ORACIÓN CADA DÍA

Liturgia del domingo
Palabra de dios todos los dias

Liturgia del domingo

Fiesta del Bautismo del Señor Leer más

Libretto DEL GIORNO
Liturgia del domingo

Salmo responsorial

Salmo 28 (29)

¡Rendid a Yahveh, hijos de Dios,
rendid a Yahveh gloria y poder!

Rendid a Yahveh la gloria de su nombre,
postraos ante Yahveh en esplendor sagrado.

Voz de Yahveh sobre las aguas;
el Dios de gloria truena,
¡es Yahveh, sobre las muchas aguas!

Voz de Yahveh con fuerza,
voz de Yahveh con majestad.

Voz de Yahveh que desgaja los cedros,
Yahveh desgaja los cedros del Líbano,

hace brincar como un novillo al Líbano,
y al Sarión como cría de búfalo.

Voz de Yahveh que afila llamaradas.

Voz de Yahveh, que sacude el desierto,
sacude Yahveh el desierto de Cadés.

Voz de Yahveh, que estremece las encinas,
y las selvas descuaja,
mientras todo en su Templo dice: ¡Gloria!

Yahveh se sentó para el diluvio,
Yahveh se sienta como rey eterno.

Yahveh da el poder a su pueblo,
Yahveh bendice a su pueblo con la paz.

PALABRA DE DIOS TODOS LOS DÍAS: EL CALENDARIO

La oración es el corazón de la vida de la Comunidad de Sant’Egidio, su primera “obra”. Cuando termina el día todas las Comunidades, tanto si son grandes como si son pequeñas, se reúnen alrededor del Señor para escuchar su Palabra y dirigirse a Él en su invocación. Los discípulos no pueden sino estar a los pies de Jesús, como María de Betania, para elegir la “mejor parte” (Lc 10,42) y aprender de Él sus mismos sentimientos (cfr. Flp 2,5).

Siempre que la Comunidad vuelve al Señor, hace suya la súplica del discípulo anónimo: “¡Señor, enséñanos a orar” (Lc 11,1). Y Jesús, maestro de oración, continúa contestando: “Cuando oréis, decid: Abbá, Padre”.

Cuando oramos, aunque lo hagamos dentro de nuestro corazón, nunca estamos aislados ni somos huérfanos, porque somos en todo momento miembros de la familia del Señor. En la oración común se ve claramente, además del misterio de la filiación, el de la fraternidad.

Las Comunidades de Sant'Egidio que hay por el mundo se reúnen en los distintos lugares que destinan a la oración y presentan al Señor las esperanzas y los dolores de los hombres y mujeres “vejados y abatidos” de los que habla el Evangelio (Mt 9,37). En aquella gente de entonces se incluyen los habitantes de las ciudades contemporáneas, los pobres que son marginados de la vida, todos aquellos que esperan que alguien les contrate (cfr. Mt 20).

La oración común recoge el grito, la aspiración, el deseo de paz, de curación, de sentido de la vida y de salvación que hay en los hombres y las mujeres de este mundo. La oración nunca es vacía. Sube incesante al Señor para que el llanto se transforme en alegría, la desesperación en felicidad, la angustia en esperanza y la soledad en comunión. Y para que el Reino de Dios llegue pronto a los hombres.