ORACIÓN CADA DÍA

Vigilia del domingo
Palabra de dios todos los dias

Vigilia del domingo

Recuerdo de María virgen, venerada como Nuestra Señora de Luján en Argentina.
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Libretto DEL GIORNO
Vigilia del domingo

Recuerdo de María virgen, venerada como Nuestra Señora de Luján en Argentina.


Lectura de la Palabra de Dios

Aleluya, aleluya, aleluya.

Quien vive y cree en mí
no morirá jamas.

Aleluya, aleluya, aleluya.

Juan 15,18-21

«Si el mundo os odia,
sabed que a mí me ha odiado antes que a vosotros. Su fuerais del mundo,
el mundo amaría lo suyo;
pero, como no sois del mundo,
porque yo al elegiros os he sacado del mundo,
por eso os odia el mundo. Acordaos de la palabra que os he dicho:
El siervo no es más que su señor.
Si a mí me han perseguido,
también os perseguirán a vosotros;
si han guardado mi Palabra,
también la vuestra guardarán. Pero todo esto os lo harán por causa de mi nombre,
porque no conocen al que me ha enviado.

 

Aleluya, aleluya, aleluya.

Si tú crees, verás la gloria de Dios,
dice el Señor.

Aleluya, aleluya, aleluya.

El evangelista Juan contrapone el amor que une a los discípulos con el Señor al odio que el mundo les tiene. Hay en verdad una irreconciliabilidad profunda, radical, entre el amor gratuito que caracteriza al verdadero discípulo de Jesús y la lógica mundana que busca siempre el provecho, o por lo menos, la contrapartida en toda situación. Esto no quiere decir que haya que sentirse ajeno a la realidad que nos circunda o aspirar a separarnos de ella completamente. De este modo continuamos siendo ciudadanos, pero -como dice un antiguo documento cristiano, la Carta a Diogneto- somos al mismo tiempo extranjeros para su mentalidad, insertos en ella, y como peregrinos que se dirigen hacia la meta de una realidad diferente, mejor. Confrontarse escrupulosamente uno mismo, sus costumbres y sus formas de actuar habituales, con las enseñanzas del Señor es el único modo para comprender de quién somos hijos: de él o de la mentalidad de este mundo. Sólo si caminamos por la vía del amor evangélico seremos signo de contradicción para el mundo, no por una presunta originalidad propia sino por estar unidos a Jesús, mandado por el Padre para atraernos hacia Él. Jesús llega a decir a los discípulos de entonces y de ahora: "Si a mí me han perseguido, también os perseguirán a vosotros; si han guardado mi palabra, también guardarán la vuestra". El discípulo que vive el Evangelio se convierte en signo del Señor mismo: quien lo acoge e imita su ejemplo acoge e imita a Jesús mismo; quien desprecia al discípulo desprecia también a Jesús. Es lo que le fue revelado a Pablo en el camino de Damasco. El Señor le dijo: "Saúl, Saúl, ¿por qué me persigues?". En esta pregunta aparece claramente el vínculo estrecho que existe entre Jesús y los discípulos, incluidos nosotros.

PALABRA DE DIOS TODOS LOS DÍAS: EL CALENDARIO

La oración es el corazón de la vida de la Comunidad de Sant’Egidio, su primera “obra”. Cuando termina el día todas las Comunidades, tanto si son grandes como si son pequeñas, se reúnen alrededor del Señor para escuchar su Palabra y dirigirse a Él en su invocación. Los discípulos no pueden sino estar a los pies de Jesús, como María de Betania, para elegir la “mejor parte” (Lc 10,42) y aprender de Él sus mismos sentimientos (cfr. Flp 2,5).

Siempre que la Comunidad vuelve al Señor, hace suya la súplica del discípulo anónimo: “¡Señor, enséñanos a orar” (Lc 11,1). Y Jesús, maestro de oración, continúa contestando: “Cuando oréis, decid: Abbá, Padre”.

Cuando oramos, aunque lo hagamos dentro de nuestro corazón, nunca estamos aislados ni somos huérfanos, porque somos en todo momento miembros de la familia del Señor. En la oración común se ve claramente, además del misterio de la filiación, el de la fraternidad.

Las Comunidades de Sant'Egidio que hay por el mundo se reúnen en los distintos lugares que destinan a la oración y presentan al Señor las esperanzas y los dolores de los hombres y mujeres “vejados y abatidos” de los que habla el Evangelio (Mt 9,37). En aquella gente de entonces se incluyen los habitantes de las ciudades contemporáneas, los pobres que son marginados de la vida, todos aquellos que esperan que alguien les contrate (cfr. Mt 20).

La oración común recoge el grito, la aspiración, el deseo de paz, de curación, de sentido de la vida y de salvación que hay en los hombres y las mujeres de este mundo. La oración nunca es vacía. Sube incesante al Señor para que el llanto se transforme en alegría, la desesperación en felicidad, la angustia en esperanza y la soledad en comunión. Y para que el Reino de Dios llegue pronto a los hombres.