ORACIÓN CADA DÍA

Memoria de los apóstoles
Palabra de dios todos los dias

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Recuerdo de los apóstoles Felipe y Santiago Leer más

Libretto DEL GIORNO
Memoria de los apóstoles
Martes 3 de mayo

Recuerdo de los apóstoles Felipe y Santiago


Lectura de la Palabra de Dios

Aleluya, aleluya, aleluya.

Si morimos con él, viviremos con él,
si perseveramos con él, con él reinaremos.

Aleluya, aleluya, aleluya.

Hechos de los Apóstoles 16,22-34

La gente se amotinó contra ellos; los pretores les hicieron arrancar los vestidos y mandaron azotarles con varas. Después de haberles dado muchos azotes, los echaron a la cárcel y mandaron al carcelero que los guardase con todo cuidado. Este, al recibir tal orden, los metió en el calabozo interior y sujetó sus pies en el cepo. Hacia la media noche Pablo y Silas estaban en oración cantando himnos a Dios; los presos les escuchaban. De repente se produjo un terremoto tan fuerte que los mismos cimientos de la cárcel se conmovieron. Al momento quedaron abiertas todas las puertas y se soltaron las cadenas de todos. Despertó el carcelero y al ver las puertas de la cárcel abiertas, sacó la espada e iba a matarse, creyendo que los presos habían huido. Pero Pablo le gritó: «No te hagas ningún mal, que estamos todos aquí.» El carcelero pidió luz, entró de un salto y tembloroso se arrojó a los pies de Pablo y Silas, los sacó fuera y les dijo: «Señores, ¿qué tengo que hacer para salvarme?» Le respondieron: «Ten fe en el Señor Jesús y te salvarás tú y tu casa.» Y le anunciaron la Palabra del Señor a él y a todos los de su casa. En aquella misma hora de la noche el carcelero los tomó consigo y les lavó las heridas; inmediatamente recibió el bautismo él y todos los suyos. Les hizo entonces subir a su casa, les preparó la mesa y se alegró con toda su familia por haber creído en Dios.

 

Aleluya, aleluya, aleluya.

Si morimos con él, viviremos con él,
si perseveramos con él, con él reinaremos.

Aleluya, aleluya, aleluya.

A menudo, en los primeros tiempos del cristianismo, uno se encuentra en la cárcel. Cada vez que los enemigos del Evangelio quieren hacer callar la predicación meten en la cárcel a los discípulos de Jesús. Podríamos decir que hay como una extraña cercanía entre el Evangelio y la cárcel; y quizá también por esto Mateo reafirma la obligación para todos, no solo para los discípulos, de visitar a los encarcelados. Para los cristianos fue una experiencia frecuente en las primeras décadas de vida. Pero fue así también después, y de forma masiva durante los totalitarismos del siglo XX con los gulag y los campos de exterminio. Es por ello muy significativo que en nuestra época los cristianos se esfuercen en llevar consuelo al interior de las cárceles, especialmente en aquellas donde la vida es más que inhumana. Pablo y Silas habían provocado desconcierto no solo en los muros y en las cadenas sino en el corazón del carcelero y de toda su familia hasta convertirla al Evangelio. El amor cambia incluso lo que parece imposible.
Y cada vez que se pone en práctica el Evangelio todos somos testigos de milagros antes que nada inimaginables. Esta vivencia que se refiere a la entrada del Evangelio en Europa recorre lo que le sucede a Jesús, como diciendo que el Evangelio encuentra siempre oposición, pero logrará traer frutos de liberación. El cristianismo está siempre en "agonía", es decir, requiere siempre una lucha que es sobre todo interior, es decir, que comienza en el corazón de cada persona. Es en el corazón donde tiene lugar la primera batalla entre el orgullo y el Evangelio, entre el amor por uno mismo y el amor por los demás. De aquí parte el cambio del mundo. Cada vez que dejamos vencer al Evangelio en nuestro corazón, vemos inmediatamente los frutos sobre quienes están a nuestro lado. La experiencia de Pablo y Silas hacia el carcelero y su familia puede ser también la de cada uno de nosotros.

PALABRA DE DIOS TODOS LOS DÍAS: EL CALENDARIO

La oración es el corazón de la vida de la Comunidad de Sant’Egidio, su primera “obra”. Cuando termina el día todas las Comunidades, tanto si son grandes como si son pequeñas, se reúnen alrededor del Señor para escuchar su Palabra y dirigirse a Él en su invocación. Los discípulos no pueden sino estar a los pies de Jesús, como María de Betania, para elegir la “mejor parte” (Lc 10,42) y aprender de Él sus mismos sentimientos (cfr. Flp 2,5).

Siempre que la Comunidad vuelve al Señor, hace suya la súplica del discípulo anónimo: “¡Señor, enséñanos a orar” (Lc 11,1). Y Jesús, maestro de oración, continúa contestando: “Cuando oréis, decid: Abbá, Padre”.

Cuando oramos, aunque lo hagamos dentro de nuestro corazón, nunca estamos aislados ni somos huérfanos, porque somos en todo momento miembros de la familia del Señor. En la oración común se ve claramente, además del misterio de la filiación, el de la fraternidad.

Las Comunidades de Sant'Egidio que hay por el mundo se reúnen en los distintos lugares que destinan a la oración y presentan al Señor las esperanzas y los dolores de los hombres y mujeres “vejados y abatidos” de los que habla el Evangelio (Mt 9,37). En aquella gente de entonces se incluyen los habitantes de las ciudades contemporáneas, los pobres que son marginados de la vida, todos aquellos que esperan que alguien les contrate (cfr. Mt 20).

La oración común recoge el grito, la aspiración, el deseo de paz, de curación, de sentido de la vida y de salvación que hay en los hombres y las mujeres de este mundo. La oración nunca es vacía. Sube incesante al Señor para que el llanto se transforme en alegría, la desesperación en felicidad, la angustia en esperanza y la soledad en comunión. Y para que el Reino de Dios llegue pronto a los hombres.