ORACIÓN CADA DÍA

Memoria de los pobres
Palabra de dios todos los dias
Libretto DEL GIORNO
Memoria de los pobres

Salmo responsorial

Salmo 45 (46)

Dios es para nosotros refugio y fortaleza,
un socorro en la angustia siempre a punto.

Por eso no tememos si se altera la tierra,
si los montes se conmueven en el fondo de los mares,

aunque sus aguas bramen y borboten,
y los montes retiemblen a su ímpetu.
(¡Con nosotros Yahveh Sebaot,
baluarte para nosotros, el Dios de Jacob!) Pausa.

¡Un río! Sus brazos recrean la ciudad de Dios,
santificando las moradas del Altísimo.

Dios está en medio de ella, no será conmovida,
Dios la socorre al llegar la mañana.

Braman las naciones, se tambalean los reinos,
lanza él su voz, la tierra se derrite.

¡Con nosotros Yahveh Sebaot,
baluarte para nosotros, el Dios de Jacob! Pausa.

Venid a contemplar los prodigios de Yahveh,
el que llena la tierra de estupores.

Hace cesar las guerras hasta el extremo de la tierra;
quiebra el arco, parte en dos la lanza,
y prende fuego a los escudos.

"¡Basta ya; sabed que yo soy Dios,
excelso sobre las naciones, sobre la tierra excelso!"

¡Con nosotros Yahveh Sebaot,
baluarte para nosotros, el Dios de Jacob! Pausa.

PALABRA DE DIOS TODOS LOS DÍAS: EL CALENDARIO

La oración es el corazón de la vida de la Comunidad de Sant’Egidio, su primera “obra”. Cuando termina el día todas las Comunidades, tanto si son grandes como si son pequeñas, se reúnen alrededor del Señor para escuchar su Palabra y dirigirse a Él en su invocación. Los discípulos no pueden sino estar a los pies de Jesús, como María de Betania, para elegir la “mejor parte” (Lc 10,42) y aprender de Él sus mismos sentimientos (cfr. Flp 2,5).

Siempre que la Comunidad vuelve al Señor, hace suya la súplica del discípulo anónimo: “¡Señor, enséñanos a orar” (Lc 11,1). Y Jesús, maestro de oración, continúa contestando: “Cuando oréis, decid: Abbá, Padre”.

Cuando oramos, aunque lo hagamos dentro de nuestro corazón, nunca estamos aislados ni somos huérfanos, porque somos en todo momento miembros de la familia del Señor. En la oración común se ve claramente, además del misterio de la filiación, el de la fraternidad.

Las Comunidades de Sant'Egidio que hay por el mundo se reúnen en los distintos lugares que destinan a la oración y presentan al Señor las esperanzas y los dolores de los hombres y mujeres “vejados y abatidos” de los que habla el Evangelio (Mt 9,37). En aquella gente de entonces se incluyen los habitantes de las ciudades contemporáneas, los pobres que son marginados de la vida, todos aquellos que esperan que alguien les contrate (cfr. Mt 20).

La oración común recoge el grito, la aspiración, el deseo de paz, de curación, de sentido de la vida y de salvación que hay en los hombres y las mujeres de este mundo. La oración nunca es vacía. Sube incesante al Señor para que el llanto se transforme en alegría, la desesperación en felicidad, la angustia en esperanza y la soledad en comunión. Y para que el Reino de Dios llegue pronto a los hombres.