ORACIÓN CADA DÍA

Memoria de Jesús crucificado
Palabra de dios todos los dias

Memoria de Jesús crucificado

Recuerdo de don Andrea Santoro, sacerdote romano asesinado en Trebisonda, Turquía. Leer más

Libretto DEL GIORNO
Memoria de Jesús crucificado
Viernes 5 de febrero

Recuerdo de don Andrea Santoro, sacerdote romano asesinado en Trebisonda, Turquía.


Lectura de la Palabra de Dios

Aleluya, aleluya, aleluya.

Este es el Evangelio de los pobres,
la liberación de los prisioneros,
la vista de los ciegos,
la libertad de los oprimidos.

Aleluya, aleluya, aleluya.

Sirácida 47,2-13

Como grasa puesta aparte en el sacrificio de comunión,
así David de entre los hijos de Israel. Con leones jugó cual con cabritos,
con osos como con corderos. ¿No mató de joven al gigante,
y quitó el oprobio del pueblo,
blandiendo en la mano la piedra de la honda
y abatiendo la arrogancia de Goliat? Pues invocó al Señor Altísimo,
que a su diestra dio vigor,
para aniquilar a un potente guerrero,
y realzar el cuerno de su pueblo. Por eso le dieron gloria por diez mil,
y le alabaron con las bendiciones del Señor,
ofreciéndole la diadema de gloria. Pues él aplastó a los enemigos del contorno,
aniquiló a los filisteos, sus adversarios,
para siempre quebrantó su cuerno. En todas sus obras elevó acción de gracias
al Santo Altísimo en oráculo de gloria.
Con todo su corazón entonó himnos,
mostrando su amor a su Hacedor. Ante el altar instituyó salmistas
y con sus voces dio dulzura a los cantos. Dio a las fiestas esplendor,
vistosidad acabada a las solemnidades,
cuando ellos alaban el santo nombre del Señor,
cuando resuena desde la aurora el santuario. El Señor le perdonó sus pecados
y exaltó su cuerno para siempre:
le otorgó la alianza real,
un trono de gloria en Israel. Después de él surgió un hijo sabio,
que gracias a él vivió en holgura. Reinó Salomón en días de paz,
Dios le concedió reposo por doquier,
para que levantara una Casa a su nombre
y preparara un santuario eterno.

 

Aleluya, aleluya, aleluya.

El Hijo del hombre,
ha venido a servir,
quien quiera ser grande
se haga siervo de todos.

Aleluya, aleluya, aleluya.

Este pasaje del libro del Eclesiástico se extrae de los capítulos que tejen el elogio de los "padres", sobre todo David y Salomón. Es una reflexión sapiencial que muestra a David como el elegido de Dios, a quien confía su diseño de amor por su pueblo. El texto parece hasta olvidar el pecado cometido por David; sólo hacia el final se recuerda que "el Señor le perdonó sus pecados". El autor parece querer subrayar la grandeza de la misericordia de Dios, que es mucho más grande que las culpas de los hombres, quienes llegan incluso a olvidarle. Lo que cuenta es la elección que Dios hace de sus siervos. Y la dignidad del elegido la confiere esta elección, que lo pone al servicio de la salvación. El Señor se ha reservado a David para sí, como quería que se le reservase la mejor parte de los sacrificios (cf. Lv 3, 9-17). David se convierte en testigo de la fuerza y del amor del Señor por su pueblo. Se resalta además otra hecho particular en el texto. El autor no exalta tanto al joven que por su fe ha derrotado al gigante Goliat, terror del pueblo de Israel, sino que David es sobre todo el que ha cantado con los salmos la alabanza de Dios: "Con todo su corazón entonó himnos, demostrando el amor por su Creador". Todavía hoy, recogidos por la tradición cristiana, los creyentes continúan alabando al Señor con las espléndidas oraciones de los Salmos. El elogio se extiende al David que organiza el culto ante Dios: "Organizó coros de salmistas ante el altar, y con sus voces armonizó los cantos. Dio esplendor a las fiestas, embelleció las solemnidades a la perfección, haciendo que alabaran el santo nombre del Señor, y que el santuario resonase de cánticos desde la aurora". Son palabras que nos hacen reflexionar también a nosotros sobre la belleza que debe resplandecer en nuestras celebraciones, como también nos invita a embellecer y dignificar nuestras iglesias, nuestros santuarios y lugares dedicados al Señor. Es hermosa y llena de sentido la tradición bizantina que concibe y construye las Iglesias como un anticipo del Reino de Dios sobre la tierra, como el comienzo del paraíso. Es en ellas donde se nos transforma en piedras vivas que alaban al Señor.

PALABRA DE DIOS TODOS LOS DÍAS: EL CALENDARIO

La oración es el corazón de la vida de la Comunidad de Sant’Egidio, su primera “obra”. Cuando termina el día todas las Comunidades, tanto si son grandes como si son pequeñas, se reúnen alrededor del Señor para escuchar su Palabra y dirigirse a Él en su invocación. Los discípulos no pueden sino estar a los pies de Jesús, como María de Betania, para elegir la “mejor parte” (Lc 10,42) y aprender de Él sus mismos sentimientos (cfr. Flp 2,5).

Siempre que la Comunidad vuelve al Señor, hace suya la súplica del discípulo anónimo: “¡Señor, enséñanos a orar” (Lc 11,1). Y Jesús, maestro de oración, continúa contestando: “Cuando oréis, decid: Abbá, Padre”.

Cuando oramos, aunque lo hagamos dentro de nuestro corazón, nunca estamos aislados ni somos huérfanos, porque somos en todo momento miembros de la familia del Señor. En la oración común se ve claramente, además del misterio de la filiación, el de la fraternidad.

Las Comunidades de Sant'Egidio que hay por el mundo se reúnen en los distintos lugares que destinan a la oración y presentan al Señor las esperanzas y los dolores de los hombres y mujeres “vejados y abatidos” de los que habla el Evangelio (Mt 9,37). En aquella gente de entonces se incluyen los habitantes de las ciudades contemporáneas, los pobres que son marginados de la vida, todos aquellos que esperan que alguien les contrate (cfr. Mt 20).

La oración común recoge el grito, la aspiración, el deseo de paz, de curación, de sentido de la vida y de salvación que hay en los hombres y las mujeres de este mundo. La oración nunca es vacía. Sube incesante al Señor para que el llanto se transforme en alegría, la desesperación en felicidad, la angustia en esperanza y la soledad en comunión. Y para que el Reino de Dios llegue pronto a los hombres.