ORACIÓN CADA DÍA

Memoria de la Madre del Señor
Palabra de dios todos los dias
Libretto DEL GIORNO
Memoria de la Madre del Señor

Salmo responsorial

Psaume 83 (84)

¡Qué amables tus moradas,
oh Yahveh Sebaot!

Anhela mi alma y languidece
tras de los atrios de Yahveh,
mi corazón y mi carne gritan de alegría
hacia el Dios vivo.

Hasta el pajarillo ha encontrado una casa,
y para sí la golondrina un nido
donde poner a sus polluelos:
¡Tus altares, oh Yahveh Sebaot,
rey mío y Dios mío! Pausa.

Dichosos los que moran en tu casa,
te alaban por siempre.

Dichosos los hombres cuya fuerza está en ti,
y las subidas en su corazón.

Al pasar por el valle del Bálsamo,
lo hacen un hontanar,
y la lluvia primera lo cubre de bendiciones.

De altura en altura marchan,
y Dios se les muestra en Sión.

¡Yahveh Dios Sebaot, escucha mi plegaria,
tiende tu oído, oh Dios de Jacob!

Oh Dios, escudo nuestro, mira,
pon tus ojos en el rostro de tu ungido. Pausa.

Vale más un día en tus atrios
que mil en mis mansiones,
estar en el umbral de la Casa de mi Dios
que habitar en las tiendas de impiedad.

Porque Yahveh Dios es almena y escudo,
él da gracia y gloria;
Yahveh no niega la ventura
a los que caminan en la perfección."

¡Oh Yahveh Sebaot,
dichoso el hombre que confía en ti!

PALABRA DE DIOS TODOS LOS DÍAS: EL CALENDARIO

La oración es el corazón de la vida de la Comunidad de Sant’Egidio, su primera “obra”. Cuando termina el día todas las Comunidades, tanto si son grandes como si son pequeñas, se reúnen alrededor del Señor para escuchar su Palabra y dirigirse a Él en su invocación. Los discípulos no pueden sino estar a los pies de Jesús, como María de Betania, para elegir la “mejor parte” (Lc 10,42) y aprender de Él sus mismos sentimientos (cfr. Flp 2,5).

Siempre que la Comunidad vuelve al Señor, hace suya la súplica del discípulo anónimo: “¡Señor, enséñanos a orar” (Lc 11,1). Y Jesús, maestro de oración, continúa contestando: “Cuando oréis, decid: Abbá, Padre”.

Cuando oramos, aunque lo hagamos dentro de nuestro corazón, nunca estamos aislados ni somos huérfanos, porque somos en todo momento miembros de la familia del Señor. En la oración común se ve claramente, además del misterio de la filiación, el de la fraternidad.

Las Comunidades de Sant'Egidio que hay por el mundo se reúnen en los distintos lugares que destinan a la oración y presentan al Señor las esperanzas y los dolores de los hombres y mujeres “vejados y abatidos” de los que habla el Evangelio (Mt 9,37). En aquella gente de entonces se incluyen los habitantes de las ciudades contemporáneas, los pobres que son marginados de la vida, todos aquellos que esperan que alguien les contrate (cfr. Mt 20).

La oración común recoge el grito, la aspiración, el deseo de paz, de curación, de sentido de la vida y de salvación que hay en los hombres y las mujeres de este mundo. La oración nunca es vacía. Sube incesante al Señor para que el llanto se transforme en alegría, la desesperación en felicidad, la angustia en esperanza y la soledad en comunión. Y para que el Reino de Dios llegue pronto a los hombres.