ORACIÓN CADA DÍA

Memoria de los apóstoles
Palabra de dios todos los dias

Memoria de los apóstoles

Memoria del apóstol Andrés.
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Libretto DEL GIORNO
Memoria de los apóstoles

Salmo responsorial

Salmo 9b

¿Por qué, Yahveh, te quedas lejos,
te escondes en las horas de la angustia?

Por el orgullo del impío es perseguido el desdichado,
queda preso en la trampa que le ha urdido.

Sí, el impío se jacta de los antojos de su alma,
el avaro que bendice menosprecia a Yahveh,

"el impío, insolente, no le busca:
""¡No hay Dios!"", es todo lo que piensa. "

En todo tiempo se afianzan sus caminos,
allá arriba tus juicios muy lejos de él están,
a todos sus rivales da soplidos.

"Dice en su corazón: ""¡Jamás vacilaré!""
porque en desgracia no se ve,"

maldice.
De fraude y perfidia está llena su boca,
bajo su lengua sólo maldad e iniquidad;

al acecho se aposta entre las cañas
en los recodos mata al inocente.
Todo ojos, espía al desvalido,

al acecho escondido como león en su guarida,
al acecho para atrapar al desdichado,
atrapa al desdichado arrastrándole en su red.

Espía, se agazapa, se encoge,
el desvalido cae en su poder;

"dice en su corazón: ""Dios se ha olvidado,
tiene tapado el rostro, no ha de ver jamás."""

¡Levántate, Yahveh, alza tu mano, oh Dios!
¡No te olvides de los desdichados!

"¿Por qué el impío menosprecia a Dios,
dice en su corazón: ""No vendrás a indagar?"""

Lo has visto ya, que la pena y la tristeza
las miras tú para tomarlas en tu mano:
el desvalido se abandona a ti,
tú socorres al huérfano.

¡Quiebra el brazo del impío, del malvado;
indaga su impiedad sin dejar rastro!

¡Yahveh es rey por siempre, por los siglos;
los gentiles han sido barridos de su tierra!

El deseo de los humildes escuchas tú, Yahveh,
su corazón confortas, alargas tus oídos,

para hacer justicia al huérfano, al vejado:
¡cese de dar terror el hombre salido de la tierra!

PALABRA DE DIOS TODOS LOS DÍAS: EL CALENDARIO

La oración es el corazón de la vida de la Comunidad de Sant’Egidio, su primera “obra”. Cuando termina el día todas las Comunidades, tanto si son grandes como si son pequeñas, se reúnen alrededor del Señor para escuchar su Palabra y dirigirse a Él en su invocación. Los discípulos no pueden sino estar a los pies de Jesús, como María de Betania, para elegir la “mejor parte” (Lc 10,42) y aprender de Él sus mismos sentimientos (cfr. Flp 2,5).

Siempre que la Comunidad vuelve al Señor, hace suya la súplica del discípulo anónimo: “¡Señor, enséñanos a orar” (Lc 11,1). Y Jesús, maestro de oración, continúa contestando: “Cuando oréis, decid: Abbá, Padre”.

Cuando oramos, aunque lo hagamos dentro de nuestro corazón, nunca estamos aislados ni somos huérfanos, porque somos en todo momento miembros de la familia del Señor. En la oración común se ve claramente, además del misterio de la filiación, el de la fraternidad.

Las Comunidades de Sant'Egidio que hay por el mundo se reúnen en los distintos lugares que destinan a la oración y presentan al Señor las esperanzas y los dolores de los hombres y mujeres “vejados y abatidos” de los que habla el Evangelio (Mt 9,37). En aquella gente de entonces se incluyen los habitantes de las ciudades contemporáneas, los pobres que son marginados de la vida, todos aquellos que esperan que alguien les contrate (cfr. Mt 20).

La oración común recoge el grito, la aspiración, el deseo de paz, de curación, de sentido de la vida y de salvación que hay en los hombres y las mujeres de este mundo. La oración nunca es vacía. Sube incesante al Señor para que el llanto se transforme en alegría, la desesperación en felicidad, la angustia en esperanza y la soledad en comunión. Y para que el Reino de Dios llegue pronto a los hombres.