ORACIÓN CADA DÍA

Memoria de los pobres
Palabra de dios todos los dias
Libretto DEL GIORNO
Memoria de los pobres
Lunes 11 de diciembre


Lectura de la Palabra de Dios

Aleluya, aleluya, aleluya.

Este es el Evangelio de los pobres,
la liberación de los prisioneros,
la vista de los ciegos,
la libertad de los oprimidos.

Aleluya, aleluya, aleluya.

Lucas 5,17-26

Un día que estaba enseñando, había sentados algunos fariseos y doctores de la ley que habían venido de todos los pueblos de Galilea y Judea, y de Jerusalén. El poder del Señor le hacía obrar curaciones. En esto, unos hombres trajeron en una camilla a un paralítico y trataban de introducirle, para ponerle delante de él. Pero no encontrando por dónde meterle, a causa de la multitud, subieron al terrado, le bajaron con la camilla a través de las tejas, y le pusieron en medio, delante de Jesús. Viendo Jesús la fe de ellos, dijo: «Hombre, tus pecados te quedan perdonados.» Los escribas y fariseos empezaron a pensar: «¿Quién es éste, que dice blasfemias? ¿Quién puede perdonar pecados sino sólo Dios?» Conociendo Jesús sus pensamientos, les dijo: «¿Qué estáis pensando en vuestros corazones? ¿Qué es más fácil, decir: "Tus pecados te quedan perdonados", o decir: "Levántate y anda"? Pues para que sepáis que el Hijo del hombre tiene en la tierra poder de perdonar pecados, - dijo al paralítico -: "A ti te digo, levántate, toma tu camilla y vete a tu casa".» Y al instante, levantándose delante de ellos, tomó la camilla en que yacía y se fue a su casa, glorificando a Dios. El asombro se apoderó de todos, y glorificaban a Dios. Y llenos de temor, decían: «Hoy hemos visto cosas increíbles.»

 

Aleluya, aleluya, aleluya.

El Hijo del hombre,
ha venido a servir,
quien quiera ser grande
se haga siervo de todos.

Aleluya, aleluya, aleluya.

Lucas narra este milagro mientras está rodeado de fariseos y maestros de la ley. El evangelista advierte de inmediato que "el poder del Señor le hacía obrar curaciones", es decir, la misericordia mostraba su fuerza de cambio, de curación, de fiesta de los curados y de sus amigos. Y esto provocaba no pocos interrogantes y preocupaciones a quienes confiaban en la ley y en la observancia de las reglas como paradigma de la salvación. La curación del paralítico llevado por sus amigos ante Jesús es fruto de su fe. El milagro se realiza por la fe de aquellos amigos, una fe hecha de amor, de tenacidad, de perseverancia. Querían llevar al amigo enfermo donde Jesús y, cuando ven la multitud agolpada ante la puerta, llegan a destapar el tejado para ponerlo delante del Señor. ¡Cuánto debemos aprender de esta actitud! Muchas veces la amistad entre nosotros es superficial, sentimental y resignada. Basta poco para olvidarnos los unos de los otros. Los amigos de aquel paralítico no hicieron así. Su ejemplo nos exhorta a hacernos cargo con amor de quien está enfermo, es pobre o indefenso. Se trata de crear una alianza afectiva entre los discípulos y los pobres, entre los discípulos y los enfermos. Esta alianza especial permite realizar estos milagros. El Evangelio nos enseña que el milagro comienza cuando se pone en el centro a aquel enfermo, un centro que no es sólo físico, sino del corazón. Y Jesús, viendo aquella fe, cura al paralítico de forma plena, más incluso de cuanto ellos se esperaban. De hecho, dirigiéndose a aquel enfermo le dice: "tus pecados te quedan perdonados". Jesús ve también el corazón del paralítico y la necesidad que tenía de ser perdonado. Y le concede la salud plena, la del cuerpo y la del corazón. Nosotros los creyentes debemos seguir haciendo en nuestros días lo que hicieron aquel grupo de amigos. Es bello poder decir que los cristianos son los amigos de los pobres, de los enfermos y de los débiles. Aquí se pone en marcha el cambio del mundo, el que Jesús ha venido a inaugurar sobre la tierra.

PALABRA DE DIOS TODOS LOS DÍAS: EL CALENDARIO

La oración es el corazón de la vida de la Comunidad de Sant’Egidio, su primera “obra”. Cuando termina el día todas las Comunidades, tanto si son grandes como si son pequeñas, se reúnen alrededor del Señor para escuchar su Palabra y dirigirse a Él en su invocación. Los discípulos no pueden sino estar a los pies de Jesús, como María de Betania, para elegir la “mejor parte” (Lc 10,42) y aprender de Él sus mismos sentimientos (cfr. Flp 2,5).

Siempre que la Comunidad vuelve al Señor, hace suya la súplica del discípulo anónimo: “¡Señor, enséñanos a orar” (Lc 11,1). Y Jesús, maestro de oración, continúa contestando: “Cuando oréis, decid: Abbá, Padre”.

Cuando oramos, aunque lo hagamos dentro de nuestro corazón, nunca estamos aislados ni somos huérfanos, porque somos en todo momento miembros de la familia del Señor. En la oración común se ve claramente, además del misterio de la filiación, el de la fraternidad.

Las Comunidades de Sant'Egidio que hay por el mundo se reúnen en los distintos lugares que destinan a la oración y presentan al Señor las esperanzas y los dolores de los hombres y mujeres “vejados y abatidos” de los que habla el Evangelio (Mt 9,37). En aquella gente de entonces se incluyen los habitantes de las ciudades contemporáneas, los pobres que son marginados de la vida, todos aquellos que esperan que alguien les contrate (cfr. Mt 20).

La oración común recoge el grito, la aspiración, el deseo de paz, de curación, de sentido de la vida y de salvación que hay en los hombres y las mujeres de este mundo. La oración nunca es vacía. Sube incesante al Señor para que el llanto se transforme en alegría, la desesperación en felicidad, la angustia en esperanza y la soledad en comunión. Y para que el Reino de Dios llegue pronto a los hombres.