ORACIÓN CADA DÍA

Memoria de la Madre del Señor
Palabra de dios todos los dias
Libretto DEL GIORNO
Memoria de la Madre del Señor

Salmo responsorial

Psaume 2

¿Por qué se agitan las naciones,
y los pueblos mascullan planes vanos?

Se yerguen los reyes de la tierra,
los caudillos conspiran aliados
contra Yahveh y contra su Ungido:

¡Rompamos sus coyundas,
sacudámonos su yugo!

El que se sienta en los cielos se sonríe,
Yahveh se burla de ellos.

Luego en su cólera les habla,
en su furor los aterra:

Ya tengo yo consagrado a mi rey
en Sión mi monte santo.

Voy a anunciar el decreto de Yahveh:
El me ha dicho: "Tú eres mi hijo;
yo te he engendrado hoy.

Pídeme, y te daré en herencia las naciones,
en propiedad los confines de la tierra.

Con cetro de hierro, los quebrantarás,
los quebrarás como vaso de alfarero."

Y ahora, reyes, comprended,
corregíos, jueces de la tierra.

Servid a Yahveh con temor,

con temblor besad sus pies;
no se irrite y perezcáis en el camino,
pues su cólera se inflama de repente.
¡Venturosos los que a él se acogen!

PALABRA DE DIOS TODOS LOS DÍAS: EL CALENDARIO

La oración es el corazón de la vida de la Comunidad de Sant’Egidio, su primera “obra”. Cuando termina el día todas las Comunidades, tanto si son grandes como si son pequeñas, se reúnen alrededor del Señor para escuchar su Palabra y dirigirse a Él en su invocación. Los discípulos no pueden sino estar a los pies de Jesús, como María de Betania, para elegir la “mejor parte” (Lc 10,42) y aprender de Él sus mismos sentimientos (cfr. Flp 2,5).

Siempre que la Comunidad vuelve al Señor, hace suya la súplica del discípulo anónimo: “¡Señor, enséñanos a orar” (Lc 11,1). Y Jesús, maestro de oración, continúa contestando: “Cuando oréis, decid: Abbá, Padre”.

Cuando oramos, aunque lo hagamos dentro de nuestro corazón, nunca estamos aislados ni somos huérfanos, porque somos en todo momento miembros de la familia del Señor. En la oración común se ve claramente, además del misterio de la filiación, el de la fraternidad.

Las Comunidades de Sant'Egidio que hay por el mundo se reúnen en los distintos lugares que destinan a la oración y presentan al Señor las esperanzas y los dolores de los hombres y mujeres “vejados y abatidos” de los que habla el Evangelio (Mt 9,37). En aquella gente de entonces se incluyen los habitantes de las ciudades contemporáneas, los pobres que son marginados de la vida, todos aquellos que esperan que alguien les contrate (cfr. Mt 20).

La oración común recoge el grito, la aspiración, el deseo de paz, de curación, de sentido de la vida y de salvación que hay en los hombres y las mujeres de este mundo. La oración nunca es vacía. Sube incesante al Señor para que el llanto se transforme en alegría, la desesperación en felicidad, la angustia en esperanza y la soledad en comunión. Y para que el Reino de Dios llegue pronto a los hombres.