ORACIÓN CADA DÍA

Memoria de Jesús crucificado
Palabra de dios todos los dias
Libretto DEL GIORNO
Memoria de Jesús crucificado


Lectura de la Palabra de Dios

Gloria a ti, oh Señor, sea gloria a ti

Este es el Evangelio de los pobres,
la liberación de los prisioneros,
la vista de los ciegos,
la libertad de los oprimidos.

Gloria a ti, oh Señor, sea gloria a ti

Eclesiastés 5,7-11

Si en la región ves la opresión del pobre y la violación del derecho y de la justicia, no te asombres por eso. Se te dirá que una dignidad vigila sobre otra dignidad, y otra más dignas sobre ambas. Se invocará el interés común y el servicio del rey. Quien ama el dinero, no se harta de él, y para quien ama riquezas, no bastas ganancias. También esto es vanidad. A muchos bienes,
muchos que los devoren;
y ¿de qué más sirven a su dueño
que de espectáculo para sus ojos? Dulce el sueño del obrero, coma poco o coma mucho; pero al rico la hartura no le deja dormir.

 

Gloria a ti, oh Señor, sea gloria a ti

El Hijo del hombre,
ha venido a servir,
quien quiera ser grande
se haga siervo de todos.

Gloria a ti, oh Señor, sea gloria a ti

Cohélet, que ya ha tratado algunas de las actitudes que corrompen la vida social, se detiene ahora a considerar la dimensión económico-administrativa del estado, estructurada de forma piramidal, del centro a la periferia, que oprime y explota a los débiles y los pobres. Ante tal corrupción de la administración política Cohélet, -a diferencia de los profetas, que habrían reaccionado con violencia-, invita a no maravillarse: se da por supuesto que haya corrupción. En cualquier caso no sirve plantear un retorno a una economía preestatal, donde cada uno se ocuparía tan sólo de sus propios asuntos. El problema, de hecho, no está en el sistema político: la raíz de los males reside en el deseo insaciable de poseer, por el que "los ingresos no son nunca suficientes". A quien es esclavo del dinero y de la riqueza obviamente no le bastan nunca los ingresos y jamás se apaga el deseo (cfr. 1, 8; 4, 8). Es por tanto en el corazón del hombre donde debe buscarse la causa de las opresiones y de las injusticias, no tanto en la organización de la sociedad. Incluso la sed de dinero y de riquezas es "hebel", un soplo de viento. Cohélet advierte el peligro que representan el dinero y las riquezas para el hombre; aunque se gestionen con magnanimidad, con ellos crecen los parásitos, los que "devoran los bienes", los que se dejan seducir por el dinero. Es mejor la sobriedad del obrero que la saciedad del rico: el primero no se ve agitado por las preocupaciones ni sufre de insomnio, mientras que la "saciedad" del rico no es otra cosa que la codicia nunca satisfecha.

La oración es el corazón de la vida de la Comunidad de Sant’Egidio, su primera “obra”. Cuando termina el día todas las Comunidades, tanto si son grandes como si son pequeñas, se reúnen alrededor del Señor para escuchar su Palabra y dirigirse a Él en su invocación. Los discípulos no pueden sino estar a los pies de Jesús, como María de Betania, para elegir la “mejor parte” (Lc 10,42) y aprender de Él sus mismos sentimientos (cfr. Flp 2,5).

Siempre que la Comunidad vuelve al Señor, hace suya la súplica del discípulo anónimo: “¡Señor, enséñanos a orar” (Lc 11,1). Y Jesús, maestro de oración, continúa contestando: “Cuando oréis, decid: Abbá, Padre”.

Cuando oramos, aunque lo hagamos dentro de nuestro corazón, nunca estamos aislados ni somos huérfanos, porque somos en todo momento miembros de la familia del Señor. En la oración común se ve claramente, además del misterio de la filiación, el de la fraternidad.

Las Comunidades de Sant'Egidio que hay por el mundo se reúnen en los distintos lugares que destinan a la oración y presentan al Señor las esperanzas y los dolores de los hombres y mujeres “vejados y abatidos” de los que habla el Evangelio (Mt 9,37). En aquella gente de entonces se incluyen los habitantes de las ciudades contemporáneas, los pobres que son marginados de la vida, todos aquellos que esperan que alguien les contrate (cfr. Mt 20).

La oración común recoge el grito, la aspiración, el deseo de paz, de curación, de sentido de la vida y de salvación que hay en los hombres y las mujeres de este mundo. La oración nunca es vacía. Sube incesante al Señor para que el llanto se transforme en alegría, la desesperación en felicidad, la angustia en esperanza y la soledad en comunión. Y para que el Reino de Dios llegue pronto a los hombres.