ORACIÓN CADA DÍA

Vigilia del domingo
Palabra de dios todos los dias
Libretto DEL GIORNO
Vigilia del domingo


Lectura de la Palabra de Dios

Aleluya, aleluya, aleluya.

Quien vive y cree en mí
no morirá jamas.

Aleluya, aleluya, aleluya.

Lucas 9,43-45

y todos quedaron atónitos ante la grandeza de Dios. Estando todos maravillados por todas las cosas que hacía, dijo a sus discípulos: «Poned en vuestros oídos estas palabras: el Hijo del hombre va a ser entregado en manos de los hombres.» Pero ellos no entendían lo que les decía; les estaba velado de modo que no lo comprendían y temían preguntarle acerca de este asunto.

 

Aleluya, aleluya, aleluya.

Si tú crees, verás la gloria de Dios,
dice el Señor.

Aleluya, aleluya, aleluya.

Jesús acaba de curar a un joven poseído por un demonio. Este milagro ha suscitado una gran maravilla, como era normal. Pero podía confirmar una concepción equivocada del Mesías. Jesús llama a los discípulos consigo y, por segunda vez, preanuncia el futuro de sufrimiento que le espera. Por eso les dice: "Poned en vuestros oídos estas palabras...". Jesús parece querer forzar la dureza de la mente de los discípulos a la hora de comprender su verdadera identidad. Quiere advertirles de que no se dejen engañar por la admiración que todos tienen por él, porque le espera una muerte humillante y dolorosa. "Ser entregado en manos de los hombres" en el lenguaje bíblico indica la suerte dolorosa y cruel de una persona abandonada por Dios y dejada al poder de los hombres, a su arbitrio. Efectivamente, eso es lo que sucederá. Pero a pesar de esa claridad -subraya el evangelista- los discípulos no comprenden. Es una indicación que podemos aplicar también nosotros a menudo distantes, como los discípulos, de los pensamientos de Jesús, de sus preocupaciones y sobre todo del sentido que tenían de sí mismos y de su misión. Y eso sucede no por tomar partido sino por aquel sentimiento de autosuficiencia que no nos deja abrir la mente y el corazón al misterio de Jesús. No es que no comprendan las palabras, sino la esencia misma de la misión de Jesús, es decir, que la salvación llega a través de su muerte. Además, ¿cómo se puede aceptar a un Mesías derrotado? Eso es un escándalo para los judíos y una locura para los gentiles, dirá el apóstol Pablo. Y aun así, la salvación nace de la cruz, el rescate de los hombres de la esclavitud del pecado viene de un amor que no conoce límites. Los discípulos se entristecen por las palabras de Jesús, hasta el punto de que no se atreven a pedirle explicaciones. En cualquier caso debemos aprender una cosa: lo importante no es nuestro estado de ánimo o nuestros altibajos psicológicos, sino nuestra proximidad al corazón y al pensamiento de Jesús. Escuchar continuamente su Palabra es lo que hace que nos mostremos disponibles y nos permite mantenernos unidos a él y libres de nuestras esclavitudes.

PALABRA DE DIOS TODOS LOS DÍAS: EL CALENDARIO

La oración es el corazón de la vida de la Comunidad de Sant’Egidio, su primera “obra”. Cuando termina el día todas las Comunidades, tanto si son grandes como si son pequeñas, se reúnen alrededor del Señor para escuchar su Palabra y dirigirse a Él en su invocación. Los discípulos no pueden sino estar a los pies de Jesús, como María de Betania, para elegir la “mejor parte” (Lc 10,42) y aprender de Él sus mismos sentimientos (cfr. Flp 2,5).

Siempre que la Comunidad vuelve al Señor, hace suya la súplica del discípulo anónimo: “¡Señor, enséñanos a orar” (Lc 11,1). Y Jesús, maestro de oración, continúa contestando: “Cuando oréis, decid: Abbá, Padre”.

Cuando oramos, aunque lo hagamos dentro de nuestro corazón, nunca estamos aislados ni somos huérfanos, porque somos en todo momento miembros de la familia del Señor. En la oración común se ve claramente, además del misterio de la filiación, el de la fraternidad.

Las Comunidades de Sant'Egidio que hay por el mundo se reúnen en los distintos lugares que destinan a la oración y presentan al Señor las esperanzas y los dolores de los hombres y mujeres “vejados y abatidos” de los que habla el Evangelio (Mt 9,37). En aquella gente de entonces se incluyen los habitantes de las ciudades contemporáneas, los pobres que son marginados de la vida, todos aquellos que esperan que alguien les contrate (cfr. Mt 20).

La oración común recoge el grito, la aspiración, el deseo de paz, de curación, de sentido de la vida y de salvación que hay en los hombres y las mujeres de este mundo. La oración nunca es vacía. Sube incesante al Señor para que el llanto se transforme en alegría, la desesperación en felicidad, la angustia en esperanza y la soledad en comunión. Y para que el Reino de Dios llegue pronto a los hombres.