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Recuerdo de san Cirilo, obispo de Jerusalén. Oración por Jerusalén y por la paz en Tierra Santa
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Lectura de la Palabra de Dios

Gloria a ti, oh Señor, sea gloria a ti

Yo soy el buen pastor,
mis ovejas escuchan mi voz
y devendrán
un solo rebaño y un solo redil.

Gloria a ti, oh Señor, sea gloria a ti

Eclesiastés 10,8-14

El que cava la hoya cae en ella,
y al que atraviesa el seto le muerde la culebra. El que saca piedras se lastima con ellas,
el que raja maderos puede hacerse daño. Si se embota el hierro y no se afilan sus caras, hay que acrecentar los bríos: también supone ganancia afinar en sabiduría. Si pica culebra por falta de encantamiento no hay ganancia para el encantador. Palabras de boca de sabio agradan,
mas los labios del necio a él lo engullen. Empieza diciendo necedades, para acabar en locura de las malas. Y el necio dice más y más palabras. Nadie sabe lo que vas venir, y el remate de todo, ¿quién puede pronosticárselo?

 

Gloria a ti, oh Señor, sea gloria a ti

Les doy un mandamiento nuevo:
que se amen los unos a los otros.

Gloria a ti, oh Señor, sea gloria a ti

Cohélet, que no pretende ofrecer un cuadro completo de la sabiduría, se contenta con proverbios, modestos pero útiles. Ofrece ejemplos de sabiduría cotidiana: el que cava una fosa podría caer en ella, o al que rompe un muro le podría morder una culebra. Esto viene a significar que todo trabajo puede reservar sorpresas desagradables, y en cualquier caso implica siempre algún riesgo. Así, sucede que el que saca piedras se daña con ellas, o el que raja maderos puede hacerse daño (v. 9). El conocimiento y la competencia no bastan para estar seguros, una desgracia puede ocurrir a pesar de tomar precauciones. Si se utiliza un hacha o una hoz es necesario que esté afilada, de otro modo se hace el doble de esfuerzo con escasos resultados. En otras palabras, la sabiduría, que es capaz de prever y prevenir, no da la certeza de tener éxito siempre en todo. Pero representa una ventaja, porque protege al menos de los peligros de la incompetencia y la falta de preparación, que llevan a la ruina. Quien no está preparado es como un "encantador de serpientes" que no tiene éxito en su trabajo. En la vida -sostiene Cohélet- es bueno cultivar la sabiduría porque, aunque no lo resuelve todo, ayuda en cualquier caso a vivir mejor. El sabio sabe pronunciar palabras que ayudan, mientras que el necio pronuncia palabras inútiles, provocativas, dañosas, y acaba desvariando como si fuese un loco insoportable y peligroso (v. 13). Su necedad se manifiesta al hablar del futuro, es decir, sobre el sentido mismo de la vida y de su fin; la verdadera sabiduría es reconocer la propia ignorancia del futuro.

PALABRA DE DIOS TODOS LOS DÍAS: EL CALENDARIO

La oración es el corazón de la vida de la Comunidad de Sant’Egidio, su primera “obra”. Cuando termina el día todas las Comunidades, tanto si son grandes como si son pequeñas, se reúnen alrededor del Señor para escuchar su Palabra y dirigirse a Él en su invocación. Los discípulos no pueden sino estar a los pies de Jesús, como María de Betania, para elegir la “mejor parte” (Lc 10,42) y aprender de Él sus mismos sentimientos (cfr. Flp 2,5).

Siempre que la Comunidad vuelve al Señor, hace suya la súplica del discípulo anónimo: “¡Señor, enséñanos a orar” (Lc 11,1). Y Jesús, maestro de oración, continúa contestando: “Cuando oréis, decid: Abbá, Padre”.

Cuando oramos, aunque lo hagamos dentro de nuestro corazón, nunca estamos aislados ni somos huérfanos, porque somos en todo momento miembros de la familia del Señor. En la oración común se ve claramente, además del misterio de la filiación, el de la fraternidad.

Las Comunidades de Sant'Egidio que hay por el mundo se reúnen en los distintos lugares que destinan a la oración y presentan al Señor las esperanzas y los dolores de los hombres y mujeres “vejados y abatidos” de los que habla el Evangelio (Mt 9,37). En aquella gente de entonces se incluyen los habitantes de las ciudades contemporáneas, los pobres que son marginados de la vida, todos aquellos que esperan que alguien les contrate (cfr. Mt 20).

La oración común recoge el grito, la aspiración, el deseo de paz, de curación, de sentido de la vida y de salvación que hay en los hombres y las mujeres de este mundo. La oración nunca es vacía. Sube incesante al Señor para que el llanto se transforme en alegría, la desesperación en felicidad, la angustia en esperanza y la soledad en comunión. Y para que el Reino de Dios llegue pronto a los hombres.