ORACIÓN CADA DÍA

Oración por la Paz
Palabra de dios todos los dias

Oración por la Paz

Recuerdo de San Cirilo, obispo de Jerusalén (( 387). Oración por Jerusalén y por la paz en Tierra Santa. En la Basílica de Santa María in Trastevere se reza por la paz. Leer más

Libretto DEL GIORNO
Oración por la Paz
Lunes 18 de marzo

Recuerdo de San Cirilo, obispo de Jerusalén (( 387). Oración por Jerusalén y por la paz en Tierra Santa. En la Basílica de Santa María in Trastevere se reza por la paz.


Lectura de la Palabra de Dios

Gloria a ti, oh Señor, sea gloria a ti

Este es el Evangelio de los pobres,
la liberación de los prisioneros,
la vista de los ciegos,
la libertad de los oprimidos.

Gloria a ti, oh Señor, sea gloria a ti

Daniel 9,4b-10

Nosotros hemos pecado, hemos cometido iniquidad, hemos sido malos, no hemos rebelado y nos hemos apartado de tus mandamientos y de tus normas. No hemos escuchado a tus siervos los profetas que en tu nombre hablaban a nuestros reyes, a nuestros príncipes, a nuestros padres, a todo el pueblo de la tierra. A ti, Señor, la justicia, a nosotros la vergüenza en el rostro, como sucede en este día, a nosotros, a los hombres de Judá, a los habitantes de Jerusalén y a Israel entero, próximos y lejanos, en todos los países donde tú los dispersaste a causa de las infidelidades que cometieron contra ti. Yahveh, a nosotros la vergüenza, a nuestros reyes, a nuestros príncipes, a nuestros padres, porque hemos pecado contra ti. Al Señor Dios nuestro, la piedad y el perdón, porque nos hemos rebelado contra él, y no hemos escuchado la voz de Yahveh nuestro Dios para seguir sus leyes, que él nos había dado por sus siervos los profetas.

 

Gloria a ti, oh Señor, sea gloria a ti

El Hijo del hombre,
ha venido a servir,
quien quiera ser grande
se haga siervo de todos.

Gloria a ti, oh Señor, sea gloria a ti

Mientras seguimos caminando en este tiempo de Cuaresma la liturgia de la Iglesia pone en nuestros labios esta oración que el profeta Daniel dirige al Señor por todo el pueblo. Las palabras del profeta comienzan con una sincera confesión de la infidelidad de todo el pueblo hacia Dios, quien por su parte había mantenido el pacto sellado en el Sinaí. Esta traición no tenía excusa: el pueblo y sus gobernantes habían sido advertidos, de generación en generación, por los profetas enviados por Dios precisamente para ponerles en guardia contra la infidelidad. Por ello confiesa: "Tú, Señor, eres justo; a nosotros hoy nos humilla la vergüenza" (v. 7). El profeta reconoce en la oración que la vergüenza es ahora un sentimiento compartido por todos los judíos, ya estén en la patria o en cualquier tierra de exilio en la que residan. Todos, sin distinción de clase ni de cualquier otro tipo, son conscientes de este grave pecado, que es el origen de todas las tragedias que se abaten sobre Israel. Daniel sabe bien que la ruptura del pacto exigiría una condena por parte de Dios. Y sin embargo la oración que el profeta dirige al Señor es atrevida: quiere hacer que su corazón se doblegue para que sea misericordioso con su pueblo. La confesión de las culpas abre el camino, ciertamente, a la petición de perdón invocado por el profeta sobre la ciudad y el pueblo, pero es precisamente la confianza en la misericordia de Dios la que permite albergar esperanzas de recibir el perdón. El Señor escuchará la oración de Daniel y le indicará un tiempo definido para "poner fin al delito, sellar los pecados y expiar la culpa" (cfr. Dn 9, 24): las setenta semanas tras las cuales tendrá lugar el perdón jubilar. La fe en la misericordia de Dios es la razón de la eficacia de la oración de Daniel. Es lo que en varias ocasiones repite Jesús a los discípulos, y también a nosotros.

PALABRA DE DIOS TODOS LOS DÍAS: EL CALENDARIO

La oración es el corazón de la vida de la Comunidad de Sant’Egidio, su primera “obra”. Cuando termina el día todas las Comunidades, tanto si son grandes como si son pequeñas, se reúnen alrededor del Señor para escuchar su Palabra y dirigirse a Él en su invocación. Los discípulos no pueden sino estar a los pies de Jesús, como María de Betania, para elegir la “mejor parte” (Lc 10,42) y aprender de Él sus mismos sentimientos (cfr. Flp 2,5).

Siempre que la Comunidad vuelve al Señor, hace suya la súplica del discípulo anónimo: “¡Señor, enséñanos a orar” (Lc 11,1). Y Jesús, maestro de oración, continúa contestando: “Cuando oréis, decid: Abbá, Padre”.

Cuando oramos, aunque lo hagamos dentro de nuestro corazón, nunca estamos aislados ni somos huérfanos, porque somos en todo momento miembros de la familia del Señor. En la oración común se ve claramente, además del misterio de la filiación, el de la fraternidad.

Las Comunidades de Sant'Egidio que hay por el mundo se reúnen en los distintos lugares que destinan a la oración y presentan al Señor las esperanzas y los dolores de los hombres y mujeres “vejados y abatidos” de los que habla el Evangelio (Mt 9,37). En aquella gente de entonces se incluyen los habitantes de las ciudades contemporáneas, los pobres que son marginados de la vida, todos aquellos que esperan que alguien les contrate (cfr. Mt 20).

La oración común recoge el grito, la aspiración, el deseo de paz, de curación, de sentido de la vida y de salvación que hay en los hombres y las mujeres de este mundo. La oración nunca es vacía. Sube incesante al Señor para que el llanto se transforme en alegría, la desesperación en felicidad, la angustia en esperanza y la soledad en comunión. Y para que el Reino de Dios llegue pronto a los hombres.