ORACIÓN CADA DÍA

Memoria de los pobres
Palabra de dios todos los dias
Libretto DEL GIORNO
Memoria de los pobres

Salmo responsorial

Salmo 139 (140)

Líbrame, Yahveh, del hombre malo,
del hombre violento guárdame,

los que en su corazón maquinan males,
y peleas albergan todo el día,

aguzan su lengua igual que una serpiente,
veneno de víbora hay bajo sus labios. Pausa

Presérvame, Yahveh, de las manos del impío,
del hombre violento guárdame,
los que proyectan trastornar mis pasos,

los insolentes que me han ocultado cepo y lazos,
y tienden una red bajo mis pies,
y al borde del sendero me han emplazado trampas.
Pausa.

Yo he dicho a Yahveh: Tú eres mi Dios,
escucha, Yahveh, la voz de mis súplicas.

Oh Yahveh, Señor mío, fuerza de mi salvación,
tú cubres mi cabeza el día del combate.

No otorgues, Yahveh, al impío su deseo,
no dejes que su plan se realice.
Los que me asedian no alcen sobre mí

"su cabeza, Pausa
ahóguelos la malicia de sus labios; """

"llueva sobre ellos carbones encendidos,
en el abismo hundidos, no se levanten más; """

no arraigue más en la tierra el deslenguado.
al violento lo atrape de golpe la desgracia.

Sé que Yahveh al humilde hará justicia,
y llevará el juicio de los pobres.

Sí, los justos darán gracias a tu nombre,
los rectos morarán en tu presencia.

La oración es el corazón de la vida de la Comunidad de Sant’Egidio, su primera “obra”. Cuando termina el día todas las Comunidades, tanto si son grandes como si son pequeñas, se reúnen alrededor del Señor para escuchar su Palabra y dirigirse a Él en su invocación. Los discípulos no pueden sino estar a los pies de Jesús, como María de Betania, para elegir la “mejor parte” (Lc 10,42) y aprender de Él sus mismos sentimientos (cfr. Flp 2,5).

Siempre que la Comunidad vuelve al Señor, hace suya la súplica del discípulo anónimo: “¡Señor, enséñanos a orar” (Lc 11,1). Y Jesús, maestro de oración, continúa contestando: “Cuando oréis, decid: Abbá, Padre”.

Cuando oramos, aunque lo hagamos dentro de nuestro corazón, nunca estamos aislados ni somos huérfanos, porque somos en todo momento miembros de la familia del Señor. En la oración común se ve claramente, además del misterio de la filiación, el de la fraternidad.

Las Comunidades de Sant'Egidio que hay por el mundo se reúnen en los distintos lugares que destinan a la oración y presentan al Señor las esperanzas y los dolores de los hombres y mujeres “vejados y abatidos” de los que habla el Evangelio (Mt 9,37). En aquella gente de entonces se incluyen los habitantes de las ciudades contemporáneas, los pobres que son marginados de la vida, todos aquellos que esperan que alguien les contrate (cfr. Mt 20).

La oración común recoge el grito, la aspiración, el deseo de paz, de curación, de sentido de la vida y de salvación que hay en los hombres y las mujeres de este mundo. La oración nunca es vacía. Sube incesante al Señor para que el llanto se transforme en alegría, la desesperación en felicidad, la angustia en esperanza y la soledad en comunión. Y para que el Reino de Dios llegue pronto a los hombres.