ORACIÓN CADA DÍA

Memoria de Jesús crucificado
Palabra de dios todos los dias

Memoria de Jesús crucificado

Memoria de san Gregorio Magno (540-604), papa y doctor de la Iglesia.
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Libretto DEL GIORNO
Memoria de Jesús crucificado

Memoria de san Gregorio Magno (540-604), papa y doctor de la Iglesia.


Lectura de la Palabra de Dios

Aleluya, aleluya, aleluya.

Este es el Evangelio de los pobres,
la liberación de los prisioneros,
la vista de los ciegos,
la libertad de los oprimidos.

Aleluya, aleluya, aleluya.

Lucas 5,33-39

Ellos le dijeron: «Los discípulos de Juan ayunan frecuentemente y recitan oraciones, igual que los de los fariseos, pero los tuyos comen y beben.» Jesús les dijo: «¿Podéis acaso hacer ayunar a los invitados a la boda mientras el novio está con ellos? Días vendrán en que les será arrebatado el novio; entonces ayunarán en aquellos días.» Les dijo también una parábola: «Nadie rompe un vestido nuevo para echar un remiendo a uno viejo; de otro modo, desgarraría el nuevo, y al viejo no le iría el remiendo del nuevo. «Nadie echa tampoco vino nuevo en pellejos viejos; de otro modo, el vino nuevo reventaría los pellejos, el vino se derramaría, y los pellejos se echarían a perder; sino que el vino nuevo debe echarse en pellejos nuevos. Nadie, después de beber el vino añejo, quiere del nuevo porque dice: «El añejo es el bueno.»

 

Aleluya, aleluya, aleluya.

El Hijo del hombre,
ha venido a servir,
quien quiera ser grande
se haga siervo de todos.

Aleluya, aleluya, aleluya.

Todos nosotros conocemos la experiencia de buscar reglas y disposiciones claras que seguir, aunque sean severas, pero que nos ahorren el cansancio y la responsabilidad de comprender lo que el Señor quiere de nosotros. Por eso los fariseos alaban a los discípulos del Bautista, porque ayunan y recitan oraciones, mientras que condenan a los discípulos de Jesús porque hacen fiesta incluso fuera de los tiempos establecidos. Jesús responde que los discípulos hacen fiesta porque han encontrado al salvador de su vida; una fiesta que, de tan hermosa, la compara con la celebración de unas bodas. Obviamente, también los discípulos de Jesús deben ayunar. Sin duda ayunarán cuando les arrebaten al esposo -y son los momentos difíciles de toda persecución-, pero ya ahora son llamados a ayunar de su egoísmo, de su cerrazón, de su autosuficiencia y de su provincialismo, porque sólo así pueden acoger el don de ser hijos de Dios hasta que puedan llamarle "Padre". Los discípulos, en efecto, forman parte de aquella nueva familia constituida por el mismo Jesús no a través de vínculos de carne y de parentela, sino a través de vínculos espirituales que abaten límites y fronteras, y ensanchan el corazón. Los discípulos llevan, pues, un vestido interior totalmente nuevo, el vestido de los hijos de Dios, y su corazón es como aquellos pellejos en los que se echa el nuevo vino, que es el amor del Señor.

PALABRA DE DIOS TODOS LOS DÍAS: EL CALENDARIO

La oración es el corazón de la vida de la Comunidad de Sant’Egidio, su primera “obra”. Cuando termina el día todas las Comunidades, tanto si son grandes como si son pequeñas, se reúnen alrededor del Señor para escuchar su Palabra y dirigirse a Él en su invocación. Los discípulos no pueden sino estar a los pies de Jesús, como María de Betania, para elegir la “mejor parte” (Lc 10,42) y aprender de Él sus mismos sentimientos (cfr. Flp 2,5).

Siempre que la Comunidad vuelve al Señor, hace suya la súplica del discípulo anónimo: “¡Señor, enséñanos a orar” (Lc 11,1). Y Jesús, maestro de oración, continúa contestando: “Cuando oréis, decid: Abbá, Padre”.

Cuando oramos, aunque lo hagamos dentro de nuestro corazón, nunca estamos aislados ni somos huérfanos, porque somos en todo momento miembros de la familia del Señor. En la oración común se ve claramente, además del misterio de la filiación, el de la fraternidad.

Las Comunidades de Sant'Egidio que hay por el mundo se reúnen en los distintos lugares que destinan a la oración y presentan al Señor las esperanzas y los dolores de los hombres y mujeres “vejados y abatidos” de los que habla el Evangelio (Mt 9,37). En aquella gente de entonces se incluyen los habitantes de las ciudades contemporáneas, los pobres que son marginados de la vida, todos aquellos que esperan que alguien les contrate (cfr. Mt 20).

La oración común recoge el grito, la aspiración, el deseo de paz, de curación, de sentido de la vida y de salvación que hay en los hombres y las mujeres de este mundo. La oración nunca es vacía. Sube incesante al Señor para que el llanto se transforme en alegría, la desesperación en felicidad, la angustia en esperanza y la soledad en comunión. Y para que el Reino de Dios llegue pronto a los hombres.