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Ayuda a la Comunidad |
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Ser extranjero La presencia de extranjeros entre las personas sin techo merece un discurso a parte. En general, se trata de jóvenes que acaban de llegar al país, en busca de una situación laboral estable, que en un primer periodo de integración se encuentran desprovistos de alojamiento a causa de la falta de estructuras de acogida o porque es muy difícil encontrar vivienda por la desconfianza de los propietarios para alquilar casas a extranjeros. Son personas que emigran con la esperanza de poder trabajar pronto y enviar dinero a sus familias. Otros son refugiados en espera de reencontrarse con sus familias en otros países. La experiencia de la calle se convierte en un primer difícil estadio, absolutamente indeseado, para integrarse. Culturalmente, contrariamente a cuanto se podría pensar, los extranjeros están muy lejos de aceptar sin sufrimiento la vida en la calle, aunque sólo sea temporalmente. Mejor dicho, esta condición es fuente de vergüenza y de gran humillación, pero en la realidad se convierte en un paso obligado. Algunos, a pesar de haber encontrado un trabajo, están obligados a continuar viviendo en la calle. Tan sólo en una pequeña parte se perfilan itinerarios de marginación similares a los de los jóvenes italianos, con el problema añadido de encontrarse en un país que no es el suyo, de no conocer el idioma, de no saber a quién pedir ayuda y, sobretodo, de tener miedo de hacerlo. La nostalgia La nostalgia del afecto familiar y del país lejano, común a todos los extranjeros de cualquier condición, se convierte para quien se encuentra en la calle, en un sentimiento agudo añadido a las tantas dificultades de la vida cotidiana y a la incertidumbre por el futuro, que a veces es fuente de rabia. Hombres acorralados Los extranjeros sin techo son los más expuestos a los peligros de la vida en la calle: tienen menos posibilidades de ser acogidos en las escasas estructuras disponibles, porque son jóvenes y a menudo no tienen los documentos en regla. Se refugian durante la noche en sitios escondidos, por el miedo a que los echen: bajo los puentes, en edificios peligrosos, a lo largo de las vías del tren. No es casualidad que a menudo encuentren la muerte precisamente por la necesidad de esconderse, aceptando situaciones de peligro. Cuando se encuentran mal físicamente, si no tienen los papeles en regla, difícilmente se dirigen a los hospitales por miedo a ser entregados a la policía. Cuando se presentan en urgencias no siempre son acogidos con la debida atención, también por su dificultad a comunicarse, lo que agrava situaciones de salud delicadas por la vida de la calle. Lejos de casa Algunos de ellos se vuelven alcohólicos en la calle, abandonando así a veces las tradiciones religiosas de origen, como en el caso de los musulmanes. El problema de beber alcohol lo viven no sólo con vergüenza sino también como una grave trasgresión religiosa: es una condena más que se añade a la condena pesada de no tener donde vivir. Es la conciencia de un doble fracaso: no haber sido capaces de conseguir o mantener una casa y un trabajo y además haber traicionado la religión. Esta situación provoca mucho sufrimiento: estas personas no abandonan nunca el deseo de superarlo, pero a causa del aislamiento en el que viven, no encuentran la fuerza para hacerlo. En algunos periodos se hace todavía más evidente: por ejemplo, los musulmanes durante el mes de Ramadan. Esta transformación improvista también se produce en los extranjeros provenientes de otros países que, si encuentran trabajo, en muy poco tiempo vuelven a llevar una vida normal y encuentran la confianza de un futuro mejor. El aislamiento que los emigrantes viven se agrava por la hostilidad que sufren por parte de sus compañeros de calle no extranjeros. La lucha por la supervivencia es dura y las personas sin techo italianas perciben la presencia de los extranjeros, algunas veces más numerosos, como una amenaza a sus posibilidades de disfrutar de los insuficientes servicios que existen a su favor. Se genera una desagradable guerra entre pobres causada por la carencia de estructuras y servicios. Donde la acogida está garantizada tanto para extranjeros como para italianos, la convivencia no crea problemas, al contrario, nacen pequeñas formas de solidaridad. |
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