ORACIÓN CADA DÍA

Memoria de Jesús crucificado
Palabra de dios todos los dias

Memoria de Jesús crucificado

Oración por la unidad de las Iglesias. Recuerdo especial de las Iglesias y comunidades eclesiales (luteranas, reformadas, metodistas, baptistas y pentecostales).
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Libretto DEL GIORNO
Memoria de Jesús crucificado

Oración por la unidad de las Iglesias. Recuerdo especial de las Iglesias y comunidades eclesiales (luteranas, reformadas, metodistas, baptistas y pentecostales).


Lectura de la Palabra de Dios

Aleluya, aleluya, aleluya.

Este es el Evangelio de los pobres,
la liberación de los prisioneros,
la vista de los ciegos,
la libertad de los oprimidos.

Aleluya, aleluya, aleluya.

Tobías 2,1-8

En el reinado de Asarjaddón pude regresar a mi casa y me fue devuelta mi mujer Ana y mi hijo Tobías. En nuestra solemnidad de Pentecostés, que es la santa solemnidad de las Semanas, me habían preparado una excelente comida y me dispuse a comer. Cuando me presentaron la mesa, con numerosos manjares, dije a mi hijo Tobías: «Hijo, ve a buscar entre nuestros hermanos deportados en Nínive a algún indigente que se acuerde del Señor y tráelo para que coma con nosotros. Te esperaré hasta que vuelvas, hijo mío.» Fuese, pues, Tobías a buscar a alguno de nuestros hermanos pobres, y cuando regresó me dijo: «Padre.» Le respondí: «¿Qué hay, hijo?» Contestó: «Padre, han asesinado a uno de los nuestros; le han estrangulado y le han arrojado en la plaza del mercado y aún está allí.» Me levanté al punto y sin probar la comida, alcé el cadáver de la plaza y lo dejé en una habitación, en espera de que se pusiera el sol, para enterrarlo. Volví a entrar, me lavé y comí con aflicción acordándome de las palabras que el profeta Amós dijo contra Betel: Vuestras solemnidades se convertirán en duelo
y todas vuestras canciones en lamento.
Y lloré. Cuando el sol se puso, cavé una fosa y sepulté el cadáver. Mis vecinos se burlaban y decían: «Todavía no ha aprendido. (Pues, en efecto, ya habían querido matarme por un hecho semejante.) Apenas si pudo escapar y ya vuelve a sepultar a los muertos.»

 

Aleluya, aleluya, aleluya.

El Hijo del hombre,
ha venido a servir,
quien quiera ser grande
se haga siervo de todos.

Aleluya, aleluya, aleluya.

El pasaje nos transporta antes de la narración precedente. El interés del narrador es mostrar a Tobit como otro Job: a las desgracias que ya le han ocurrido se añaden otras peores. En la fiesta de Pentecostés, el día en que los israelitas recuerdan el don de la Ley, Tobit pide al hijo, Tobías, que invite para la comida de fiesta a algunos pobres, como pedía la ley de Moisés (cf. Dt 16,11). Después de salir, el hijo vuelve diciéndole que se ha producido otra ejecución y que el cadáver de un judío estrangulado yace en medio de la calle. Sin demorarse nada de tiempo, Tobit se levanta de la mesa dejando el banquete y acude hacia el lugar donde yacía aquel judío y lo entierra. Terminada la sepultura no puede volver a entrar en casa porque antes debe observar todas las normas requeridas para la purificación prescrita por la Ley (cf. Nm 19, 14-16). Pero este gesto de amor será la causa de la desventura de Tobit. Y, para interpretar lo que le está sucediendo, cita también un pasaje del profeta Amós contra Betel, que, de hecho describe su situación: "Convertiré vuestra fiesta en lamento, y en elegía todas vuestras canciones" (Am 8, 10). El verbo "convertiré" pone estas palabras directamente en boca de Dios, pero Tobit sabe bien que no es Dios quien manda el mal, y en esto su actitud es similar a la de Job. Obviamente esto no le impide sentir la amargura de saber que, aún habiendo ayudado a los pobres, se encuentra sin embargo en la desgracia. En vez de ayudarle, los vecinos se burlan de él por su actitud demasiado caritativa. Es una reacción emblemática (v. 8): sostienen que Tobit debe volverse astuto, es decir, que debe mirar más por sí mismo y no perder tiempo en enterrar a los muertos. Es una actitud cínica y egocéntrica, desgraciadamente común, que lleva a burlarse de quien se comporta de forma misericordiosa.

PALABRA DE DIOS TODOS LOS DÍAS: EL CALENDARIO

La oración es el corazón de la vida de la Comunidad de Sant’Egidio, su primera “obra”. Cuando termina el día todas las Comunidades, tanto si son grandes como si son pequeñas, se reúnen alrededor del Señor para escuchar su Palabra y dirigirse a Él en su invocación. Los discípulos no pueden sino estar a los pies de Jesús, como María de Betania, para elegir la “mejor parte” (Lc 10,42) y aprender de Él sus mismos sentimientos (cfr. Flp 2,5).

Siempre que la Comunidad vuelve al Señor, hace suya la súplica del discípulo anónimo: “¡Señor, enséñanos a orar” (Lc 11,1). Y Jesús, maestro de oración, continúa contestando: “Cuando oréis, decid: Abbá, Padre”.

Cuando oramos, aunque lo hagamos dentro de nuestro corazón, nunca estamos aislados ni somos huérfanos, porque somos en todo momento miembros de la familia del Señor. En la oración común se ve claramente, además del misterio de la filiación, el de la fraternidad.

Las Comunidades de Sant'Egidio que hay por el mundo se reúnen en los distintos lugares que destinan a la oración y presentan al Señor las esperanzas y los dolores de los hombres y mujeres “vejados y abatidos” de los que habla el Evangelio (Mt 9,37). En aquella gente de entonces se incluyen los habitantes de las ciudades contemporáneas, los pobres que son marginados de la vida, todos aquellos que esperan que alguien les contrate (cfr. Mt 20).

La oración común recoge el grito, la aspiración, el deseo de paz, de curación, de sentido de la vida y de salvación que hay en los hombres y las mujeres de este mundo. La oración nunca es vacía. Sube incesante al Señor para que el llanto se transforme en alegría, la desesperación en felicidad, la angustia en esperanza y la soledad en comunión. Y para que el Reino de Dios llegue pronto a los hombres.