ORACIÓN CADA DÍA

Memoria de los pobres
Palabra de dios todos los dias
Libretto DEL GIORNO
Memoria de los pobres
Lunes 25 de mayo


Lectura de la Palabra de Dios

Aleluya, aleluya, aleluya.

Este es el Evangelio de los pobres,
la liberación de los prisioneros,
la vista de los ciegos,
la libertad de los oprimidos.

Aleluya, aleluya, aleluya.

Hechos de los Apóstoles 19,1-8

Mientras Apolo estaba en Corinto, Pablo atravesó las regiones altas y llegó a Éfeso donde encontró algunos discípulos; les preguntó: «¿Recibisteis el Espíritu Santo cuando abrazasteis la fe?» Ellos contestaron: «Pero si nosotros no hemos oído decir siquiera que exista el Espíritu Santo.» El replicó: «¿Pues qué bautismo habéis recibido?» - «El bautismo de Juan», respondieron. Pablo añadió: «Juan bautizó con un bautismo de conversión, diciendo al pueblo que creyesen en el que había de venir después de él, o sea en Jesús.» Cuando oyeron esto, fueron bautizados en el nombre del Señor Jesús. Y, habiéndoles Pablo impuesto las manos, vino sobre ellos el Espíritu Santo y se pusieron a hablar en lenguas y a profetizar. Eran en total unos doce hombres. Entró en la sinagoga y durante tres meses hablaba con valentía, discutiendo acerca del Reino de Dios e intentando convencerles.

 

Aleluya, aleluya, aleluya.

El Hijo del hombre,
ha venido a servir,
quien quiera ser grande
se haga siervo de todos.

Aleluya, aleluya, aleluya.

Pablo se queda en Éfeso durante tres años y lo convierte en el centro de su misión. Desde allí va a fundar comunidades cristianas a otras ciudades como Colosas, Laodicea y Hierápolis. Y desde Éfeso escribe varias cartas a sus comunidades, como la de los Corintios. Apenas llegar a la ciudad, Pablo encuentra a algunos discípulos del Bautista y comprende de inmediato la oportunidad que se le brinda para hacer que aumenten su fe. Habían dejado de seguir el hebraísmo y habían abrazado la profecía del Bautista, el precursor. Había llegado el momento de que conocieran a aquel Maestro a quien el Bautista había preparado el camino. Esta pequeña historia es una gran lección, porque muestra la atención de Pablo por aprovechar cualquier oportunidad de anunciar el Evangelio, la disposición por atender todas las peticiones de conversión, que muchas veces están ocultas en el corazón de los hombres. Pablo entiende que aquellos seguidores del Bautista quieren convertirse y les acompaña en su camino espiritual: les comunica el Evangelio hasta que llega el momento del Bautismo. Y mientras les impone las manos, el Espíritu Santo entra en el corazón de aquellos doce creyentes y los transforma en discípulos de Jesús. El Espíritu muestra inmediatamente su fuerza a aquellos nuevos bautizados que "se pusieron a hablar en lenguas y a profetizar", indica Lucas. Pablo nos enseña a estar atentos a la necesidad de ayuda y de misericordia que se oculta en el corazón de muchos. Efectivamente, hay una gran sed del Evangelio en todo el mundo. Es tarea nuestra estar atentos y comunicar a todos la Palabra de Dios que calma la sed de vida eterna.

PALABRA DE DIOS TODOS LOS DÍAS: EL CALENDARIO

La oración es el corazón de la vida de la Comunidad de Sant’Egidio, su primera “obra”. Cuando termina el día todas las Comunidades, tanto si son grandes como si son pequeñas, se reúnen alrededor del Señor para escuchar su Palabra y dirigirse a Él en su invocación. Los discípulos no pueden sino estar a los pies de Jesús, como María de Betania, para elegir la “mejor parte” (Lc 10,42) y aprender de Él sus mismos sentimientos (cfr. Flp 2,5).

Siempre que la Comunidad vuelve al Señor, hace suya la súplica del discípulo anónimo: “¡Señor, enséñanos a orar” (Lc 11,1). Y Jesús, maestro de oración, continúa contestando: “Cuando oréis, decid: Abbá, Padre”.

Cuando oramos, aunque lo hagamos dentro de nuestro corazón, nunca estamos aislados ni somos huérfanos, porque somos en todo momento miembros de la familia del Señor. En la oración común se ve claramente, además del misterio de la filiación, el de la fraternidad.

Las Comunidades de Sant'Egidio que hay por el mundo se reúnen en los distintos lugares que destinan a la oración y presentan al Señor las esperanzas y los dolores de los hombres y mujeres “vejados y abatidos” de los que habla el Evangelio (Mt 9,37). En aquella gente de entonces se incluyen los habitantes de las ciudades contemporáneas, los pobres que son marginados de la vida, todos aquellos que esperan que alguien les contrate (cfr. Mt 20).

La oración común recoge el grito, la aspiración, el deseo de paz, de curación, de sentido de la vida y de salvación que hay en los hombres y las mujeres de este mundo. La oración nunca es vacía. Sube incesante al Señor para que el llanto se transforme en alegría, la desesperación en felicidad, la angustia en esperanza y la soledad en comunión. Y para que el Reino de Dios llegue pronto a los hombres.