ORACIÓN CADA DÍA

Memoria de los santos y de los profetas
Palabra de dios todos los dias
Libretto DEL GIORNO
Memoria de los santos y de los profetas


Lectura de la Palabra de Dios

Aleluya, aleluya, aleluya.

Ustedes son una estirpe elegida,
un sacerdocio real, nación santa,
pueblo adquirido por Dios
para proclamar sus maravillas.

Aleluya, aleluya, aleluya.

Esdras 4,1-24

Cuando los enemigos de Judá y de Benjamín se enteraron de que los deportados estaban edificando un santuario a Yahveh, Dios de Israel, se presentaron a Zorobabel, a Josué y a los cabezas de familia, y les dijeron: "Vamos a edificar junto con vosotros, porque, como vosotros, buscamos a vuestro Dios y le sacrificamos, desde los tiempos de Asarjaddón, rey de Asiria, que nos trajo aquí." Zorobabel, Josué y los restantes cabezas de familia israelitas les contestaron: "No podemos edificar juntos nosotros y vosotros una Casa a nuestro Dios: a nosotros solos nos toca construir para Yahveh, Dios de Israel, como nos lo ha mandado Ciro, rey de Persia." Entonces el pueblo de la tierra se puso a desanimar al pueblo de Judá y a meterles miedo para que no siguiesen edificando; y sobornaron contra ellos a algunos consejeros para hacer fracasar su proyecto; así durante todo el tiempo de Ciro, rey de Persia, hasta el reinado de Darío, rey de Persia. Bajo el reinado de Jerjes, al comienzo de su reinado, presentaron ellos por escrito una denuncia contra los habitantes de Judá y Jerusalén. En tiempo de Artajerjes, Mitrídates, Tabeel y demás colegas suyos escribieron contra Jerusalén a Artajerjes, rey de Persia. El texto del documento estaba en escritura aramea y en lengua aramea. Rejum, gobernador, y Simsay, secretario, escribieron al rey Artajerjes contra Jerusalén una carta. - Rejum el gobernador, Simsay el secretario y demás colegas; los jueces y los legados, funcionarios persas; las gentes de Uruk, de Babilonia y de Susa - es decir los elamitas - y los restantes pueblos que el gran Asurbanipal deportó y estableció en las ciudades de Samaría y en el resto de Transeufratina. Esta es la copia de la carta que le enviaron: "Al rey Artajerjes, tus servidores, las gentes de Transeufratina, etc. Ha de saber el rey que los judíos que subieron de tu lado hacia nosotros y llegaron a Jerusalén están reconstruyendo esta ciudad rebelde y perversa; tratan de levantar las murallas, y ya han echado los cimientos. Sepa, pues, el rey, que si esta ciudad se reconstruye y se levantan sus murallas, no se pagarán más impuestos, contribución ni peaje, y al fin esta ciudad perjudicará a los reyes. Ahora bien, a nosotros, puesto que comemos la sal del palacio, nos resulta intolerable ver esta afrenta que se hace al rey; por eso enviamos al rey esta denuncia, para que se investigue en las Memorias de tus padres: en estas Memorias encontrarás y te enterarás de que esta ciudad es una ciudad rebelde, molesta para los reyes y las provincias, y que en ella se han fomentado insurrecciones desde antiguo. Por este motivo fue destruida esta ciudad. Nosotros informamos al rey que, si esta ciudad se reconstruye y se levantan sus murallas, bien pronto ya no tendrás más territorios en Transeufratina." El rey envió esta respuesta: "A Rejum, gobernador, a Simsay, secretario, y a los restantes colegas residentes en Samaría y demás lugares en Transeufratina, paz, etc. El documento que nos habéis enviado ha sido traducido y leído en mi presencia. Di orden de que se investigase, y se ha encontrado que esta ciudad se ha venido rebelando contra los reyes desde antiguo, y que por ella se han fomentado revueltas e insurrecciones. Que hubo en Jerusalén reyes poderosos, cuyo dominio se extendía sobre toda Transeufratina: se les pagaba impuestos, contribuciones y peaje. Ordenad, pues, que se interrumpa la empresa de esos hombres: esa ciudad no debe ser reconstruida hasta nueva orden. Guardaos de actuar con negligencia en este asunto, no sea que el mal aumente en perjuicio de los reyes." En cuanto la copia del documento del rey Artajerjes fue leída ante Rejum, el gobernador, Simsay, el secretario , y sus colegas, salieron a toda prisa hacia Jerusalén, donde los judíos, y les obligaron a suspender sus obras por la fuerza de las armas. Así se suspendieron las obras de la Casa de Dios en Jerusalén: quedaron interrumpidas hasta el año segundo del reinado de Darío, rey de Persia.

 

Aleluya, aleluya, aleluya.

Ustedes serán santos
porque yo soy santo, dice el Señor.

Aleluya, aleluya, aleluya.

El capítulo cuarto del libro de Esdras muestra las dificultades que los deportados encuentran en la reconstrucción del templo. Éstas provenían de algunos grupos que no habían vivido el exilio. Ellos temían que la reconstrucción del templo constituyera un serio peligro contra los privilegios que habían conquistado durante el período del exilio. Buscaron un acuerdo pero a costa de la claridad de la fe. Sin embargo, Zorobabel, Josué y los demás responsables de Israel correctamente rechazaron toda contaminación de la fe. Puede suceder que la casa de Dios pueda estar todavía hoy sujeta a contiendas que nada tienen que ver con la tarea que ella debe desempeñar, es decir, ser el lugar de la oración y del encuentro con el Señor. En cualquier lugar, también hoy, se puede interpretar o transformar la casa de Dios en un lugar donde encontrar compromisos para salvar el pequeño propio poder. La pureza de la fe, la claridad del carisma, no pueden ponerse en peligro por presuntos compromisos. La ambigüedad de la petición de los "enemigos de Judá" se manifiesta inmediatamente con una plan para hacer fracasar la reconstrucción del templo. Éstos envían una carta al rey de Persia Artajerjes en la que desacreditan a Jerusalén calificándola de ciudad rebelde y malvada que desde siempre se ha rebelado contra los ocupantes extranjeros. La respuesta del rey obliga a interrumpir los trabajos del templo: "salieron a toda prisa hacia Jerusalén, donde los judíos, y, por la fuerza de las armas, los obligaron a suspender las obras. Así se suspendieron las obras del templo de Dios en Jerusalén". La historia está marcada por la hostilidad contra la casa de Dios. El mismo templo de Jerusalén será destruido por los romanos en el 70 d.C. y nunca más reconstruido. ¡Cuántas iglesias y lugares de culto han sido destruidos por la violencia de los hombres! En efecto, en un mundo dominado por el materialismo y la sed de poder, la casa de Dios es una pregunta que pone a la luz nuestra necesidad y nuestra situación. La Palabra de Dios nos advierte para que no cedamos a las dificultades y no desistamos de ocuparnos de los lugares de su presencia en medio de nosotros.

PALABRA DE DIOS TODOS LOS DÍAS: EL CALENDARIO

La oración es el corazón de la vida de la Comunidad de Sant’Egidio, su primera “obra”. Cuando termina el día todas las Comunidades, tanto si son grandes como si son pequeñas, se reúnen alrededor del Señor para escuchar su Palabra y dirigirse a Él en su invocación. Los discípulos no pueden sino estar a los pies de Jesús, como María de Betania, para elegir la “mejor parte” (Lc 10,42) y aprender de Él sus mismos sentimientos (cfr. Flp 2,5).

Siempre que la Comunidad vuelve al Señor, hace suya la súplica del discípulo anónimo: “¡Señor, enséñanos a orar” (Lc 11,1). Y Jesús, maestro de oración, continúa contestando: “Cuando oréis, decid: Abbá, Padre”.

Cuando oramos, aunque lo hagamos dentro de nuestro corazón, nunca estamos aislados ni somos huérfanos, porque somos en todo momento miembros de la familia del Señor. En la oración común se ve claramente, además del misterio de la filiación, el de la fraternidad.

Las Comunidades de Sant'Egidio que hay por el mundo se reúnen en los distintos lugares que destinan a la oración y presentan al Señor las esperanzas y los dolores de los hombres y mujeres “vejados y abatidos” de los que habla el Evangelio (Mt 9,37). En aquella gente de entonces se incluyen los habitantes de las ciudades contemporáneas, los pobres que son marginados de la vida, todos aquellos que esperan que alguien les contrate (cfr. Mt 20).

La oración común recoge el grito, la aspiración, el deseo de paz, de curación, de sentido de la vida y de salvación que hay en los hombres y las mujeres de este mundo. La oración nunca es vacía. Sube incesante al Señor para que el llanto se transforme en alegría, la desesperación en felicidad, la angustia en esperanza y la soledad en comunión. Y para que el Reino de Dios llegue pronto a los hombres.