ORACIÓN CADA DÍA

Memoria de los apóstoles
Palabra de dios todos los dias

Memoria de los apóstoles

Recuerdo del apóstol Bartolomé de Caná de Galilea. Su cuerpo se custodia en Roma, en la iglesia de San Bartolomé de la isla Tiberina, convertida en lugar de memoria de los "Nuevos mártires". Recuerdo de Jerry Essan Masslo, sudafricano refugiado en Italia y acogido por la Comunidad de Sant'Egidio. Fue asesinado por delincuentes. Con él recordamos a todos los refugiados. Leer más

Libretto DEL GIORNO
Memoria de los apóstoles
Miércoles 24 de agosto

Recuerdo del apóstol Bartolomé de Caná de Galilea. Su cuerpo se custodia en Roma, en la iglesia de San Bartolomé de la isla Tiberina, convertida en lugar de memoria de los "Nuevos mártires". Recuerdo de Jerry Essan Masslo, sudafricano refugiado en Italia y acogido por la Comunidad de Sant'Egidio. Fue asesinado por delincuentes. Con él recordamos a todos los refugiados.


Lectura de la Palabra de Dios

Aleluya, aleluya, aleluya.

Si morimos con él, viviremos con él,
si perseveramos con él, con él reinaremos.

Aleluya, aleluya, aleluya.

Juan 1,45-51

Felipe se encuentra con Natanael y le dice: «Ese del que escribió Moisés en la Ley, y también los profetas, lo hemos encontrado: Jesús el hijo de José, el de Nazaret.» Le respondió Natanael: «¿De Nazaret puede haber cosa buena?» Le dice Felipe: «Ven y lo verás.» Vio Jesús que se acercaba Natanael y dijo de él: «Ahí tenéis a un israelita de verdad, en quien no hay engaño.» Le dice Natanael: «¿De qué me conoces?» Le respondió Jesús: «Antes de que Felipe te llamara, cuando estabas debajo de la higuera, te vi.» Le respondió Natanael: «Rabbí, tú eres el Hijo de Dios, tú eres el Rey de Israel.» Jesús le contestó: «¿Por haberte dicho que te vi debajo de la higuera, crees? Has de ver cosas mayores.» Y le añadió: «En verdad, en verdad os digo: veréis el cielo abierto y a los ángeles de Dios subir y bajar sobre el Hijo del hombre.»

 

Aleluya, aleluya, aleluya.

Si morimos con él, viviremos con él,
si perseveramos con él, con él reinaremos.

Aleluya, aleluya, aleluya.

Hoy la Iglesia conmemora al apóstol san Bartolomé. Era originario de Caná de Galilea y el cuarto evangelio lo identifica con el nombre de Natanael (Dios ha dado). Su amigo Felipe lo llama y lo lleva donde Jesús, que al verlo dice de él: "Ahí tenéis a un israelita de verdad, en quien no hay engaño". Pero el encuentro con el joven profeta de Nazaret –como ya había pasado con Andrés y Felipe– es decisivo para Natanael. Decide cambiar de vida. Deja su casa y a sus familiares y se pone a seguir a Jesús que lo llamará a formar parte de los Doce. Después del día de Pentecostés, Natanael fue a predicar el Evangelio a India y a Armenia, según la tradición, donde le arrancaron la piel y murió mártir. Su cuerpo reposa en la basílica romana de San Bartolomé de la isla Tiberina, santuario de los Nuevos Mártires del siglo XX. El Evangelio que hemos escuchado nos narra su encuentro con Jesús. Felipe, que ya conocía al joven profeta de Nazaret, le explica a Natanael la extraordinaria fuerza de este joven profeta. Natanael plantea objeciones con el realismo típico del hombre honesto: "¿De Nazaret puede haber cosa buena?". Felipe no intenta aclarar o resolver la duda de Natanael, sino que lo invita a conocer a Jesús. La fe, efectivamente, no es fruto de razonamientos sino de conocer personalmente a Jesús. Y mientras Natanael se acerca, oye que Jesús dice palabras buenas sobre él. Con todo, podríamos decir que la honestidad, que Jesús alaba, no es suficiente para salvarlo. Hace falta una relación íntima con Jesús. Y aquel joven profeta de Nazaret le hace comprender que ya lo amaba, incluso antes de conocerle: "Te vi cuando estabas debajo de la higuera, antes de que Felipe te llamara". El encuentro personal con Jesús ilumina el corazón de aquel justo que siente que el Señor le conoce profundamente y dice: "Rabbí, tú eres el Hijo de Dios". Y Jesús, ante esta confesión de fe, le promete que verá cosas mucho mayores que las que acaba de ver. Esa es su ambición para aquel pequeño grupo de seguidores. Tal vez ellos ni siquiera se dan cuenta. Pero el Señor les confía su misión. Por eso, más adelante, dirá a Pedro y a todos los discípulos que le siguen que recibirán el ciento por uno respecto a lo que han dejado.

PALABRA DE DIOS TODOS LOS DÍAS: EL CALENDARIO

La oración es el corazón de la vida de la Comunidad de Sant’Egidio, su primera “obra”. Cuando termina el día todas las Comunidades, tanto si son grandes como si son pequeñas, se reúnen alrededor del Señor para escuchar su Palabra y dirigirse a Él en su invocación. Los discípulos no pueden sino estar a los pies de Jesús, como María de Betania, para elegir la “mejor parte” (Lc 10,42) y aprender de Él sus mismos sentimientos (cfr. Flp 2,5).

Siempre que la Comunidad vuelve al Señor, hace suya la súplica del discípulo anónimo: “¡Señor, enséñanos a orar” (Lc 11,1). Y Jesús, maestro de oración, continúa contestando: “Cuando oréis, decid: Abbá, Padre”.

Cuando oramos, aunque lo hagamos dentro de nuestro corazón, nunca estamos aislados ni somos huérfanos, porque somos en todo momento miembros de la familia del Señor. En la oración común se ve claramente, además del misterio de la filiación, el de la fraternidad.

Las Comunidades de Sant'Egidio que hay por el mundo se reúnen en los distintos lugares que destinan a la oración y presentan al Señor las esperanzas y los dolores de los hombres y mujeres “vejados y abatidos” de los que habla el Evangelio (Mt 9,37). En aquella gente de entonces se incluyen los habitantes de las ciudades contemporáneas, los pobres que son marginados de la vida, todos aquellos que esperan que alguien les contrate (cfr. Mt 20).

La oración común recoge el grito, la aspiración, el deseo de paz, de curación, de sentido de la vida y de salvación que hay en los hombres y las mujeres de este mundo. La oración nunca es vacía. Sube incesante al Señor para que el llanto se transforme en alegría, la desesperación en felicidad, la angustia en esperanza y la soledad en comunión. Y para que el Reino de Dios llegue pronto a los hombres.