ORACIÓN CADA DÍA

Memoria de los pobres
Palabra de dios todos los dias
Libretto DEL GIORNO
Memoria de los pobres


Lectura de la Palabra de Dios

Aleluya, aleluya, aleluya.

Este es el Evangelio de los pobres,
la liberación de los prisioneros,
la vista de los ciegos,
la libertad de los oprimidos.

Aleluya, aleluya, aleluya.

Apocalipsis 9,1-12

Tocó el quinto Ángel... Entonces vi una estrella que había caído del cielo a la tierra. Se le dio la llave del pozo del Abismo. Abrió el pozo del Abismo y subió del pozo una humareda como la de un horno grande, y el sol y el aire se oscurecieron con la humareda del pozo. De la humareda salieron langostas sobre la tierra, y se les dio un poder como el que tienen los escorpiones de la tierra. Se les dijo que no causaran daño a la hierba de la tierra, ni a nada verde, ni a ningún árbol; sólo a los hombres que no llevaran en la frente el sello de Dios. Se les dio poder, no para matarlos, sino para atormentarlos durante cinco meses. El tormento que producen es como el del escorpión cuando pica a alguien. En aquellos días, buscarán los hombres la muerte y no la encontrarán; desearán morir y la muerte huirá de ellos. La apariencia de estas langostas era parecida a caballos preparados para la guerra; sobre sus cabezas tenían como coronas que parecían de oro; sus rostros eran como rostros humanos; tenían cabellos como cabellos de mujer, y sus dientes eran como de león; tenían corazas como corazas de hierro, y el ruido de sus alas como el estrépito de carros de muchos caballos que corren al combate; tienen colas parecidas a las de los escorpiones, con aguijones, y en sus colas, el poder de causar daño a los hombres durante cinco meses. Tienen sobre sí, como rey, al Ángel del Abismo, llamado en hebreo «Abaddón», y en griego «Apolíon». El primer ¡Ay! ha pasado. Mira que detrás vienen todavía otros dos.

 

Aleluya, aleluya, aleluya.

El Hijo del hombre,
ha venido a servir,
quien quiera ser grande
se haga siervo de todos.

Aleluya, aleluya, aleluya.

Cuando el quinto ángel encuentra su trompeta, Juan ve caer del cielo a la tierra una "estrella", que es un ángel que recibe la llave del pozo del abismo, sede de las aguas caóticas que atentan contra la creación. El ángel abre el pozo del abismo del que salen nuevas desgracias, como si quisiera subrayar que el Mal no tiene un poder total y autónomo. La presencia destructora del mal en la historia sigue siendo un misterio. Del pozo sale un enjambre de langostas monstruosas que se abaten sobre la tierra con toda su fuerza destructora y venenosa. En la descripción fantasiosa se puede adivinar la imagen de una guerra de carros y caballeros que se ensañan para destruir. Pero las langostas no atacan a la hierba y a los árboles, se ensañan contra la humanidad infiel y pecadora que no lleva el sello de la fe. Es el juicio de Dios que se abate sobre los que hacen el mal y convierten así la vida en un tormento terrible: "En aquellos días, buscarán los hombres la muerte y no la encontrarán; desearán morir y la muerte huirá de ellos" (v. 6). Ya en el libro de Job se recuerdan a aquellos "que suspiran en vano por la muerte y la buscan con más ansia que a un tesoro" (3, 21). Es la desesperación de aquel que llega a tener náuseas de la misma vida. Pero el vacío de sentido que impulsa a hacer gestos irreflexivos, aquella nada que oprime a muchos jóvenes de nuestra sociedad, no es el fruto de la casualidad, sino la obra del príncipe del Mal, del "ángel del abismo" que atrapa en sus redes a aquellos que se dejan atraer y que, a menudo, no tienen a nadie que les ayude de verdad. Encabeza este ejército surreal y monstruoso el "ángel del abismo" que tiene un nombre infernal, expresado en hebreo y en griego: "Abaddón", que designa el reino de los muertos, y "Apolíon", que significa "Exterminador". Este ángel de la muerte espiritual recuerda lo que leemos en el libro de la Sabiduría: "La muerte entró en el mundo por envidia del diablo, y la experimentan sus secuaces" (2, 24). No obstante, el triunfo del mal es limitado, no es total y definitivo, dura sólo cinco meses (véase el v. 5), un tiempo determinado. Una indicación final nos advierte que el de las langostas es el primero de los tres "ay" anunciados por el águila misteriosa que apareció después del toque de la cuarta trompeta (8, 13).

PALABRA DE DIOS TODOS LOS DÍAS: EL CALENDARIO

La oración es el corazón de la vida de la Comunidad de Sant’Egidio, su primera “obra”. Cuando termina el día todas las Comunidades, tanto si son grandes como si son pequeñas, se reúnen alrededor del Señor para escuchar su Palabra y dirigirse a Él en su invocación. Los discípulos no pueden sino estar a los pies de Jesús, como María de Betania, para elegir la “mejor parte” (Lc 10,42) y aprender de Él sus mismos sentimientos (cfr. Flp 2,5).

Siempre que la Comunidad vuelve al Señor, hace suya la súplica del discípulo anónimo: “¡Señor, enséñanos a orar” (Lc 11,1). Y Jesús, maestro de oración, continúa contestando: “Cuando oréis, decid: Abbá, Padre”.

Cuando oramos, aunque lo hagamos dentro de nuestro corazón, nunca estamos aislados ni somos huérfanos, porque somos en todo momento miembros de la familia del Señor. En la oración común se ve claramente, además del misterio de la filiación, el de la fraternidad.

Las Comunidades de Sant'Egidio que hay por el mundo se reúnen en los distintos lugares que destinan a la oración y presentan al Señor las esperanzas y los dolores de los hombres y mujeres “vejados y abatidos” de los que habla el Evangelio (Mt 9,37). En aquella gente de entonces se incluyen los habitantes de las ciudades contemporáneas, los pobres que son marginados de la vida, todos aquellos que esperan que alguien les contrate (cfr. Mt 20).

La oración común recoge el grito, la aspiración, el deseo de paz, de curación, de sentido de la vida y de salvación que hay en los hombres y las mujeres de este mundo. La oración nunca es vacía. Sube incesante al Señor para que el llanto se transforme en alegría, la desesperación en felicidad, la angustia en esperanza y la soledad en comunión. Y para que el Reino de Dios llegue pronto a los hombres.