ORACIÓN CADA DÍA

Liturgia del domingo
Palabra de dios todos los dias

Liturgia del domingo

II de Adviento
Recuerdo de San Nicolás (+ 350). Fue obispo en Asia menor (la actual Turquía), y es venerado en todo Oriente.
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Libretto DEL GIORNO
Liturgia del domingo

Primera Lectura

Baruc 5,1-9

Jerusalén, quítate tu ropa de duelo y aflición,
y vístete para siempre el esplendor de la gloria que
viene de Dios. Envuélvete en el manto de la justicia que procede de Dios,
pon en tu cabeza la diadema de gloria del Eterno. Porque Dios mostrará tu esplendor a todo lo que hay bajo el cielo. Pues tu nombre se llamará de parte de Dios para siempre:
«Paz de la Justicia» y «Gloria de la Piedad». Levántate, Jerusalén, sube a la altura,
tiende tu vista hacia Oriente
y ve a tus hijos reunidos desde oriente a occidente,
a la voz del Santo, alegres del recuerdo de Dios. Salieron de ti a pie,
llevados por enemigos,
pero Dios te los devuelve
traídos con gloria, como un trono real. Porque ha ordenado Dios que sean rebajados
todo monte elevado y los collados eternos,
y comados los valles hasta allanar la tierra,
para que Israel marche en seguro bajo la gloria de
Dios. Y hasta las selvas y todo árbol aromático
darán sombra a Israel por orden de Dios. Porque Dios guiará a Israel con alegría a la luz de su gloria,
con la misericordia y la justicia que vienen de él.
Copia de la carta que envió Jeremías a los que iban a ser
llevados cautivos a Babilonia por el rey de los
babilonios, para comunicarles lo que Dios le había
ordenado.

PALABRA DE DIOS TODOS LOS DÍAS: EL CALENDARIO

La oración es el corazón de la vida de la Comunidad de Sant’Egidio, su primera “obra”. Cuando termina el día todas las Comunidades, tanto si son grandes como si son pequeñas, se reúnen alrededor del Señor para escuchar su Palabra y dirigirse a Él en su invocación. Los discípulos no pueden sino estar a los pies de Jesús, como María de Betania, para elegir la “mejor parte” (Lc 10,42) y aprender de Él sus mismos sentimientos (cfr. Flp 2,5).

Siempre que la Comunidad vuelve al Señor, hace suya la súplica del discípulo anónimo: “¡Señor, enséñanos a orar” (Lc 11,1). Y Jesús, maestro de oración, continúa contestando: “Cuando oréis, decid: Abbá, Padre”.

Cuando oramos, aunque lo hagamos dentro de nuestro corazón, nunca estamos aislados ni somos huérfanos, porque somos en todo momento miembros de la familia del Señor. En la oración común se ve claramente, además del misterio de la filiación, el de la fraternidad.

Las Comunidades de Sant'Egidio que hay por el mundo se reúnen en los distintos lugares que destinan a la oración y presentan al Señor las esperanzas y los dolores de los hombres y mujeres “vejados y abatidos” de los que habla el Evangelio (Mt 9,37). En aquella gente de entonces se incluyen los habitantes de las ciudades contemporáneas, los pobres que son marginados de la vida, todos aquellos que esperan que alguien les contrate (cfr. Mt 20).

La oración común recoge el grito, la aspiración, el deseo de paz, de curación, de sentido de la vida y de salvación que hay en los hombres y las mujeres de este mundo. La oración nunca es vacía. Sube incesante al Señor para que el llanto se transforme en alegría, la desesperación en felicidad, la angustia en esperanza y la soledad en comunión. Y para que el Reino de Dios llegue pronto a los hombres.