ORACIÓN CADA DÍA

Memoria de la Iglesia
Palabra de dios todos los dias
Libretto DEL GIORNO
Memoria de la Iglesia


Lectura de la Palabra de Dios

Aleluya, aleluya, aleluya.

Yo soy el buen pastor,
mis ovejas escuchan mi voz
y devendrán
un solo rebaño y un solo redil.

Aleluya, aleluya, aleluya.

Tobías 8,10-21

porque se decía: «No sea que haya muerto y nos sirva de mofa y escarnio.» Cuando tuvieron cavada la tumba, volvió Ragüel a casa, llamó a su mujer y le dijo: «Manda a una criada que entre a ver si vive; y si ha muerto, le enterraremos sin que nadie se entere.» Mandaron a la criada, encendieron la lámpara y abrieron la puerta; y entrando ella vio que estaban acostados juntos y dormidos. Salió la criada y les anunció: «Vive, nada malo ha ocurrido.» Ragüel bendijo al Dios del Cielo, diciendo: ¡Bendito seas, oh Dios,
con toda pura bendición
y seas bendecido
por los siglos todos! Seas bendecido por haberme alegrado y no haber ocurrido el mal que temía, sino que has hecho con nosotros según tu gran piedad. Seas bendecido por tener compasión
de dos hijos únicos.
Ten, Señor, piedad de ellos
y dales tu salvación,
y haz que su vida transcurra
en alegría y piedad. Después ordenó a sus criados que rellenasen la fosa antes que amaneciera. Mandó a su mujer cocer una gran hornada; y él fue al establo, tomó dos bueyes y cuatro carneros y ordenó que los aderezaran. Y comenzaron los preparativos. Hizo llamar a Tobías y le dijo: «Durante catorce días no te moverás de aquí; te quedarás conmigo comiendo y bebiendo y llenarás de gozo el corazón de mi hija por sus tristezas pasadas. Luego, tomarás la mitad de todo cuanto aquí poseo y te volverás con felicidad a casa de tu padre. Cuando mi mujer y yo hayamos muerto, también será para vosotros la otra mitad. Ten confianza, hijo; yo soy tu padre y Edna tu madre; junto a ti estaremos y junto a tu hermana desde ahora en adelante. Ten confianza, hijo.»

 

Aleluya, aleluya, aleluya.

Les doy un mandamiento nuevo:
que se amen los unos a los otros.

Aleluya, aleluya, aleluya.

El encuentro entre Tobías y Sarra ha sido un encuentro sanador: Sarra ha sido liberada de una pesadilla de muerte y Tobías de la soledad. Pero la que para los dos jóvenes es noche de salvación y de fecundo reposo, para los padres de Sarra es una noche de ansia, atravesada del miedo a la muerte. En honor a la verdad, Edna deseó a la hija la bendición de Dios: "que el Señor del Cielo te dé alegría en vez de esta tristeza" (7, 16). Sin embargo Ragüel, como también su hija, no soportaba el pensamiento de acabar una vez más en boca de la gente, y se alzó y fue a cavar una fosa con siervos de su confianza. Tobías venía de lejos, nadie lo conocía, se podía hacer creer que partió esa misma noche. Cuando todo está listo, Ragüel implica a la mujer en la verificación de lo que ha ocurrido en la cámara nupcial, y mandan a una sierva para que vaya a ver. No sucedió lo que temían. Los dos esposos reposaban tranquilamente. Al ver lo sucedido, de la boca de los dos padres sale la acción de gracias al Señor. Es la cuarta oración que encontramos en el libro de Tobías (vv. 15-17). Como las demás, comienza con la bendición dirigida al Señor (v. 15) por su gran misericordia que ha conducido su vida. Y concluye con una petición de ayuda, no para ellos mismos sino para Tobías y Sarra, que ya son considerados como hijos y confiados al Señor. En este momento la tumba resulta inútil, amanece y la alegría entra en aquella casa: se prepara un banquete que parece no acabar. Ragüel quiere hacer fiesta por el doble del tiempo acostumbrado, como para compensar el tiempo de aflicción soportado por la hija (y por sus padres) y después el banquete se renueva en casa de Tobías. Catorce días de fiesta son el doble de lo normal; el matrimonio de Sarra es verdaderamente algo excepcional. Y la mitad de los bienes que Ragüel concede a Tobías es un acto de gran generosidad que va más allá de la herencia que corresponde a las hijas únicas según lo prescrito por la ley de Moisés (Nm 27, 11). La unión de los dos jóvenes, que se produce bajo la mirada de la protección del ángel, se convierte en fuente de vida que transforma todas las cosas. Es lo que ocurre cada vez que la comunión entre los hermanos y las hermanas se convierte en una dimensión concreta de la vida.

PALABRA DE DIOS TODOS LOS DÍAS: EL CALENDARIO

La oración es el corazón de la vida de la Comunidad de Sant’Egidio, su primera “obra”. Cuando termina el día todas las Comunidades, tanto si son grandes como si son pequeñas, se reúnen alrededor del Señor para escuchar su Palabra y dirigirse a Él en su invocación. Los discípulos no pueden sino estar a los pies de Jesús, como María de Betania, para elegir la “mejor parte” (Lc 10,42) y aprender de Él sus mismos sentimientos (cfr. Flp 2,5).

Siempre que la Comunidad vuelve al Señor, hace suya la súplica del discípulo anónimo: “¡Señor, enséñanos a orar” (Lc 11,1). Y Jesús, maestro de oración, continúa contestando: “Cuando oréis, decid: Abbá, Padre”.

Cuando oramos, aunque lo hagamos dentro de nuestro corazón, nunca estamos aislados ni somos huérfanos, porque somos en todo momento miembros de la familia del Señor. En la oración común se ve claramente, además del misterio de la filiación, el de la fraternidad.

Las Comunidades de Sant'Egidio que hay por el mundo se reúnen en los distintos lugares que destinan a la oración y presentan al Señor las esperanzas y los dolores de los hombres y mujeres “vejados y abatidos” de los que habla el Evangelio (Mt 9,37). En aquella gente de entonces se incluyen los habitantes de las ciudades contemporáneas, los pobres que son marginados de la vida, todos aquellos que esperan que alguien les contrate (cfr. Mt 20).

La oración común recoge el grito, la aspiración, el deseo de paz, de curación, de sentido de la vida y de salvación que hay en los hombres y las mujeres de este mundo. La oración nunca es vacía. Sube incesante al Señor para que el llanto se transforme en alegría, la desesperación en felicidad, la angustia en esperanza y la soledad en comunión. Y para que el Reino de Dios llegue pronto a los hombres.