ORACIÓN CADA DÍA

Oración por los enfermos
Palabra de dios todos los dias

Oración por los enfermos

Recuerdo de san Nicolás (+ 350). Fue obispo en Asia menor (la actual Turquía), y es venerado en todo Oriente.
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Libretto DEL GIORNO
Oración por los enfermos

Recuerdo de san Nicolás (+ 350). Fue obispo en Asia menor (la actual Turquía), y es venerado en todo Oriente.


Lectura de la Palabra de Dios

Aleluya, aleluya, aleluya.

Este es el Evangelio de los pobres,
la liberación de los prisioneros,
la vista de los ciegos,
la libertad de los oprimidos.

Aleluya, aleluya, aleluya.

Lucas 5,17-26

Un día que estaba enseñando, había sentados algunos fariseos y doctores de la ley que habían venido de todos los pueblos de Galilea y Judea, y de Jerusalén. El poder del Señor le hacía obrar curaciones. En esto, unos hombres trajeron en una camilla a un paralítico y trataban de introducirle, para ponerle delante de él. Pero no encontrando por dónde meterle, a causa de la multitud, subieron al terrado, le bajaron con la camilla a través de las tejas, y le pusieron en medio, delante de Jesús. Viendo Jesús la fe de ellos, dijo: «Hombre, tus pecados te quedan perdonados.» Los escribas y fariseos empezaron a pensar: «¿Quién es éste, que dice blasfemias? ¿Quién puede perdonar pecados sino sólo Dios?» Conociendo Jesús sus pensamientos, les dijo: «¿Qué estáis pensando en vuestros corazones? ¿Qué es más fácil, decir: "Tus pecados te quedan perdonados", o decir: "Levántate y anda"? Pues para que sepáis que el Hijo del hombre tiene en la tierra poder de perdonar pecados, - dijo al paralítico -: "A ti te digo, levántate, toma tu camilla y vete a tu casa".» Y al instante, levantándose delante de ellos, tomó la camilla en que yacía y se fue a su casa, glorificando a Dios. El asombro se apoderó de todos, y glorificaban a Dios. Y llenos de temor, decían: «Hoy hemos visto cosas increíbles.»

 

Aleluya, aleluya, aleluya.

El Hijo del hombre,
ha venido a servir,
quien quiera ser grande
se haga siervo de todos.

Aleluya, aleluya, aleluya.

"Viendo Jesús la fe que tenían", curó al paralítico, advierte el evangelista Lucas. El milagro se realiza por la fe de aquellos amigos, una fe hecha de amor, de tenacidad, de perseverancia y también de astucia. Quieren llevar al amigo enfermo ante Jesús y, cuando ven la multitud agolpada ante la puerta, llegan incluso a destejar el techo con tal de introducir a su amigo delante de Jesús. ¡Cuánto hemos de aprender de esta actitud! Muchas veces la amistad entre nosotros es vacía y superficial. Con poco basta para olvidarnos unos de otros. Estamos concentrados en nosotros mismos hasta tal punto que hacemos pasar a los demás a un segundo plano. Los amigos de aquel paralítico no hicieron así. ¿No nos exhorta quizá esta página a hacernos cargo atentamente de quien está enfermo, pobre o indefenso? Se trata de realizar una especie de alianza entre los discípulos y los pobres, entre los discípulos y los enfermos. Esta alianza especial permite estos milagros. En efecto, el milagro comienza cuando se pone en el centro de la escena a aquel enfermo, un centro que no es solo físico, sino del corazón. Por su parte, Jesús, viendo aquella fe, viendo lo grande que es el amor de aquellos amigos, cura a aquel paralítico de forma plena, más incluso de cuanto ellos se esperaban. De hecho, dirigiéndose a aquel enfermo Jesús dice: "Hombre, tus pecados te quedan perdonados". Ninguno de los presentes había buscado eso. Más bien para aquel hombre todos querían solo la curación de la enfermedad, pero cuando Jesús perdona los pecados están los que reaccionan, como los fariseos. El profeta de Nazaret va más allá del cuerpo y ve también el corazón de aquel paralítico, es decir, la necesidad que también él tiene de ser perdonado, acogido y amado. Y le concede tanto la salud del cuerpo como la del corazón. Es la curación plena, la que ya Isaías había visto en visión y había preanunciado al pueblo de Israel (35, 1-10). También nosotros estamos llamados a formar parte del extraordinario diseño de Dios y a traer al mundo la paz y el amor. Se podría transformar la afirmación de Jesús dirigida al "tentador" del desierto: "no solo de pan vive el pobre, sino también de amor". Nosotros los creyentes debemos continuar en nuestros días lo que entonces hicieron aquel grupo de amigos. Es bello poder decir que los cristianos son los amigos de los pobres, de los enfermos y de los débiles. De aquí parte el cambio del mundo, ese mundo de amor que Jesús ha venido a inaugurar sobre la tierra.

PALABRA DE DIOS TODOS LOS DÍAS: EL CALENDARIO

La oración es el corazón de la vida de la Comunidad de Sant’Egidio, su primera “obra”. Cuando termina el día todas las Comunidades, tanto si son grandes como si son pequeñas, se reúnen alrededor del Señor para escuchar su Palabra y dirigirse a Él en su invocación. Los discípulos no pueden sino estar a los pies de Jesús, como María de Betania, para elegir la “mejor parte” (Lc 10,42) y aprender de Él sus mismos sentimientos (cfr. Flp 2,5).

Siempre que la Comunidad vuelve al Señor, hace suya la súplica del discípulo anónimo: “¡Señor, enséñanos a orar” (Lc 11,1). Y Jesús, maestro de oración, continúa contestando: “Cuando oréis, decid: Abbá, Padre”.

Cuando oramos, aunque lo hagamos dentro de nuestro corazón, nunca estamos aislados ni somos huérfanos, porque somos en todo momento miembros de la familia del Señor. En la oración común se ve claramente, además del misterio de la filiación, el de la fraternidad.

Las Comunidades de Sant'Egidio que hay por el mundo se reúnen en los distintos lugares que destinan a la oración y presentan al Señor las esperanzas y los dolores de los hombres y mujeres “vejados y abatidos” de los que habla el Evangelio (Mt 9,37). En aquella gente de entonces se incluyen los habitantes de las ciudades contemporáneas, los pobres que son marginados de la vida, todos aquellos que esperan que alguien les contrate (cfr. Mt 20).

La oración común recoge el grito, la aspiración, el deseo de paz, de curación, de sentido de la vida y de salvación que hay en los hombres y las mujeres de este mundo. La oración nunca es vacía. Sube incesante al Señor para que el llanto se transforme en alegría, la desesperación en felicidad, la angustia en esperanza y la soledad en comunión. Y para que el Reino de Dios llegue pronto a los hombres.