ORACIÓN CADA DÍA

Memoria de Jesús crucificado
Palabra de dios todos los dias
Libretto DEL GIORNO
Memoria de Jesús crucificado


Lectura de la Palabra de Dios

Aleluya, aleluya, aleluya.

Este es el Evangelio de los pobres,
la liberación de los prisioneros,
la vista de los ciegos,
la libertad de los oprimidos.

Aleluya, aleluya, aleluya.

Lucas 21,29-33

Les añadió una parábola: «Mirad la higuera y todos los árboles. Cuando ya echan brotes, al verlos, sabéis que el verano está ya cerca. Así también vosotros, cuando veáis que sucede esto, sabed que el Reino de Dios está cerca. Yo os aseguro que no pasará esta generación hasta que todo esto suceda. El cielo y la tierra pasarán, pero mis palabras no pasarán.

 

Aleluya, aleluya, aleluya.

El Hijo del hombre,
ha venido a servir,
quien quiera ser grande
se haga siervo de todos.

Aleluya, aleluya, aleluya.

El pasaje del Evangelio que acabamos de escuchar forma parte de la última perícopa del discurso escatológico del Evangelio de Lucas. La Iglesia nos lo presenta cuando el año litúrgico llega a su fin, como si quisiera unirnos a los pensamientos de Jesús que está viviendo sus "últimos días". Él lo sabe y se prepara para vivirlos y cumplir así la voluntad del Padre. Y no deja de advertir a los discípulos para que sean conscientes también ellos de los tiempos a los que se enfrentan. Podríamos decir que en la complejidad de este mundo nuestro marcado por conflictos, guerras, injusticias, enfermedades, hambre y muchas otras tragedias, Jesús nos invita a no dejarnos dominar por el miedo y a no cerrarnos en nosotros mismos, que comporta resignarse al poder del mal. Jesús vino para salvarnos de toda esclavitud, también de la resignación al mal. Con su presencia empezó el tiempo nuevo de la liberación del mal y de la instauración de la salvación. Él es el alba de un nuevo mundo: su vida, su amor, sus milagros y su resurrección son aquellos brotes que ponen de manifiesto la nueva primavera en el mundo. Por eso exhorta a los discípulos: "Mirad la higuera y todos los demás árboles. Cuando veis que echan brotes, sabéis que el verano está ya cerca. Así también vosotros, cuando veáis que suceden estas cosas, sabed que el Reino de Dios está cerca". Leyendo el Evangelio y contemplando la obra de Jesús sabemos que ya ha empezado un mundo nuevo, el de Jesús. Y mirando también las numerosas señales de amor, aunque sean pequeñas como brotes, descubrimos en ellos que el futuro nuevo ya está presente y activo. Es el futuro ideado por el Evangelio, que Jesús continúa haciendo madurar y crecer. Donde brota el amor, donde se manifiesta el perdón, donde crece la misericordia, donde se practica el diálogo y donde se instaura la paz, allí están los brotes del reino de Dios. Al descubrirlos, cada uno de nosotros estamos llamados a hacer brotar también en nuestro corazón y en nuestra vida señales de amor. De ese modo adelantamos la llegada plena de su reino. Jesús garantiza que estas palabras suyas son firmes, más firmes que el cielo y la tierra. El Evangelio del amor, de hecho, es la verdadera roca, los verdaderos cimientos sobre los que se podemos edificar nuestra vida y la vida del mundo entero.

PALABRA DE DIOS TODOS LOS DÍAS: EL CALENDARIO

La oración es el corazón de la vida de la Comunidad de Sant’Egidio, su primera “obra”. Cuando termina el día todas las Comunidades, tanto si son grandes como si son pequeñas, se reúnen alrededor del Señor para escuchar su Palabra y dirigirse a Él en su invocación. Los discípulos no pueden sino estar a los pies de Jesús, como María de Betania, para elegir la “mejor parte” (Lc 10,42) y aprender de Él sus mismos sentimientos (cfr. Flp 2,5).

Siempre que la Comunidad vuelve al Señor, hace suya la súplica del discípulo anónimo: “¡Señor, enséñanos a orar” (Lc 11,1). Y Jesús, maestro de oración, continúa contestando: “Cuando oréis, decid: Abbá, Padre”.

Cuando oramos, aunque lo hagamos dentro de nuestro corazón, nunca estamos aislados ni somos huérfanos, porque somos en todo momento miembros de la familia del Señor. En la oración común se ve claramente, además del misterio de la filiación, el de la fraternidad.

Las Comunidades de Sant'Egidio que hay por el mundo se reúnen en los distintos lugares que destinan a la oración y presentan al Señor las esperanzas y los dolores de los hombres y mujeres “vejados y abatidos” de los que habla el Evangelio (Mt 9,37). En aquella gente de entonces se incluyen los habitantes de las ciudades contemporáneas, los pobres que son marginados de la vida, todos aquellos que esperan que alguien les contrate (cfr. Mt 20).

La oración común recoge el grito, la aspiración, el deseo de paz, de curación, de sentido de la vida y de salvación que hay en los hombres y las mujeres de este mundo. La oración nunca es vacía. Sube incesante al Señor para que el llanto se transforme en alegría, la desesperación en felicidad, la angustia en esperanza y la soledad en comunión. Y para que el Reino de Dios llegue pronto a los hombres.