ORACIÓN CADA DÍA

Memoria de los pobres
Palabra de dios todos los dias

Memoria de los pobres

Memoria de san Esteban (+ 1038), rey de Hungría. Se convirtió al Evangelio y fomentó la evangelización en su país.
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Libretto DEL GIORNO
Memoria de los pobres

Memoria de san Esteban (+ 1038), rey de Hungría. Se convirtió al Evangelio y fomentó la evangelización en su país.


Lectura de la Palabra de Dios

Aleluya, aleluya, aleluya.

Este es el Evangelio de los pobres,
la liberación de los prisioneros,
la vista de los ciegos,
la libertad de los oprimidos.

Aleluya, aleluya, aleluya.

Mateo 19,16-22

En esto se le acercó uno y le dijo: «Maestro, ¿qué he de hacer de bueno para conseguir vida eterna?» El le dijo: «¿Por qué me preguntas acerca de lo bueno? Uno solo es el Bueno. Mas si quieres entrar en la vida, guarda los mandamientos.» «¿Cuáles?» - le dice él. Y Jesús dijo: «No matarás, no cometerás adulterio, no robarás, no levantarás falso testimonio, honra a tu padre y a tu madre, y amarás a tu prójimo como a ti mismo.» Dícele el joven: «Todo eso lo he guardado; ¿qué más me falta?» Jesús le dijo: «Si quieres ser perfecto, anda, vende lo que tienes y dáselo a los pobres, y tendrás un tesoro en los cielos; luego ven, y sígueme.» Al oír estas palabras, el joven se marchó entristecido, porque tenía muchos bienes.

 

Aleluya, aleluya, aleluya.

El Hijo del hombre,
ha venido a servir,
quien quiera ser grande
se haga siervo de todos.

Aleluya, aleluya, aleluya.

La pregunta sobre cómo alcanzar la vida eterna es la pregunta que nos hacemos todos nosotros, mayoritariamente hijos de un mundo rico, o como mínimo, muy apegados a nuestras cosas. Jesús, como si quisiera evitar todo equívoco, dice que sólo Dios es bueno, no nosotros. Aquel joven contesta diciendo que nunca ha dejado de observar los mandamientos. Siente que ha hecho lo que debe, ¿qué más le falta? Pensaba que merecía la vida eterna. En realidad la vida eterna no la podemos obtener con nuestros méritos porque no es algo que se compre o a lo que se tenga derecho. La vida eterna es elegir a Jesús por encima de cualquier otra cosa, por encima incluso de uno mismo y de las riquezas que uno tiene. Jesús no replica añadiendo un undécimo mandamiento; sólo dice: "Si quieres ser perfecto, anda, vende lo que tienes y dáselo a los pobres, y tendrás un tesoro en los cielos; luego sígueme". Es la propuesta de un ideal elevado: "si quieres ser perfecto". No es un consejo reservado a algunos, a los mejores o a los más valientes. La escuela del Señor no es selectiva. La perfección es para todos y está al alcance de cada uno de nosotros porque se alcanza por el corazón. El corazón es perfecto cuando es totalmente de Dios y no está dividido con otras cosas. El hombre perfecto y la mujer perfecta son los que han comprendido que no se puede servir a Dios y al dinero (Mt 6, 24). Si alguien ama a Dios por encima de todas las cosas, es lógico que reparta sus riquezas entre los pobres. Aquel joven, por desgracia, no tuvo la valentía de dejar sus riquezas y de ponerse a seguir al Señor. Pensaba que la felicidad consistía en poseer riquezas, pero se equivocaba. El evangelista puntualiza que "se marchó entristecido". Esta página evangélica enseña también hoy cuál es el camino de la salvación y de la felicidad: seguir al Señor más que aferrarse a las riquezas que tenemos.

PALABRA DE DIOS TODOS LOS DÍAS: EL CALENDARIO

La oración es el corazón de la vida de la Comunidad de Sant’Egidio, su primera “obra”. Cuando termina el día todas las Comunidades, tanto si son grandes como si son pequeñas, se reúnen alrededor del Señor para escuchar su Palabra y dirigirse a Él en su invocación. Los discípulos no pueden sino estar a los pies de Jesús, como María de Betania, para elegir la “mejor parte” (Lc 10,42) y aprender de Él sus mismos sentimientos (cfr. Flp 2,5).

Siempre que la Comunidad vuelve al Señor, hace suya la súplica del discípulo anónimo: “¡Señor, enséñanos a orar” (Lc 11,1). Y Jesús, maestro de oración, continúa contestando: “Cuando oréis, decid: Abbá, Padre”.

Cuando oramos, aunque lo hagamos dentro de nuestro corazón, nunca estamos aislados ni somos huérfanos, porque somos en todo momento miembros de la familia del Señor. En la oración común se ve claramente, además del misterio de la filiación, el de la fraternidad.

Las Comunidades de Sant'Egidio que hay por el mundo se reúnen en los distintos lugares que destinan a la oración y presentan al Señor las esperanzas y los dolores de los hombres y mujeres “vejados y abatidos” de los que habla el Evangelio (Mt 9,37). En aquella gente de entonces se incluyen los habitantes de las ciudades contemporáneas, los pobres que son marginados de la vida, todos aquellos que esperan que alguien les contrate (cfr. Mt 20).

La oración común recoge el grito, la aspiración, el deseo de paz, de curación, de sentido de la vida y de salvación que hay en los hombres y las mujeres de este mundo. La oración nunca es vacía. Sube incesante al Señor para que el llanto se transforme en alegría, la desesperación en felicidad, la angustia en esperanza y la soledad en comunión. Y para que el Reino de Dios llegue pronto a los hombres.