ORACIÓN CADA DÍA

Vigilia del domingo
Palabra de dios todos los dias

Vigilia del domingo

Oración por la unidad de las Iglesias. Recuerdo especial de las comunidades cristianas en África.
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Libretto DEL GIORNO
Vigilia del domingo

Oración por la unidad de las Iglesias. Recuerdo especial de las comunidades cristianas en África.


Lectura de la Palabra de Dios

Aleluya, aleluya, aleluya.

Quien vive y cree en mí
no morirá jamas.

Aleluya, aleluya, aleluya.

Tobías 2,9-14

Aquella misma noche, después de bañarme, salí al patio y me recosté contra la tapia, con el rostro cubierto a causa del calor. Ignoraba yo que arriba, en el muro, hubiera gorriones; me cayó excremento caliente sobre los ojos y me salieron manchas blancas. Fui a los médicos, para que me curasen; pero cuantos más remedios me aplicaban, menos veía a causa de las manchas, hasta que me quedé completamente ciego. Cuatro años estuve sin ver. Todos mis hermanos estaban afligidos; Ajikar, por su parte, proveyó a mi sustento durante dos años, hasta que se trasladó a Elimaida. En aquellas circunstancias, mi mujer Ana, tuvo que trabajar a sueldo en labores femeninas; hilaba lana y hacía tejidos que entregaba a sus señores, cobrando un sueldo; el siete del mes de Dystros acabó un tejido y se lo entregó a los dueños, que le dieron todo su jornal y le añadieron un cabrito para una comida. Cuando entró ella en casa, el cabrito empezó a balar; yo, entonces, llamé a mi mujer y le dije: «¿De dónde ha salido ese cabrito? ¿Es que ha sido robado? Devuélvelo a sus dueños, porque no podemos comer cosa robada.» Ella me dijo: «Es un regalo que me han añadido a mi sueldo.» Pero yo no la creí; ordené que lo devolviera a los dueños y me irrité contra ella por este asunto. Entonces ella me replicó: «¿Dónde están tus limosnas y tus buenas obras? ¡Ahora se ve todo bien claro!»

 

Aleluya, aleluya, aleluya.

Si tú crees, verás la gloria de Dios,
dice el Señor.

Aleluya, aleluya, aleluya.

Es la tercera desgracia que le ocurre a Tobit (vv. 9-10) tras la pérdida de los bienes y la tristeza de la fiesta de Pentecostés. A causa de los excrementos de los pájaros que le cayeron en los ojos desde el nido bajo el que se había dormido, Tobit se vuelve ciego en poco tiempo. De nada sirven los tratamientos de los médicos. Como sucede en el libro de Job (cf. Gb 2, 9), también aquí se subrayan las reacciones negativas de la mujer, de cuyo trabajo depende ahora Tobit. Y él, golpeado por esta desgracia, muestra todos sus límites reaccionando de forma excesiva ante el cabrito que la mujer se había procurado para la Pascua. En cualquier caso, excesiva es también la reacción de la mujer que manifiesta su poca religiosidad: "¿Dónde están tus limosnas y tus buenas obras? ¡Ahora se ve todo bien claro!". De esta manera la mujer se sitúa sobre una línea similar a la de los amigos de Job: ¿de qué han servido todas las buenas obras realizadas, si parece haber sido correspondido de forma contraria? Al igual que Job, ¿no ha cometido ciertamente Tobit alguna grave culpa quizá? Y muchos otros interrogativos más. Tobit busca la comprensión de la mujer, pero no la encuentra. En honor a la verdad, en las páginas sucesivas las relaciones entre Tobit y Ana aparecen mucho más positivas. Pero en este momento la soledad de Tobit está muy marcada. Se encuentra solo ante Dios, pero incluso en la situación de dolor el creyente puede encontrar un empuje nuevo si confía su vida en las manos de Dios. En efecto, sobre este fondo de dolor, Tobit encontrará la fuerza para dirigir a Dios su súplica.

PALABRA DE DIOS TODOS LOS DÍAS: EL CALENDARIO

La oración es el corazón de la vida de la Comunidad de Sant’Egidio, su primera “obra”. Cuando termina el día todas las Comunidades, tanto si son grandes como si son pequeñas, se reúnen alrededor del Señor para escuchar su Palabra y dirigirse a Él en su invocación. Los discípulos no pueden sino estar a los pies de Jesús, como María de Betania, para elegir la “mejor parte” (Lc 10,42) y aprender de Él sus mismos sentimientos (cfr. Flp 2,5).

Siempre que la Comunidad vuelve al Señor, hace suya la súplica del discípulo anónimo: “¡Señor, enséñanos a orar” (Lc 11,1). Y Jesús, maestro de oración, continúa contestando: “Cuando oréis, decid: Abbá, Padre”.

Cuando oramos, aunque lo hagamos dentro de nuestro corazón, nunca estamos aislados ni somos huérfanos, porque somos en todo momento miembros de la familia del Señor. En la oración común se ve claramente, además del misterio de la filiación, el de la fraternidad.

Las Comunidades de Sant'Egidio que hay por el mundo se reúnen en los distintos lugares que destinan a la oración y presentan al Señor las esperanzas y los dolores de los hombres y mujeres “vejados y abatidos” de los que habla el Evangelio (Mt 9,37). En aquella gente de entonces se incluyen los habitantes de las ciudades contemporáneas, los pobres que son marginados de la vida, todos aquellos que esperan que alguien les contrate (cfr. Mt 20).

La oración común recoge el grito, la aspiración, el deseo de paz, de curación, de sentido de la vida y de salvación que hay en los hombres y las mujeres de este mundo. La oración nunca es vacía. Sube incesante al Señor para que el llanto se transforme en alegría, la desesperación en felicidad, la angustia en esperanza y la soledad en comunión. Y para que el Reino de Dios llegue pronto a los hombres.