ORACIÓN CADA DÍA

Memoria de la Madre del Señor
Palabra de dios todos los dias
Libretto DEL GIORNO
Memoria de la Madre del Señor

Salmo responsorial

Salmo 21 (22)

Dios mío, Dios mío, ¿por qué me has abandonado?
¡lejos de mi salvación la voz de mis rugidos!

Dios mío, de día clamo, y no respondes,
también de noche, no hay silencio para mí.

¡Mas tú eres el Santo,
que moras en las laudes de Israel!

En ti esperaron nuestros padres,
esperaron y tú los liberaste;

a ti clamaron, y salieron salvos,
en ti esperaron, y nunca quedaron confundidos.

Y yo, gusano, que no hombre,
vergüenza del vulgo, asco del pueblo,

todos los que me ven de mí se mofan,
tuercen los labios, menean la cabeza:

Se confió a Yahveh, ¡pues que él le libre,
que le salve, puesto que le ama!

Sí, tú del vientre me sacaste,
me diste confianza a los pechos de mi madre;

a ti fui entregado cuando salí del seno,
desde el vientre de mi madre eres tú mi Dios.

¡No andes lejos de mí, que la angustia está cerca,
no hay para mí socorro!

Novillos innumerables me rodean,
acósanme los toros de Basán;

ávidos abren contra mí sus fauces;
leones que desgarran y rugen.

Como el agua me derramo,
todos mis huesos se dislocan,
mi corazón se vuelve como cera,
se me derrite entre mis entrañas.

Está seco mi paladar como una teja
y mi lengua pegada a mi garganta;
tú me sumes en el polvo de la muerte.

Perros innumerables me rodean,
una banda de malvados me acorrala
como para prender mis manos y mis pies.

Puedo contar todos mis huesos;
ellos me observan y me miran,

repártense entre sí mis vestiduras
y se sortean mi túnica.

¡Mas tú, Yahveh, no te estés lejos,
corre en mi ayuda, oh fuerza mía,

libra mi alma de la espada,
mi única de las garras del perro;

sálvame de las fauces del león,
y mi pobre ser de los cuernos de los búfalos!

¡Anunciaré tu nombre a mis hermanos,
en medio de la asamblea te alabaré!:

Los que a Yahveh teméis, dadle alabanza,
raza toda de Jacob, glorificadle,
temedle, raza toda de Israel.

Porque no ha despreciado
ni ha desdeñado la miseria del mísero;
no le ocultó su rostro,
mas cuando le invocaba le escuchó.

De ti viene mi alabanza en la gran asamblea,
mis votos cumpliré ante los que le temen.

" Los pobres comerán, quedarán hartos,
los que buscan a Yahveh le alabarán:
""¡Viva por siempre vuestro corazón!"""

Le recordarán y volverán a Yahveh todos los confines de la tierra,
ante él se postrarán todas las familias de las gentes.

Que es de Yahveh el imperio, del señor de las naciones.

Ante él solo se postrarán todos los poderosos de la tierra,
ante él se doblarán cuantos bajan al polvo.
Y para aquél que ya no viva,

le servirá su descendencia:
ella hablará del Señor a la edad

venidera,
contará su justicia al pueblo por nacer:
Esto hizo él.

PALABRA DE DIOS TODOS LOS DÍAS: EL CALENDARIO

La oración es el corazón de la vida de la Comunidad de Sant’Egidio, su primera “obra”. Cuando termina el día todas las Comunidades, tanto si son grandes como si son pequeñas, se reúnen alrededor del Señor para escuchar su Palabra y dirigirse a Él en su invocación. Los discípulos no pueden sino estar a los pies de Jesús, como María de Betania, para elegir la “mejor parte” (Lc 10,42) y aprender de Él sus mismos sentimientos (cfr. Flp 2,5).

Siempre que la Comunidad vuelve al Señor, hace suya la súplica del discípulo anónimo: “¡Señor, enséñanos a orar” (Lc 11,1). Y Jesús, maestro de oración, continúa contestando: “Cuando oréis, decid: Abbá, Padre”.

Cuando oramos, aunque lo hagamos dentro de nuestro corazón, nunca estamos aislados ni somos huérfanos, porque somos en todo momento miembros de la familia del Señor. En la oración común se ve claramente, además del misterio de la filiación, el de la fraternidad.

Las Comunidades de Sant'Egidio que hay por el mundo se reúnen en los distintos lugares que destinan a la oración y presentan al Señor las esperanzas y los dolores de los hombres y mujeres “vejados y abatidos” de los que habla el Evangelio (Mt 9,37). En aquella gente de entonces se incluyen los habitantes de las ciudades contemporáneas, los pobres que son marginados de la vida, todos aquellos que esperan que alguien les contrate (cfr. Mt 20).

La oración común recoge el grito, la aspiración, el deseo de paz, de curación, de sentido de la vida y de salvación que hay en los hombres y las mujeres de este mundo. La oración nunca es vacía. Sube incesante al Señor para que el llanto se transforme en alegría, la desesperación en felicidad, la angustia en esperanza y la soledad en comunión. Y para que el Reino de Dios llegue pronto a los hombres.