LA POBREZA EN LOS ANCIANOS
En Trastevere y en los barrios de la periferia, los ancianos que encontramos a menudo vivían solos y en condiciones de abandono.
Los ancianos, en los años setenta y ochenta, a menudo llevaban en sus espaldas historias de sufrimiento. De sus explicaciones surgía una Roma enferma de pobreza y de soledad: la expulsión del centro histórico, el destierro en las barriadas de la periferia durante el fascismo. Para estos ancianos, la guerra, era la memoria central, la tragedia de la propia vida. Y la vida durante el periodo de posguerra, las ilusiones de juventud, las historias de amor, las historias desoledad, la viudedad. Historias de generaciones que han vivido para responder a las necesidades primarias, que han experimentado la emigración para encontrar trabajo, que han esperado durante décadas tener una casa viviendo en barracas, que no han podido curarse como hubieran debido por la falta de medios, que no han conocido el consumismo. Pero estas historias no son solo historias de ancianos romanos, sino de tantos ancianos en cualquier parte del mundo, que han atravesado el siglo XX.
En estos ancianos con cuerpo enfermo, marcado por las privaciones y fatigas, emergía un gran deseo de vivir. Y también una pregunta que se repetía: ¿para quién y para qué vivir? Es el drama del anciano que se siente "viejo" y superado, que es dejado de lado, a menudo no respetado e ignorado incluso por aquellos que tiene más cerca.
Treinta años de solidaridad con los ancianos nos permiten responder hoy a muchas preguntas. "¿Para quién existo? ¿A quién le importo?". Ayudar a los ancianos en los momentos difíciles de su vida ha significado restituirles un sentido, una razón para vivir precisamente a partir de la convicción que la vida es siempre un valor. Ha sido una historia de proximidad que ha cambiado nuestra mentalidad y la del ambiente que rodea a los ancianos.