ORACIÓN CADA DÍA

Memoria de los santos y de los profetas
Palabra de dios todos los dias

Memoria de los santos y de los profetas

Recuerdo de Nuestra Señora de Sheshan, santuario a las afueras de Shangai. Oración por los cristianos chinos.
Leer más

Libretto DEL GIORNO
Memoria de los santos y de los profetas
Miércoles 24 de mayo

Recuerdo de Nuestra Señora de Sheshan, santuario a las afueras de Shangai. Oración por los cristianos chinos.


Lectura de la Palabra de Dios

Aleluya, aleluya, aleluya.

Ustedes son una estirpe elegida,
un sacerdocio real, nación santa,
pueblo adquirido por Dios
para proclamar sus maravillas.

Aleluya, aleluya, aleluya.

Juan 16,12-15

Mucho tengo todavía que deciros,
pero ahora no podéis con ello. Cuando venga él,
el Espíritu de la verdad,
os guiará hasta la verdad completa;
pues no hablará por su cuenta,
sino que hablará lo que oiga,
y os anunciará lo que ha de venir. El me dará gloria,
porque recibirá de lo mío
y os lo anunciará a vosotros. Todo lo que tiene el Padre es mío.
Por eso he dicho:
Recibirá de lo mío
y os lo anunciará a vosotros.

 

Aleluya, aleluya, aleluya.

Ustedes serán santos
porque yo soy santo, dice el Señor.

Aleluya, aleluya, aleluya.

Parece que Jesús no quiera terminar de hablar con los discípulos. Pero la cena ya llega a su fin y les dice: "Mucho tengo todavía que deciros, pero ahora no podéis con ello". No hay reproche alguno en estas palabras. Además, los había elegido él personalmente y conocía bien sus límites. Y no los esconde. Sin embargo, cree que los discípulos todavía no son capaces de soportar toda la carga del Evangelio. El Evangelio no requiere sabios; y tampoco Jesús busca a poderosos y fuertes para confiarles su misión. Parece más bien que hace lo contrario. Su palabra no es una doctrina elevada o una ideología compleja que solo unos pocos son capaces de comprender y de profundizar. De su enseñanza brota una energía simple y fuerte que llena el corazón y transforma la vida, una energía que todos pueden acoger y vivir. Es la energía del amor. A los discípulos solo se les pide que la dejen actuar, que no la frenen, que no le pongan obstáculos. El Espíritu Santo nos "guiará hasta la verdad completa" y nos hará ver la parcialidad de los planteamientos en los que a menudo nos encerramos. El Espíritu nos libra de nuestras mezquindades y nos introduce en un circuito de amor que nos ayuda a abrazar a muchos hermanos y hermanas, nos hace parar junto a los pobres que encontramos, nos hace encontrar palabras que tocan el corazón de aquellos que buscan amistad y comprensión, y nos ayuda a derrotar la lógica que nos impulsa a distinguirnos y a prevalecer. Dejémonos guiar por el Espíritu y descubriremos las cosas futuras, soñaremos un mañana distinto. El Espíritu, que es fuente de vida y de inspiración, nos ayuda a ser artífices con Él de nuestro futuro y del futuro de los demás.

PALABRA DE DIOS TODOS LOS DÍAS: EL CALENDARIO

La oración es el corazón de la vida de la Comunidad de Sant’Egidio, su primera “obra”. Cuando termina el día todas las Comunidades, tanto si son grandes como si son pequeñas, se reúnen alrededor del Señor para escuchar su Palabra y dirigirse a Él en su invocación. Los discípulos no pueden sino estar a los pies de Jesús, como María de Betania, para elegir la “mejor parte” (Lc 10,42) y aprender de Él sus mismos sentimientos (cfr. Flp 2,5).

Siempre que la Comunidad vuelve al Señor, hace suya la súplica del discípulo anónimo: “¡Señor, enséñanos a orar” (Lc 11,1). Y Jesús, maestro de oración, continúa contestando: “Cuando oréis, decid: Abbá, Padre”.

Cuando oramos, aunque lo hagamos dentro de nuestro corazón, nunca estamos aislados ni somos huérfanos, porque somos en todo momento miembros de la familia del Señor. En la oración común se ve claramente, además del misterio de la filiación, el de la fraternidad.

Las Comunidades de Sant'Egidio que hay por el mundo se reúnen en los distintos lugares que destinan a la oración y presentan al Señor las esperanzas y los dolores de los hombres y mujeres “vejados y abatidos” de los que habla el Evangelio (Mt 9,37). En aquella gente de entonces se incluyen los habitantes de las ciudades contemporáneas, los pobres que son marginados de la vida, todos aquellos que esperan que alguien les contrate (cfr. Mt 20).

La oración común recoge el grito, la aspiración, el deseo de paz, de curación, de sentido de la vida y de salvación que hay en los hombres y las mujeres de este mundo. La oración nunca es vacía. Sube incesante al Señor para que el llanto se transforme en alegría, la desesperación en felicidad, la angustia en esperanza y la soledad en comunión. Y para que el Reino de Dios llegue pronto a los hombres.