ORACIÓN CADA DÍA

Memoria de los santos y de los profetas
Palabra de dios todos los dias

Memoria de los santos y de los profetas

Recuerdo de san Pancracio, mártir a los 14 años por amor del Evangelio. Oración por las jóvenes generaciones, para que descubran el Evangelio y al Señor.
Leer más

Libretto DEL GIORNO
Memoria de los santos y de los profetas

Recuerdo de san Pancracio, mártir a los 14 años por amor del Evangelio. Oración por las jóvenes generaciones, para que descubran el Evangelio y al Señor.


Lectura de la Palabra de Dios

Aleluya, aleluya, aleluya.

Ustedes son una estirpe elegida,
un sacerdocio real, nación santa,
pueblo adquirido por Dios
para proclamar sus maravillas.

Aleluya, aleluya, aleluya.

Juan 16,12-15

Mucho tengo todavía que deciros,
pero ahora no podéis con ello. Cuando venga él,
el Espíritu de la verdad,
os guiará hasta la verdad completa;
pues no hablará por su cuenta,
sino que hablará lo que oiga,
y os anunciará lo que ha de venir. El me dará gloria,
porque recibirá de lo mío
y os lo anunciará a vosotros. Todo lo que tiene el Padre es mío.
Por eso he dicho:
Recibirá de lo mío
y os lo anunciará a vosotros.

 

Aleluya, aleluya, aleluya.

Ustedes serán santos
porque yo soy santo, dice el Señor.

Aleluya, aleluya, aleluya.

Jesús parece no querer terminar de hablar a sus discípulos. Estamos casi al final de la cena y les dice: "Mucho tengo todavía que deciros, pero ahora no podéis con ello". No hay reproche en las palabras de Jesús. Además, había elegido personalmente a sus amigos y conocía sus límites. Aquella tarde no lo esconde: sabe que todavía son incapaces de llevar el peso del Evangelio. Ciertamente el Evangelio no requiere sabios, ni Jesús busca fuertes o poderosos a los que confiar su misión. Es más, parece hacer todo lo contrario. Su palabra, en realidad, no es una doctrina elevada o una ideología compleja que sólo pocos son capaces de comprender y profundizar. De su enseñanza surge una energía simple que llena el corazón y transforma la vida, y que todos pueden recibir y vivir. Es la energía del amor. Sólo se nos pide dejarla obrar, no frenarla. El Espíritu nos "guiará hasta la verdad completa" haciéndonos descubrir la parcialidad de las visiones en las cuales nos encerramos muchas veces. El Espíritu nos libera de nuestras mezquindades y nos introduce en un cricuito de amor que abraza a tantos hermanos y hermanas, nos hace detenernos junto a los pobres que encontramos, encontrar palabras que toquen el corazón de quien busca amistad y comprensión, y nos ayuda a derrotar la lógica que empuja a distinguirse y a prevalecer sobre los demás. Guiados por el Espíritu sabremos descubrir las cosas futuras, es decir, soñar un futuro diferente. El Espíritu nos ayuda a ser artífices, junto con el Señor, de nuestro futuro y del de los demás.

La oración es el corazón de la vida de la Comunidad de Sant’Egidio, su primera “obra”. Cuando termina el día todas las Comunidades, tanto si son grandes como si son pequeñas, se reúnen alrededor del Señor para escuchar su Palabra y dirigirse a Él en su invocación. Los discípulos no pueden sino estar a los pies de Jesús, como María de Betania, para elegir la “mejor parte” (Lc 10,42) y aprender de Él sus mismos sentimientos (cfr. Flp 2,5).

Siempre que la Comunidad vuelve al Señor, hace suya la súplica del discípulo anónimo: “¡Señor, enséñanos a orar” (Lc 11,1). Y Jesús, maestro de oración, continúa contestando: “Cuando oréis, decid: Abbá, Padre”.

Cuando oramos, aunque lo hagamos dentro de nuestro corazón, nunca estamos aislados ni somos huérfanos, porque somos en todo momento miembros de la familia del Señor. En la oración común se ve claramente, además del misterio de la filiación, el de la fraternidad.

Las Comunidades de Sant'Egidio que hay por el mundo se reúnen en los distintos lugares que destinan a la oración y presentan al Señor las esperanzas y los dolores de los hombres y mujeres “vejados y abatidos” de los que habla el Evangelio (Mt 9,37). En aquella gente de entonces se incluyen los habitantes de las ciudades contemporáneas, los pobres que son marginados de la vida, todos aquellos que esperan que alguien les contrate (cfr. Mt 20).

La oración común recoge el grito, la aspiración, el deseo de paz, de curación, de sentido de la vida y de salvación que hay en los hombres y las mujeres de este mundo. La oración nunca es vacía. Sube incesante al Señor para que el llanto se transforme en alegría, la desesperación en felicidad, la angustia en esperanza y la soledad en comunión. Y para que el Reino de Dios llegue pronto a los hombres.