ORACIÓN CADA DÍA

Memoria de la Madre del Señor
Palabra de dios todos los dias

Memoria de la Madre del Señor

Fiesta de los santos Joaquín y Ana, progenitores del Señor. Recuerdo de todos los ancianos que con amor comunican su fe a los más jóvenes. Recuerdo de María, enferma psíquica que murió en Roma. Con ella, recordamos a todos los enfermos psíquicos. Leer más

Libretto DEL GIORNO
Memoria de la Madre del Señor
Martes 26 de julio

Fiesta de los santos Joaquín y Ana, progenitores del Señor. Recuerdo de todos los ancianos que con amor comunican su fe a los más jóvenes. Recuerdo de María, enferma psíquica que murió en Roma. Con ella, recordamos a todos los enfermos psíquicos.


Lectura de la Palabra de Dios

Aleluya, aleluya, aleluya.

El Espíritu del Señor está sobre ti,
el que nacerá de ti será santo.

Aleluya, aleluya, aleluya.

Jeremías 14,17-22

Les dirás esta palabra:
Dejen caer mis ojos lágrimas
de noche y de día sin parar,
porque de quebranto grande es quebrantada la doncella,
hija de mi pueblo,
de golpe gravísimo, Si salgo al campo
encuentro heridos de espada;
y si entro en la ciudad,
encuentro desfallecidos de hambre.
Y aun el mismo profeta, aun el mismo sacerdote
andan errantes por el país y nada saben. - ¿Es que has desechado a Judá?
¿o acaso de Sión se ha hastiado tu alma?
¿Por qué nos has herido, que no tenemos cura?
Esperábamos paz, y no hubo bien alguno;
el tiempo de la cura, y se presenta el miedo. Reconocemos, Yahveh, nuestras maldades,
la culpa de nuestros padres;
que hemos pecado contra ti. No desprecies, por amor de tu Nombre,
no deshonres la sede de tu Gloria.
Recuerda, no anules tu alianza con nosotros. ¿Hay entre las Vanidades gentílicas quienes hagan llover?
¿o acaso los cielos dan de suyo la llovizna?
¿No eres tú mismo, oh Yahveh?
¡Dios nuestro, esperamos en ti,
porque tú hiciste todas estas cosas!

 

Aleluya, aleluya, aleluya.

He aquí Señor, a tus siervos:
hágase en nosotros según tu Palabra.

Aleluya, aleluya, aleluya.

El profeta, ante el mal, no busca justificaciones o culpables; no huye, aunque reconoce la iniquidad del pueblo de Israel. La respuesta de Jeremías, al igual que la de los salmos y la de muchas otras páginas de la Biblia, es la oración. En ella comprendemos de manera nueva el mal, el dolor y las calamidades. La primera respuesta del hombre de fe es la oración. Aunque es consciente de su debilidad, el creyente no se resigna, no pierde la esperanza, y se dirige a Dios poniendo en Él su confianza. Jeremías describe una situación desesperada, no solo por la gran sequía que está destruyendo el país, sino también por las consecuencias que de ello se derivan: hambre, muerte y desorientación. Parece resonar el lenguaje de las lamentaciones ante la destrucción de Jerusalén, o de los numerosos salmos que describen situaciones dramáticas, de enfermedad, de destrucción, de pobreza o de persecución. Las palabras del profeta nos describen muchas situaciones de dolor, nos ayudan a darnos cuenta de las muchas lágrimas que caen de los ojos de hombres y mujeres que sufren. Dios mismo llora por la calamidad que afecta a su pueblo: «Dejen caer mis ojos lágrimas de noche y de día sin parar, porque de quebranto grande es quebrantada la doncella, la capital de mi pueblo, de golpe gravísimo». No debemos continuar llorando por nosotros mismos. Mucha gente en el mundo tiene lágrimas de dolor. Dios llora con ellos y nos enseña a unirnos a su llanto, a no quedarnos indiferentes. ¡Cuántos esperaban la paz, "y no hubo bien alguno; el tiempo de la cura, y se presenta el miedo". Pero en medio del sufrimiento y del dolor, o cuando el mal parece engullir la vida del justo (Sal 22), la oración abre el camino para la intervención de Dios. La oración se convierte también en pregunta insistente al Señor: «¿Es que has desechado a Judá?, ¿o acaso te has hastiado de Sión?». En realidad no es el Señor el que nos ha olvidado. Somos nosotros, como hizo el pueblo de Israel, los que hemos olvidado al Señor y hemos vivido cerrados en nosotros mismos, olvidando su presencia y olvidando que él carga con el dolor y las heridas del mundo.

PALABRA DE DIOS TODOS LOS DÍAS: EL CALENDARIO

La oración es el corazón de la vida de la Comunidad de Sant’Egidio, su primera “obra”. Cuando termina el día todas las Comunidades, tanto si son grandes como si son pequeñas, se reúnen alrededor del Señor para escuchar su Palabra y dirigirse a Él en su invocación. Los discípulos no pueden sino estar a los pies de Jesús, como María de Betania, para elegir la “mejor parte” (Lc 10,42) y aprender de Él sus mismos sentimientos (cfr. Flp 2,5).

Siempre que la Comunidad vuelve al Señor, hace suya la súplica del discípulo anónimo: “¡Señor, enséñanos a orar” (Lc 11,1). Y Jesús, maestro de oración, continúa contestando: “Cuando oréis, decid: Abbá, Padre”.

Cuando oramos, aunque lo hagamos dentro de nuestro corazón, nunca estamos aislados ni somos huérfanos, porque somos en todo momento miembros de la familia del Señor. En la oración común se ve claramente, además del misterio de la filiación, el de la fraternidad.

Las Comunidades de Sant'Egidio que hay por el mundo se reúnen en los distintos lugares que destinan a la oración y presentan al Señor las esperanzas y los dolores de los hombres y mujeres “vejados y abatidos” de los que habla el Evangelio (Mt 9,37). En aquella gente de entonces se incluyen los habitantes de las ciudades contemporáneas, los pobres que son marginados de la vida, todos aquellos que esperan que alguien les contrate (cfr. Mt 20).

La oración común recoge el grito, la aspiración, el deseo de paz, de curación, de sentido de la vida y de salvación que hay en los hombres y las mujeres de este mundo. La oración nunca es vacía. Sube incesante al Señor para que el llanto se transforme en alegría, la desesperación en felicidad, la angustia en esperanza y la soledad en comunión. Y para que el Reino de Dios llegue pronto a los hombres.