ORACIÓN CADA DÍA

Oración por los enfermos
Palabra de dios todos los dias

Oración por los enfermos

Memoria de san Francisco de Asís. Recuerdo de la dedicación de la pequeña capilla de Primavalle, primer lugar de oración de la Comunidad de Sant'Egidio en la periferia de Roma. El 4 de octubre de 1992 se firmó en Roma el acuerdo de paz que ponía fin a la guerra de Mozambique. Oración por todos los que trabajan por la paz.
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Libretto DEL GIORNO
Oración por los enfermos

Memoria de san Francisco de Asís. Recuerdo de la dedicación de la pequeña capilla de Primavalle, primer lugar de oración de la Comunidad de Sant’Egidio en la periferia de Roma. El 4 de octubre de 1992 se firmó en Roma el acuerdo de paz que ponía fin a la guerra de Mozambique. Oración por todos los que trabajan por la paz.


Lectura de la Palabra de Dios

Aleluya, aleluya, aleluya.

Este es el Evangelio de los pobres,
la liberación de los prisioneros,
la vista de los ciegos,
la libertad de los oprimidos.

Aleluya, aleluya, aleluya.

Apocalipsis 2,1-7

Al Ángel de la Iglesia de Éfeso, escribe: Esto dice el que tiene las siete estrellas en su mano derecha, el que camina entre los siete candeleros de oro. Conozco tu conducta: tus fatigas y paciencia; y que no puedes soportar a los malvados y que pusiste a prueba a los que se llaman apóstoles sin serlo y descubriste su engaño. Tienes paciencia: y has sufrido por mi nombre sin desfallecer. Pero tengo contra ti que has perdido tu amor de antes. Date cuenta, pues, de dónde has caído, arrepiéntete y vuelve a tu conducta primera. Si no, iré donde ti y cambiaré de su lugar tu candelero, si no te arrepientes. Tienes en cambio a tu favor que detestas el proceder de los nicolaítas, que yo también detesto. El que tenga oídos, oiga lo que el Espíritu dice a las Iglesias: al vencedor le daré a comer del árbol de la vida, que está en el Paraíso de Dios.

 

Aleluya, aleluya, aleluya.

El Hijo del hombre,
ha venido a servir,
quien quiera ser grande
se haga siervo de todos.

Aleluya, aleluya, aleluya.

La Palabra de Dios se dirige a todas las Iglesias, pero no de manera genérica: a cada una según la situación en la que se encuentra. De hecho, recibimos la Palabra no para comunicarnos verdades abstractas sino para liberarnos de nuestras esclavitudes, para corregir nuestros errores y para iluminar nuestros pasos en la senda del Evangelio. La iglesia de Éfeso (de la que Lucas, en el capítulo 19 de los Hechos, traza un vivo retrato) es la comunidad madre de las otras que son recordadas. Éfeso era sede de un célebre templo de la diosa de la fecundidad y de la vida, Artemisa "Polimaste" ("de muchas mamas"), centro de estudios de magia, de admirables edificios y teatros; tenía una larga calle empedrada y flanqueada por columnas que, por la noche, estaba iluminada hasta el puerto. Pablo la había convertido en el centro de la misión en aquella región; también era sede de una antigua tradición juánica y mariana. Cristo, que demuestra conocer las dificultades y la perseverancia de la comunidad de Éfeso, la interpela y le reprocha que haya abandonado el amor que tenía, un amor que vibraba enérgicamente en los primeros tiempos. Los discípulos y la comunidad se dejan sorprender fácilmente por la costumbre, por la esclerosis, por el debilitamiento, por la poca generosidad, por la avaricia de sentimientos. Si nos empecinamos en concentrarnos en nosotros mismos forzosamente nos asaltará la pereza y el amor se aplacará. También las comunidades pueden cerrarse en una estéril autorreferencialidad, preocupándose más de sí mismas y de sus problemas internos que de la comunicación del Evangelio a todos. Eso es cierto siempre. Pero hoy tal vez hay una dificultad más: frente a un mundo complejo como el que estamos viviendo, es fácil ceder a la resignación y pensar que no se puede hacer nada, que todo será siempre igual. La exhortación del apóstol a volver al amor del inicio también es importante para nosotros. Es urgente que el amor ocupe el primer lugar tanto en la vida personal como en la vida de la comunidad. Juan lo convirtió en el centro de su predicación: el agape es un amor gratuito que no sólo no contempla reciprocidad alguna sino que llega incluso a dar su vida por los demás. Juan recuerda a la comunidad que debe ser la primera en el agape. El languidecimiento del amor lleva inexorablemente a la muerte. Sin amor tampoco hay Iglesia.

PALABRA DE DIOS TODOS LOS DÍAS: EL CALENDARIO

La oración es el corazón de la vida de la Comunidad de Sant’Egidio, su primera “obra”. Cuando termina el día todas las Comunidades, tanto si son grandes como si son pequeñas, se reúnen alrededor del Señor para escuchar su Palabra y dirigirse a Él en su invocación. Los discípulos no pueden sino estar a los pies de Jesús, como María de Betania, para elegir la “mejor parte” (Lc 10,42) y aprender de Él sus mismos sentimientos (cfr. Flp 2,5).

Siempre que la Comunidad vuelve al Señor, hace suya la súplica del discípulo anónimo: “¡Señor, enséñanos a orar” (Lc 11,1). Y Jesús, maestro de oración, continúa contestando: “Cuando oréis, decid: Abbá, Padre”.

Cuando oramos, aunque lo hagamos dentro de nuestro corazón, nunca estamos aislados ni somos huérfanos, porque somos en todo momento miembros de la familia del Señor. En la oración común se ve claramente, además del misterio de la filiación, el de la fraternidad.

Las Comunidades de Sant'Egidio que hay por el mundo se reúnen en los distintos lugares que destinan a la oración y presentan al Señor las esperanzas y los dolores de los hombres y mujeres “vejados y abatidos” de los que habla el Evangelio (Mt 9,37). En aquella gente de entonces se incluyen los habitantes de las ciudades contemporáneas, los pobres que son marginados de la vida, todos aquellos que esperan que alguien les contrate (cfr. Mt 20).

La oración común recoge el grito, la aspiración, el deseo de paz, de curación, de sentido de la vida y de salvación que hay en los hombres y las mujeres de este mundo. La oración nunca es vacía. Sube incesante al Señor para que el llanto se transforme en alegría, la desesperación en felicidad, la angustia en esperanza y la soledad en comunión. Y para que el Reino de Dios llegue pronto a los hombres.