ORACIÓN CADA DÍA

Vigilia del domingo
Palabra de dios todos los dias
Libretto DEL GIORNO
Vigilia del domingo


Lectura de la Palabra de Dios

Gloria a ti, oh Señor, sea gloria a ti

Quien vive y cree en mí
no morirá jamas.

Gloria a ti, oh Señor, sea gloria a ti

Eclesiastés 4,1-3

Yo me volví a considerar todas las violencias perpetradas bajo el sol:
vi el llanto de los oprimidos, sin tener quien los
consuele;
la violencia de sus verdugos, sin tener quien los
vengue. Felicité a los muertos que ya perecieron, más que a los vivos que aún viven. Más feliz aún que entrambos es aquel que aún no ha existido, que no ha visto la iniquidad que se comete bajo el sol.

 

Gloria a ti, oh Señor, sea gloria a ti

Si tú crees, verás la gloria de Dios,
dice el Señor.

Gloria a ti, oh Señor, sea gloria a ti

Cohélet echa una mirada desconsolada sobre la miseria y las lágrimas de los pequeños campesinos oprimidos por los ricos "sin nadie que los consolase". La escena que se abre es dramática: por una parte la violencia de los opresores, por la otra el llanto inútil y no escuchado de los oprimidos. Obviamente, la "consolación" no es simplemente una cuestión de palabras, sino de un compromiso directo y eficaz para liberar a los oprimidos. Pero la constatación es amarga y al mismo tiempo indignada: nadie se mueve para ir en su ayuda. Y Cohélet, viendo tal sufrimiento, llega a considerar preferible su muerte que la condición miserable en la que se encuentran (v. 2). También el Sirácide afirma: "Mejor es la muerte que una vida amargada, el descanso eterno que una enfermedad incurable" (Eclo 30, 17). Algo similar se lee en Tobías: "prefiero morir a pasar tanta aflicción durante la vida y tener que seguir oyendo injurias" (3, 6). Cohélet prosigue proclamando que todavía es más feliz "el que aún no ha existido" y por tanto no ha visto la maldad de la historia humana (v. 4). El amor por la vida empuja a Cohélet a esta rabiosa reacción. Podríamos decir que Cohélet, como Job y Jeremías, grita contra el peso insoportable del sufrimiento humano, protesta no contra la "vida", sino contra aquéllo que impide una vida feliz.

PALABRA DE DIOS TODOS LOS DÍAS: EL CALENDARIO

La oración es el corazón de la vida de la Comunidad de Sant’Egidio, su primera “obra”. Cuando termina el día todas las Comunidades, tanto si son grandes como si son pequeñas, se reúnen alrededor del Señor para escuchar su Palabra y dirigirse a Él en su invocación. Los discípulos no pueden sino estar a los pies de Jesús, como María de Betania, para elegir la “mejor parte” (Lc 10,42) y aprender de Él sus mismos sentimientos (cfr. Flp 2,5).

Siempre que la Comunidad vuelve al Señor, hace suya la súplica del discípulo anónimo: “¡Señor, enséñanos a orar” (Lc 11,1). Y Jesús, maestro de oración, continúa contestando: “Cuando oréis, decid: Abbá, Padre”.

Cuando oramos, aunque lo hagamos dentro de nuestro corazón, nunca estamos aislados ni somos huérfanos, porque somos en todo momento miembros de la familia del Señor. En la oración común se ve claramente, además del misterio de la filiación, el de la fraternidad.

Las Comunidades de Sant'Egidio que hay por el mundo se reúnen en los distintos lugares que destinan a la oración y presentan al Señor las esperanzas y los dolores de los hombres y mujeres “vejados y abatidos” de los que habla el Evangelio (Mt 9,37). En aquella gente de entonces se incluyen los habitantes de las ciudades contemporáneas, los pobres que son marginados de la vida, todos aquellos que esperan que alguien les contrate (cfr. Mt 20).

La oración común recoge el grito, la aspiración, el deseo de paz, de curación, de sentido de la vida y de salvación que hay en los hombres y las mujeres de este mundo. La oración nunca es vacía. Sube incesante al Señor para que el llanto se transforme en alegría, la desesperación en felicidad, la angustia en esperanza y la soledad en comunión. Y para que el Reino de Dios llegue pronto a los hombres.