe, cuando arrasó las ciudades en que Lot habitaba.

 

Aleluya, aleluya, aleluya.

He aquí Señor, a tus siervos:
hágase en nosotros según tu Palabra.

Aleluya, aleluya, aleluya.

Esta página bíblica sugiere que las ciudades de los hombres, cuando se niegan a acoger a los extranjeros, están destinadas a la destrucción. Tanto es así que los habitantes de Sodoma, movidos por esta tendencia a cerrarse, arremeten contra Lot, hermano de Abraham, porque había acogido a unos extranjeros. La raíz de esa actitud está en un corazón avaro que no sabe reconocer a los extranjeros como hermanos. Por eso aquellos ciudadanos arremeten también contra Lot y se niegan a aceptarlo entre ellos. Aquella ciudad había levantado muros y había establecido fronteras para no acoger a quienes venían de fuera. Pero una ciudad, una sociedad, un pueblo, si decide vivir con las puertas cerradas en realidad está trabajando para empobrecerse. Cerrar la ciudad, al igual que cerrar el corazón, lleva a una vida triste que, tarde o temprano, desemboca en la decadencia. Pero la idea de cerrarse a los demás es una convicción tan fuertemente arraigada que incluso Lot al final la acepta. Por eso no logra distanciarse de la ciudad. El Señor lo ayuda "con un gran acto de misericordia" y lo pone a salvo. Dios acude en nuestra ayuda cuando somos débiles y, por su misericordia, nos libra del mal y nos enseña a vivir con un corazón grande.

PALABRA DE DIOS TODOS LOS DÍAS: EL CALENDARIO

La oración es el corazón de la vida de la Comunidad de Sant’Egidio, su primera “obra”. Cuando termina el día todas las Comunidades, tanto si son grandes como si son pequeñas, se reúnen alrededor del Señor para escuchar su Palabra y dirigirse a Él en su invocación. Los discípulos no pueden sino estar a los pies de Jesús, como María de Betania, para elegir la “mejor parte” (Lc 10,42) y aprender de Él sus mismos sentimientos (cfr. Flp 2,5).

Siempre que la Comunidad vuelve al Señor, hace suya la súplica del discípulo anónimo: “¡Señor, enséñanos a orar” (Lc 11,1). Y Jesús, maestro de oración, continúa contestando: “Cuando oréis, decid: Abbá, Padre”.

Cuando oramos, aunque lo hagamos dentro de nuestro corazón, nunca estamos aislados ni somos huérfanos, porque somos en todo momento miembros de la familia del Señor. En la oración común se ve claramente, además del misterio de la filiación, el de la fraternidad.

Las Comunidades de Sant'Egidio que hay por el mundo se reúnen en los distintos lugares que destinan a la oración y presentan al Señor las esperanzas y los dolores de los hombres y mujeres “vejados y abatidos” de los que habla el Evangelio (Mt 9,37). En aquella gente de entonces se incluyen los habitantes de las ciudades contemporáneas, los pobres que son marginados de la vida, todos aquellos que esperan que alguien les contrate (cfr. Mt 20).

La oración común recoge el grito, la aspiración, el deseo de paz, de curación, de sentido de la vida y de salvación que hay en los hombres y las mujeres de este mundo. La oración nunca es vacía. Sube incesante al Señor para que el llanto se transforme en alegría, la desesperación en felicidad, la angustia en esperanza y la soledad en comunión. Y para que el Reino de Dios llegue pronto a los hombres.