ORACIÓN CADA DÍA

Memoria de la Madre del Señor
Palabra de dios todos los dias

Memoria de la Madre del Señor

Memoria de san Lorenzo, diácono y mártir (+ 258). Reorganizó el servicio a los pobres en Roma y para los que les sirven en el nombre del Evangelio.
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Libretto DEL GIORNO
Memoria de la Madre del Señor

Memoria de san Lorenzo, diácono y mártir (+ 258). Reorganizó el servicio a los pobres en Roma y para los que les sirven en el nombre del Evangelio.


Lectura de la Palabra de Dios

Aleluya, aleluya, aleluya.

El Espíritu del Señor está sobre ti,
el que nacerá de ti será santo.

Aleluya, aleluya, aleluya.

Mateo 18,1-5.10.12-14

En aquel momento se acercaron a Jesús los discípulos y le dijeron: «¿Quién es, pues, el mayor en el Reino de los Cielos?» El llamó a un niño, le puso en medio de ellos y dijo: «Yo os aseguro: si no cambiáis y os hacéis como los niños, no entraréis en el Reino de los Cielos. Así pues, quien se haga pequeño como este niño, ése es el mayor en el Reino de los Cielos. «Y el que reciba a un niño como éste en mi nombre, a mí me recibe. «Guardaos de menospreciar a uno de estos pequeños; porque yo os digo que sus ángeles, en los cielos, ven continuamente el rostro de mi Padre que está en los cielos. ¿Qué os parece? Si un hombre tiene cien ovejas y se le descarría una de ellas, ¿no dejará en los montes las noventa y nueve, para ir en busca de la descarriada? Y si llega a encontrarla, os digo de verdad que tiene más alegría por ella que por las 99 no descarriadas. De la misma manera, no es voluntad de vuestro Padre celestial que se pierda uno solo de estos pequeños.

 

Aleluya, aleluya, aleluya.

He aquí Señor, a tus siervos:
hágase en nosotros según tu Palabra.

Aleluya, aleluya, aleluya.

Jesús, tras terminar su ministerio en Galilea, parte rápidamente hacia Jerusalén, donde le espera la muerte. El evangelista indica que "en aquel momento se acercaron a Jesús los discípulos". Pero la pregunta que le hacen pone de manifiesto su lejanía del maestro. En el pasaje paralelo de Marcos (9, 33 ss.) se describe la escena siguiente: Jesús acaba de anunciar la pasión y los discípulos, en lugar de pensar en lo que acaban de escuchar, se ponen a discutir sobre quién de ellos era el más importante. ¡Qué enorme distancia entre las preocupaciones del Maestro y las de los discípulos! En realidad es una situación que continúa repitiéndose también hoy entre los discípulos: ¡cuántas veces olvidamos el Evangelio porque estamos preocupados sólo por nosotros mismos o por nuestras primacías! Jesús no contestó inmediatamente con palabras; tomó a un niño y lo puso "en medio", en el centro de la escena, y dirigiéndose a los discípulos, dijo: "Si no cambiáis y os hacéis como los niños, no entraréis en el Reino de los Cielos". Con estas palabras empieza el cuarto largo discurso de Jesús, el de la vida de la fraternidad cristiana. El inicio es sorprendente: el discípulo es como un niño, es decir, como un hijo; y siempre tenemos que ser hijos. Jesús no dice que el niño debe crecer y convertirse en adulto. En el reino de Dios siempre somos niños, siempre hijos. Y añade que el niño es el más grande. Así empieza el nuevo mundo que Dios ha venido a instaurar.

PALABRA DE DIOS TODOS LOS DÍAS: EL CALENDARIO

La oración es el corazón de la vida de la Comunidad de Sant’Egidio, su primera “obra”. Cuando termina el día todas las Comunidades, tanto si son grandes como si son pequeñas, se reúnen alrededor del Señor para escuchar su Palabra y dirigirse a Él en su invocación. Los discípulos no pueden sino estar a los pies de Jesús, como María de Betania, para elegir la “mejor parte” (Lc 10,42) y aprender de Él sus mismos sentimientos (cfr. Flp 2,5).

Siempre que la Comunidad vuelve al Señor, hace suya la súplica del discípulo anónimo: “¡Señor, enséñanos a orar” (Lc 11,1). Y Jesús, maestro de oración, continúa contestando: “Cuando oréis, decid: Abbá, Padre”.

Cuando oramos, aunque lo hagamos dentro de nuestro corazón, nunca estamos aislados ni somos huérfanos, porque somos en todo momento miembros de la familia del Señor. En la oración común se ve claramente, además del misterio de la filiación, el de la fraternidad.

Las Comunidades de Sant'Egidio que hay por el mundo se reúnen en los distintos lugares que destinan a la oración y presentan al Señor las esperanzas y los dolores de los hombres y mujeres “vejados y abatidos” de los que habla el Evangelio (Mt 9,37). En aquella gente de entonces se incluyen los habitantes de las ciudades contemporáneas, los pobres que son marginados de la vida, todos aquellos que esperan que alguien les contrate (cfr. Mt 20).

La oración común recoge el grito, la aspiración, el deseo de paz, de curación, de sentido de la vida y de salvación que hay en los hombres y las mujeres de este mundo. La oración nunca es vacía. Sube incesante al Señor para que el llanto se transforme en alegría, la desesperación en felicidad, la angustia en esperanza y la soledad en comunión. Y para que el Reino de Dios llegue pronto a los hombres.