ORACIÓN CADA DÍA

Liturgia del domingo
Palabra de dios todos los dias

Liturgia del domingo

XXIX del tiempo ordinario
Recuerdo de la deportación de los judíos de Roma durante la Segunda Guerra Mundial.
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Libretto DEL GIORNO
Liturgia del domingo

Salmo responsorial

Salmo 95 (96)

¡Cantad a Yahveh un canto nuevo,
cantad a Yahveh, toda la tierra,

cantad a Yahveh, su nombre bendecid!
Anunciad su salvación día tras día,

contad su gloria a las naciones,
a todos los pueblos sus maravillas.

Que grande es Yahveh, y muy digno de alabanza,
más temible que todos los dioses.

Pues nada son todos los dioses de los pueblos.
Mas Yahveh los cielos hizo;

gloria y majestad están ante él,
poder y fulgor en su santuario.

Rendid a Yahveh, familias de los pueblos,
rendid a Yahveh gloria y poder,

rendid a Yahveh la gloria de su nombre.
Traed ofrendas y en sus atrios entrad,

postraos ante Yahveh en esplendor sagrado,
¡tiemble ante su faz la tierra entera!

"Decid entre las gentes: ""¡Yahveh es rey!""
El orbe está seguro, no vacila;
él gobierna a los pueblos rectamente."

¡Alégrense los cielos, regocíjese la tierra,
retumbe el mar y cuanto encierra;

exulte el campo y cuanto en él existe,
griten de júbilo todos los árboles del bosque,

ante la faz de Yahveh, pues viene él,
viene, sí, a juzgar la tierra!
El juzgará al orbe con justicia,
a los pueblos con su lealtad.

PALABRA DE DIOS TODOS LOS DÍAS: EL CALENDARIO

La oración es el corazón de la vida de la Comunidad de Sant’Egidio, su primera “obra”. Cuando termina el día todas las Comunidades, tanto si son grandes como si son pequeñas, se reúnen alrededor del Señor para escuchar su Palabra y dirigirse a Él en su invocación. Los discípulos no pueden sino estar a los pies de Jesús, como María de Betania, para elegir la “mejor parte” (Lc 10,42) y aprender de Él sus mismos sentimientos (cfr. Flp 2,5).

Siempre que la Comunidad vuelve al Señor, hace suya la súplica del discípulo anónimo: “¡Señor, enséñanos a orar” (Lc 11,1). Y Jesús, maestro de oración, continúa contestando: “Cuando oréis, decid: Abbá, Padre”.

Cuando oramos, aunque lo hagamos dentro de nuestro corazón, nunca estamos aislados ni somos huérfanos, porque somos en todo momento miembros de la familia del Señor. En la oración común se ve claramente, además del misterio de la filiación, el de la fraternidad.

Las Comunidades de Sant'Egidio que hay por el mundo se reúnen en los distintos lugares que destinan a la oración y presentan al Señor las esperanzas y los dolores de los hombres y mujeres “vejados y abatidos” de los que habla el Evangelio (Mt 9,37). En aquella gente de entonces se incluyen los habitantes de las ciudades contemporáneas, los pobres que son marginados de la vida, todos aquellos que esperan que alguien les contrate (cfr. Mt 20).

La oración común recoge el grito, la aspiración, el deseo de paz, de curación, de sentido de la vida y de salvación que hay en los hombres y las mujeres de este mundo. La oración nunca es vacía. Sube incesante al Señor para que el llanto se transforme en alegría, la desesperación en felicidad, la angustia en esperanza y la soledad en comunión. Y para que el Reino de Dios llegue pronto a los hombres.