ORACIÓN CADA DÍA

Memoria de los santos y de los profetas
Palabra de dios todos los dias
Libretto DEL GIORNO
Memoria de los santos y de los profetas
Miércoles 5 de agosto


Lectura de la Palabra de Dios

Aleluya, aleluya, aleluya.

Ustedes son una estirpe elegida,
un sacerdocio real, nación santa,
pueblo adquirido por Dios
para proclamar sus maravillas.

Aleluya, aleluya, aleluya.

Números 13,1-3.25-14,1.25-35

Yahveh habló a Moisés y le dijo: Envía algunos hombres, uno por cada tribu paterna, para que exploren la tierra de Canaán que voy a dar a los israelitas. Que sean todos principales entre ellos. Los envió Moisés, según la orden de Yahveh, desde el desierto de Parán: todos ellos eran jefes de los israelitas. Al cabo de cuarenta días volvieron de explorar la tierra. Fueron y se presentaron a Moisés, a Aarón y a toda la comunidad de los israelitas, en el desierto de Parán, en Cadés. Les hicieron una relación a ellos y a toda la comunidad, y les mostraron los productos del país. Les contaron lo siguiente: "Fuimos al país al que nos enviaste, y en verdad que mana leche y miel; éstos son sus productos. Sólo que el pueblo que habita en el país es poderoso; las ciudades, fortificadas y muy grandes; hasta hemos visto allí descendientes de Anaq. El amalecita ocupa la región del Négueb; el hitita, el amorreo y el jebuseo ocupan la montaña; el cananeo, la orilla del mar y la ribera del Jordán." Caleb acalló al pueblo delante de Moisés, diciendo: "Subamos, y conquistaremos el país, porque sin duda podremos con él." Pero los hombres que habían ido con él dijeron: "No podemos subir contra ese pueblo, porque es más fuerte que nosotros." Y empezaron a hablar mal a los israelitas del país que habían explorado, diciendo: "El país que hemos recorrido y explorado es un país que devora a sus propios habitantes. Toda la gente que hemos visto allí es gente alta. Hemos visto también gigantes, hijos de Anaq, de la raza de los gigantes. Nosotros nos teníamos ante ellos como saltamontes, y eso mismo les parecíamos a ellos." Entonces toda la comunidad alzó la voz y se puso a gritar; y la gente estuvo llorando aquella noche. El amalecita y el cananeo habitan en el llano. Mañana, volveos y partid para el desierto, camino del mar de Suf." Yahveh habló a Moisés y Aarón y dijo: ¿Hasta cuándo esta comunidad perversa, que está murmurando contra mí? He oído las quejas de los israelitas, que están murmurando contra mí. Diles: Por mi vida - oráculo de Yahveh - que he de hacer con vosotros lo que habéis hablado a mis oídos. Por haber murmurado contra mí, en este desierto caerán vuestros cadáveres, los de todos los que fuisteis revistados y contados, de veinte años para arriba. Os juro que no entraréis en la tierra en la que, mano en alto, juré estableceros. Sólo a Caleb, hijo de Yefunné y a Josué, hijo de Nun, y a vuestros pequeñuelos, de los que dijisteis que caerían en cautiverio, los introduciré, y conocerán la tierra que vosotros habéis despreciado. Vuestros cadáveres caerán en este desierto, y vuestros hijos serán nómadas cuarenta años en el desierto, cargando con vuestra infidelidad, hasta que no falte uno solo de vuestros cadáveres en el desierto. Según el número de los días que empleasteis en explorar el país, cuarenta días, cargaréis cuarenta años con vuestros pecados, un año por cada día. Así sabréis lo que es apartarse de mí. Yo, Yahveh, he hablado. Eso es lo que haré con toda esta comunidad perversa, amotinada contra mí. En este desierto no quedará uno: en él han de morir."

 

Aleluya, aleluya, aleluya.

Ustedes serán santos
porque yo soy santo, dice el Señor.

Aleluya, aleluya, aleluya.

Moisés envía a un hombre por cada tribu para hacer participar a todo el pueblo y para que todos sepan que la tierra prometida no es una esperanza lejana, imposible, sino que la esperanza se hace concreta. También significa que todos podemos ser testimonios de esperanza y que esta no es un sueño lejano, un optimismo vacío, no es inalcanzable como pasa con los ídolos, una utopía que nunca se hace concreta. Cada creyente está llamado a ser como aquellos hombres y puede explicar a todo el pueblo que la tierra prometida no es virtual, puede describirla para que muchos sigan buscándola. Es una tierra que mana leche y miel, donde se hacen realidad las aspiraciones más profundas. Aquel que ha visto comunica a los demás con convicción, precisamente porque ha visto y transmite una esperanza que no es una vaga espera, sino una certeza que debe hacerse realidad. Entre otros motivos, porque una esperanza sin concreción no apasiona y no convence a nadie. Eso refuerza la determinación de los demás. También nosotros, que hemos visto muchas señales de la misericordia de Dios en nuestra vida, somos llamados a ser serenos testimonios del tesoro que hemos encontrado. Sin embargo vuelven a surgir rápidamente los miedos, las dudas ante las dificultades, aquella incertidumbre que el papa Francisco atribuiría a "cristianos derrotados", es decir, convencidos de que los problemas siempre son más grandes que ellos y de que no es posible superarlos. Los hombres que habían ido piensan que no iban a ser capaces de enfrentarse al pueblo que allí vivía "porque es más fuerte que nosotros". El miedo se convierte en resignación, insinúa dudas, provoca enormes problemas y certifica que es imposible hacer algo. La esperanza siempre tiene que luchar contra el miedo. La esperanza es más fuerte porque desvela el engaño y no deja que el miedo la apague. Aquellos hombres, finalmente, creen que están solos y olvidan que la verdadera fuerza nunca es la fuerza personal sino la que viene de Dios y de su presencia. No sois huérfanos, dice Jesús. “He aquí que yo estoy con vosotros todos los días”. Esa es la serena fuerza del creyente.

PALABRA DE DIOS TODOS LOS DÍAS: EL CALENDARIO

La oración es el corazón de la vida de la Comunidad de Sant’Egidio, su primera “obra”. Cuando termina el día todas las Comunidades, tanto si son grandes como si son pequeñas, se reúnen alrededor del Señor para escuchar su Palabra y dirigirse a Él en su invocación. Los discípulos no pueden sino estar a los pies de Jesús, como María de Betania, para elegir la “mejor parte” (Lc 10,42) y aprender de Él sus mismos sentimientos (cfr. Flp 2,5).

Siempre que la Comunidad vuelve al Señor, hace suya la súplica del discípulo anónimo: “¡Señor, enséñanos a orar” (Lc 11,1). Y Jesús, maestro de oración, continúa contestando: “Cuando oréis, decid: Abbá, Padre”.

Cuando oramos, aunque lo hagamos dentro de nuestro corazón, nunca estamos aislados ni somos huérfanos, porque somos en todo momento miembros de la familia del Señor. En la oración común se ve claramente, además del misterio de la filiación, el de la fraternidad.

Las Comunidades de Sant'Egidio que hay por el mundo se reúnen en los distintos lugares que destinan a la oración y presentan al Señor las esperanzas y los dolores de los hombres y mujeres “vejados y abatidos” de los que habla el Evangelio (Mt 9,37). En aquella gente de entonces se incluyen los habitantes de las ciudades contemporáneas, los pobres que son marginados de la vida, todos aquellos que esperan que alguien les contrate (cfr. Mt 20).

La oración común recoge el grito, la aspiración, el deseo de paz, de curación, de sentido de la vida y de salvación que hay en los hombres y las mujeres de este mundo. La oración nunca es vacía. Sube incesante al Señor para que el llanto se transforme en alegría, la desesperación en felicidad, la angustia en esperanza y la soledad en comunión. Y para que el Reino de Dios llegue pronto a los hombres.