ORACIÓN CADA DÍA

Memoria de la Madre del Señor
Palabra de dios todos los dias
Libretto DEL GIORNO
Memoria de la Madre del Señor

Salmo responsorial

Salmo 96 (97)

¡Reina Yahveh! ¡La tierra exulte,
alégrense las islas numerosas!

Nube y Bruma densa en torno a él,
Justicia y Derecho, la base de su trono.

Delante de él avanza fuego
y a sus adversarios en derredor abrasa;

iluminan el orbe sus relámpagos,
lo ve la tierra y se estremece.

Los montes como cera se derriten
ante el Dueño de la tierra toda;

los cielos anuncian su justicia,
y todos los pueblos ven su gloria.

¡Se avergüenzan los que sirven a los ídolos,
los que se glorían de vanidades;
se postran ante él todos los dioses!

Sión lo oye y se alboroza,
exultan las hijas de Judá
a causa de tus juicios, Yahveh.

Porque tú eres Yahveh,
el Altísimo sobre toda la tierra,
muy por encima de los dioses todos.

Yahveh ama a los que el mal detestan,
él guarda las almas de sus fieles
y de la mano de los impíos los libra.

La luz se alza para el justo,
y para los de recto corazón la alegría.

Justos, alegraos en Yahveh,
celebrad su memoria sagrada.

PALABRA DE DIOS TODOS LOS DÍAS: EL CALENDARIO

La oración es el corazón de la vida de la Comunidad de Sant’Egidio, su primera “obra”. Cuando termina el día todas las Comunidades, tanto si son grandes como si son pequeñas, se reúnen alrededor del Señor para escuchar su Palabra y dirigirse a Él en su invocación. Los discípulos no pueden sino estar a los pies de Jesús, como María de Betania, para elegir la “mejor parte” (Lc 10,42) y aprender de Él sus mismos sentimientos (cfr. Flp 2,5).

Siempre que la Comunidad vuelve al Señor, hace suya la súplica del discípulo anónimo: “¡Señor, enséñanos a orar” (Lc 11,1). Y Jesús, maestro de oración, continúa contestando: “Cuando oréis, decid: Abbá, Padre”.

Cuando oramos, aunque lo hagamos dentro de nuestro corazón, nunca estamos aislados ni somos huérfanos, porque somos en todo momento miembros de la familia del Señor. En la oración común se ve claramente, además del misterio de la filiación, el de la fraternidad.

Las Comunidades de Sant'Egidio que hay por el mundo se reúnen en los distintos lugares que destinan a la oración y presentan al Señor las esperanzas y los dolores de los hombres y mujeres “vejados y abatidos” de los que habla el Evangelio (Mt 9,37). En aquella gente de entonces se incluyen los habitantes de las ciudades contemporáneas, los pobres que son marginados de la vida, todos aquellos que esperan que alguien les contrate (cfr. Mt 20).

La oración común recoge el grito, la aspiración, el deseo de paz, de curación, de sentido de la vida y de salvación que hay en los hombres y las mujeres de este mundo. La oración nunca es vacía. Sube incesante al Señor para que el llanto se transforme en alegría, la desesperación en felicidad, la angustia en esperanza y la soledad en comunión. Y para que el Reino de Dios llegue pronto a los hombres.