ORACIÓN CADA DÍA

Memoria de los pobres
Palabra de dios todos los dias
Libretto DEL GIORNO
Memoria de los pobres


Lectura de la Palabra de Dios

Aleluya, aleluya, aleluya.

Este es el Evangelio de los pobres,
la liberación de los prisioneros,
la vista de los ciegos,
la libertad de los oprimidos.

Aleluya, aleluya, aleluya.

Ester 4,5-17

Llamó Ester a Hatak, uno de los eunucos que el rey había puesto a su servicio, y le envió a Mardoqueo para enterarse de lo que pasaba y a qué obedecía todo aquello. Salió Hatak y fue donde Mardoqueo, que estaba en la plaza de la ciudad que hay frente a la Puerta Real. Mardoqueo le informó de todo cuanto había pasado y de la suma de dinero que Amán había prometido entregar al tesoro real por el exterminio de los judíos. Le dio también una copia del texto del edicto de exterminio publicado en Susa, para que se lo enseñara a Ester y se informara; y ordenó a la reina que se presentase ante el rey, se ganara su favor y suplicara por su pueblo. Regresó Hatak e informó a Ester de las palabras de Mardoqueo. Ester mandó a Hatak que dijera a Mardoqueo: Todos los servidores del rey y todos los habitantes de las provincias del rey saben que todo hombre o mujer que se presente al rey, en el patio interior, sin haber sido llamado, es condenado a muerte por el edicto, salvo aquel sobre quien el rey extienda su cetro de oro; y hace ya treinta días que yo no he sido llamada a presencia del rey. Llevó a Mardoqueo la respuesta de Ester y Mardoqueo hizo que le contestara: "No te imagines que por estar en la casa del rey, te vas a librar tú sola entre todos los judíos, porque, si te empeñas en callar en esta ocasión, por otra parte vendrá el socorro de la liberación de los judíos, mientras que tú y la casa de tu padre pereceréis. ¡Quién sabe si precisamente para una ocasión semejante has llegado a ser reina!" Ester mandó que respondieran a Mardoqueo: Vete a reunir a todos los judíos que hay en Susa y ayunad por mí. No comáis ni bebáis durante tres días y tres noches. También yo y mis siervas ayunaremos. Y así, a pesar de la ley, me presentaré ante el rey; y si tengo que morir, moriré. Se alejó Mardoqueo y cumplió cuanto Ester le había mandado.

 

Aleluya, aleluya, aleluya.

El Hijo del hombre,
ha venido a servir,
quien quiera ser grande
se haga siervo de todos.

Aleluya, aleluya, aleluya.

Amán -tal como había decidido tras el desaire de Mardoqueo- continúa con su plan de destrucción del pueblo judío. Presenta al rey el pueblo de Israel como un peligro para la unidad del reino y obtiene el decreto para destruirlo. Amán, para decidir el día del exterminio, confía en las prácticas del sortilegio. Y el sortilegio se fijó el mes de Pascua, con todo lo que significa para los judíos. No obstante, media una buena distancia (casi un año) para ponerlo en práctica. Mientras tanto los jefes, tras haber decretado el exterminio, van tranquilos a banquetear, mientras el pueblo era presa de la "consternación" (3, 15). Cuando tienen conocimiento del decreto (¡en su formulación griega es una obra maestra de antijudaísmo!), los judíos, empezando por Mardoqueo, caen en la desolación y, llorando, ayunan y se visten de luto. Ester está cerrada en el harén y le informan sobre el luto de Mardoqueo; le envía ropa para que Mardoqueo pueda salir e informarla sobre lo que estaba sucediendo. Mardoqueo, sin embargo, no acepta la ropa y manda decir a Ester que se presente ante el rey para evitar la destrucción de su pueblo. Ester le comunica que rige en palacio una ley según la cual nadie puede presentarse ante el rey sino es llamado, so pena de muerte, a menos que el rey extienda su cetro de oro hacia él; además, el rey no la llama desde hace un mes, por lo que no tiene ocasión de hacer lo que se pide sin violar la ley. Mardoqueo entonces la llama a la responsabilidad hacia todo el pueblo judío y le recuerda que no puede pensar sólo en su salvación. La tentación de salvarse a uno mismo es tan antigua como el hombre, forma parte de aquel instinto que a menudo continúa guiando nuestra vida. Pero la historia bíblica introduce en la historia de los hombres el amor por el Señor y por su pueblo como culminación de la ley. Mardoqueo hace comprender a Ester que no puede salvarse sola. Si sigue ocultando su origen perecerá como todos. En realidad, el rey había elegido a Ester guiado por el Señor y ahora se revela su vocación: ser instrumento de salvación de su pueblo. Ester comprende su responsabilidad "real" y toma la iniciativa de iniciar un ayuno de tres días con todo el pueblo judío y decide ir a ver al rey para defender a su pueblo de la destrucción.

La oración es el corazón de la vida de la Comunidad de Sant’Egidio, su primera “obra”. Cuando termina el día todas las Comunidades, tanto si son grandes como si son pequeñas, se reúnen alrededor del Señor para escuchar su Palabra y dirigirse a Él en su invocación. Los discípulos no pueden sino estar a los pies de Jesús, como María de Betania, para elegir la “mejor parte” (Lc 10,42) y aprender de Él sus mismos sentimientos (cfr. Flp 2,5).

Siempre que la Comunidad vuelve al Señor, hace suya la súplica del discípulo anónimo: “¡Señor, enséñanos a orar” (Lc 11,1). Y Jesús, maestro de oración, continúa contestando: “Cuando oréis, decid: Abbá, Padre”.

Cuando oramos, aunque lo hagamos dentro de nuestro corazón, nunca estamos aislados ni somos huérfanos, porque somos en todo momento miembros de la familia del Señor. En la oración común se ve claramente, además del misterio de la filiación, el de la fraternidad.

Las Comunidades de Sant'Egidio que hay por el mundo se reúnen en los distintos lugares que destinan a la oración y presentan al Señor las esperanzas y los dolores de los hombres y mujeres “vejados y abatidos” de los que habla el Evangelio (Mt 9,37). En aquella gente de entonces se incluyen los habitantes de las ciudades contemporáneas, los pobres que son marginados de la vida, todos aquellos que esperan que alguien les contrate (cfr. Mt 20).

La oración común recoge el grito, la aspiración, el deseo de paz, de curación, de sentido de la vida y de salvación que hay en los hombres y las mujeres de este mundo. La oración nunca es vacía. Sube incesante al Señor para que el llanto se transforme en alegría, la desesperación en felicidad, la angustia en esperanza y la soledad en comunión. Y para que el Reino de Dios llegue pronto a los hombres.