ORACIÓN CADA DÍA

Oración por los enfermos
Palabra de dios todos los dias
Libretto DEL GIORNO
Oración por los enfermos


Lectura de la Palabra de Dios

Aleluya, aleluya, aleluya.

Este es el Evangelio de los pobres,
la liberación de los prisioneros,
la vista de los ciegos,
la libertad de los oprimidos.

Aleluya, aleluya, aleluya.

Juan 16,29-33

Le dicen sus discípulos: «Ahora sí que hablas claro, y no dices ninguna parábola. Sabemos ahora que lo sabes todo y no necesitas que nadie te pregunte. Por esto creemos que has salido de Dios.» Jesús les respondió: «¿Ahora creéis? Mirad que llega la hora (y ha llegado ya)
en que os dispersaréis cada uno por vuestro lado
y me dejaréis solo.
Pero no estoy solo,
porque el Padre está conmigo. Os he dicho estas cosas
para que tengáis paz en mí.
En el mundo tendréis tribulación.
Pero ¡ánimo!:
yo he vencido al mundo.»

 

Aleluya, aleluya, aleluya.

El Hijo del hombre,
ha venido a servir,
quien quiera ser grande
se haga siervo de todos.

Aleluya, aleluya, aleluya.

Los discípulos tienen la presunción de haberlo entendido todo. Jesús les ha abierto el corazón, revelando así la belleza de la vida con el Padre que también ellos reciben, y por eso creen que ya la poseen. Es la superficialidad de aquellos que piensan que la fe es una simple cuestión de fórmulas que hay que comprender intelectualmente. Pero Jesús no pierde la paciencia, como haríamos nosotros. Él, que es un maestro bueno y paciente, continúa hablándoles para que crezcan en el conocimiento y en el amor. No los deja a merced de su orgullo y no quiere que sigan siendo esclavos de la actitud presuntuosa de creer que ya lo saben todo. Más bien, los pone frente a la debilidad, frente a la fragilidad de su vida que al cabo de poco les hará temer por ellos mismos y les hará huir ante la amenaza de verse involucrados en la pasión de su Maestro. También ese es un signo de su atentísima misericordia. Los recoloca en su dimensión real porque solo reconociendo su necesidad y sus grandes límites podrán aceptar la ayuda que continúa ofreciéndoles. Les advierte de que se dispersarán porque no confían en el Maestro y en sus enseñanzas. Y Jesús se quedará solo. Es la amarga historia de la pasión hasta la cruz. Incluso los más amigos lo abandonarán. Solo el Padre estaba a su lado. Jesús es plenamente consciente de ello y durante la pasión el Padre será su único refugio. Este vínculo indisoluble con el Padre es la verdadera paz para Jesús. Y quiere comunicarla también a los discípulos. La paz verdadera no nace de pensar que estamos a salvo de cualquier problema y de cualquier límite, sino de saber que el Señor está siempre dispuesto a salvarnos en cualquier situación. Y podemos confiar en su poder bueno que ha derrotado a la muerte. Esta ya no tiene la última palabra sobre la vida, sino que es la tribulación a través de la que hay que pasar para encontrar la resurrección a la vida nueva.

PALABRA DE DIOS TODOS LOS DÍAS: EL CALENDARIO

La oración es el corazón de la vida de la Comunidad de Sant’Egidio, su primera “obra”. Cuando termina el día todas las Comunidades, tanto si son grandes como si son pequeñas, se reúnen alrededor del Señor para escuchar su Palabra y dirigirse a Él en su invocación. Los discípulos no pueden sino estar a los pies de Jesús, como María de Betania, para elegir la “mejor parte” (Lc 10,42) y aprender de Él sus mismos sentimientos (cfr. Flp 2,5).

Siempre que la Comunidad vuelve al Señor, hace suya la súplica del discípulo anónimo: “¡Señor, enséñanos a orar” (Lc 11,1). Y Jesús, maestro de oración, continúa contestando: “Cuando oréis, decid: Abbá, Padre”.

Cuando oramos, aunque lo hagamos dentro de nuestro corazón, nunca estamos aislados ni somos huérfanos, porque somos en todo momento miembros de la familia del Señor. En la oración común se ve claramente, además del misterio de la filiación, el de la fraternidad.

Las Comunidades de Sant'Egidio que hay por el mundo se reúnen en los distintos lugares que destinan a la oración y presentan al Señor las esperanzas y los dolores de los hombres y mujeres “vejados y abatidos” de los que habla el Evangelio (Mt 9,37). En aquella gente de entonces se incluyen los habitantes de las ciudades contemporáneas, los pobres que son marginados de la vida, todos aquellos que esperan que alguien les contrate (cfr. Mt 20).

La oración común recoge el grito, la aspiración, el deseo de paz, de curación, de sentido de la vida y de salvación que hay en los hombres y las mujeres de este mundo. La oración nunca es vacía. Sube incesante al Señor para que el llanto se transforme en alegría, la desesperación en felicidad, la angustia en esperanza y la soledad en comunión. Y para que el Reino de Dios llegue pronto a los hombres.