ORACIÓN CADA DÍA

Liturgia del domingo
Palabra de dios todos los dias

Liturgia del domingo

XXIII del tiempo ordinario
Recuerdo de Moisés. Tras ser llamado por el Señor, liberó de la esclavitud de Egipto al pueblo de Israel y lo guió hacia la "tierra prometida".
Leer más

Libretto DEL GIORNO
Liturgia del domingo

Salmo responsorial

Salmo 94 (95)

Venid, cantemos gozosos a Yahveh,
aclamemos a la Roca de nuestra salvación;

con acciones de gracias vayamos ante él,
aclamémosle con salmos.

Porque es Yahveh un Dios grande,
Rey grande sobre todos los dioses;

en sus manos están las honduras de la tierra,
y suyas son las cumbres de los montes;

suyo el mar, pues él mismo lo hizo,
y la tierra firme que sus manos formaron.

Entrad, adoremos, prosternémonos,
¡de rodillas ante Yahveh que nos ha hecho!

Porque él es nuestro Dios,
y nosotros el pueblo de su pasto,
el rebaño de su mano.
¡Oh, si escucharais hoy su voz!:

No endurezcáis vuestro corazón como en Meribá,
como el día de Massá en el desierto,

donde me pusieron a prueba vuestros padres,
me tentaron aunque habían visto mi obra.

Cuarenta años me asqueó aquella generación,
y dije: Pueblo son de corazón torcido,
que mis caminos no conocen.

"Y por eso en mi cólera juré:
¡No han de entrar en mi reposo!"""

PALABRA DE DIOS TODOS LOS DÍAS: EL CALENDARIO

La oración es el corazón de la vida de la Comunidad de Sant’Egidio, su primera “obra”. Cuando termina el día todas las Comunidades, tanto si son grandes como si son pequeñas, se reúnen alrededor del Señor para escuchar su Palabra y dirigirse a Él en su invocación. Los discípulos no pueden sino estar a los pies de Jesús, como María de Betania, para elegir la “mejor parte” (Lc 10,42) y aprender de Él sus mismos sentimientos (cfr. Flp 2,5).

Siempre que la Comunidad vuelve al Señor, hace suya la súplica del discípulo anónimo: “¡Señor, enséñanos a orar” (Lc 11,1). Y Jesús, maestro de oración, continúa contestando: “Cuando oréis, decid: Abbá, Padre”.

Cuando oramos, aunque lo hagamos dentro de nuestro corazón, nunca estamos aislados ni somos huérfanos, porque somos en todo momento miembros de la familia del Señor. En la oración común se ve claramente, además del misterio de la filiación, el de la fraternidad.

Las Comunidades de Sant'Egidio que hay por el mundo se reúnen en los distintos lugares que destinan a la oración y presentan al Señor las esperanzas y los dolores de los hombres y mujeres “vejados y abatidos” de los que habla el Evangelio (Mt 9,37). En aquella gente de entonces se incluyen los habitantes de las ciudades contemporáneas, los pobres que son marginados de la vida, todos aquellos que esperan que alguien les contrate (cfr. Mt 20).

La oración común recoge el grito, la aspiración, el deseo de paz, de curación, de sentido de la vida y de salvación que hay en los hombres y las mujeres de este mundo. La oración nunca es vacía. Sube incesante al Señor para que el llanto se transforme en alegría, la desesperación en felicidad, la angustia en esperanza y la soledad en comunión. Y para que el Reino de Dios llegue pronto a los hombres.