ORACIÓN CADA DÍA

Memoria de Jesús crucificado
Palabra de dios todos los dias
Libretto DEL GIORNO
Memoria de Jesús crucificado


Lectura de la Palabra de Dios

Aleluya, aleluya, aleluya.

Este es el Evangelio de los pobres,
la liberación de los prisioneros,
la vista de los ciegos,
la libertad de los oprimidos.

Aleluya, aleluya, aleluya.

Apocalipsis 5,6-14

Entonces vi, de pie, en medio del trono y de los cuatro Vivientes y de los Ancianos, un Cordero, como degollado; tenía siete cuernos y siete ojos, que son los siete Espíritus de Dios, enviados a toda la tierra. Y se acercó y tomó el libro de la mano derecha del que está sentado en el trono. Cuando lo tomó, los cuatro Vivientes y los veinticuatro Ancianos se postraron delante del Cordero. Tenía cada uno una cítara y copas de oro llenas de perfumes, que son las oraciones de los santos. Y cantan un cántico nuevo diciendo: «Eres digno de tomar el libro y abrir sus sellos
porque fuiste degollado
y compraste para Dios con tu sangre
hombres de toda raza, lengua, pueblo y nación; y has hecho de ellos para nuestro Dios
un Reino de Sacerdotes, y reinan sobre la
tierra.» Y en la visión oí la voz de una multitud de Ángeles alrededor del trono, de los Vivientes y de los Ancianos. Su número era miríadas de miríadas y millares de millares, y decían con fuerte voz: «Digno es el Cordero degollado
de recibir el poder, la riqueza, la sabiduría,
la fuerza, el honor, la gloria y la alabanza.» Y toda criatura, del cielo, de la tierra, de debajo de la tierra y del mar, y todo lo que hay en ellos, oí que respondían: «Al que está sentado en el trono y al Cordero,
alabanza, honor, gloria y potencia
por los siglos de los siglos.» Y los cuatro Vivientes decían: «Amén»; y los Ancianos se postraron para adorar.

 

Aleluya, aleluya, aleluya.

El Hijo del hombre,
ha venido a servir,
quien quiera ser grande
se haga siervo de todos.

Aleluya, aleluya, aleluya.

Juan ve al Cordero "de pie, en medio del trono". Habían pasado muchos años desde que, a orillas del Jordán, había oído al Bautista presentar a Jesús a la gente: "He aquí el cordero de Dios" (Jn 1, 29). Y Jesús continúa siendo, precisamente, el Cordero que carga con el pecado del mundo. En el Apocalipsis Jesús es presentado hasta en 29 ocasiones como "el Cordero". Un autor medieval comenta: "El Mesías, león para vencer, se hizo cordero para sufrir". Jesús es "como degollado" para siempre, y por eso continúa llevando en su cuerpo los signos de las heridas de la cruz: son las heridas del amor por nosotros. Y el amor siempre hiere y es herido. El Cordero tiene siete cuernos, signo de omnipotencia, y siete ojos, expresión de la omniscencia providente, que el Apocalipsis identifica con los siete espíritus, es decir con la plenitud de los dones del Espíritu divino. Y el Cordero degollado es el único que puede abrir el rollo y revelar el sentido último de la historia. Él toma el libro y le quita los sellos. La visión recalca la proclamación del Evangelio en la Santa Liturgia. Y en efecto, tomar el Libro y abrir sus sellos no es sino la Palabra de Dios proclamada y explicada con autoridad en la santa asamblea de los creyentes: Jesús continúa todavía hoy siendo el Maestro, el único Maestro de su pueblo. Reza la carta a los Hebreos: "Muchas veces y de muchas maneras habló Dios en el pasado a nuestros Padres por medio de los Profetas. En estos últimos tiempos nos ha hablado por medio del Hijo" (Hb 1, 1-2). Frente al Cordero está la puerta celestial, podríamos decir, toda la historia: "Toda criatura, del cielo, de la tierra, de debajo de la tierra y del mar, y todo lo que hay en ellos, oí que respondían: ‘Al que está sentado en el trono y al Cordero, alabanza, honor, gloria y poder por los siglos de los siglos" (13). Es una auténtica liturgia cósmica que canta las alabanzas a Cristo porque con su sangre rescató a toda la humanidad del poder del Mal. Jesús es el único salvador universal.

PALABRA DE DIOS TODOS LOS DÍAS: EL CALENDARIO

La oración es el corazón de la vida de la Comunidad de Sant’Egidio, su primera “obra”. Cuando termina el día todas las Comunidades, tanto si son grandes como si son pequeñas, se reúnen alrededor del Señor para escuchar su Palabra y dirigirse a Él en su invocación. Los discípulos no pueden sino estar a los pies de Jesús, como María de Betania, para elegir la “mejor parte” (Lc 10,42) y aprender de Él sus mismos sentimientos (cfr. Flp 2,5).

Siempre que la Comunidad vuelve al Señor, hace suya la súplica del discípulo anónimo: “¡Señor, enséñanos a orar” (Lc 11,1). Y Jesús, maestro de oración, continúa contestando: “Cuando oréis, decid: Abbá, Padre”.

Cuando oramos, aunque lo hagamos dentro de nuestro corazón, nunca estamos aislados ni somos huérfanos, porque somos en todo momento miembros de la familia del Señor. En la oración común se ve claramente, además del misterio de la filiación, el de la fraternidad.

Las Comunidades de Sant'Egidio que hay por el mundo se reúnen en los distintos lugares que destinan a la oración y presentan al Señor las esperanzas y los dolores de los hombres y mujeres “vejados y abatidos” de los que habla el Evangelio (Mt 9,37). En aquella gente de entonces se incluyen los habitantes de las ciudades contemporáneas, los pobres que son marginados de la vida, todos aquellos que esperan que alguien les contrate (cfr. Mt 20).

La oración común recoge el grito, la aspiración, el deseo de paz, de curación, de sentido de la vida y de salvación que hay en los hombres y las mujeres de este mundo. La oración nunca es vacía. Sube incesante al Señor para que el llanto se transforme en alegría, la desesperación en felicidad, la angustia en esperanza y la soledad en comunión. Y para que el Reino de Dios llegue pronto a los hombres.