ORACIÓN CADA DÍA

Memoria de los pobres
Palabra de dios todos los dias

Memoria de los pobres

Recuerdo de Nuestra Señora de Guadalupe, en México. Leer más

Libretto DEL GIORNO
Memoria de los pobres

Recuerdo de Nuestra Señora de Guadalupe, en México.


Lectura de la Palabra de Dios

Aleluya, aleluya, aleluya.

Este es el Evangelio de los pobres,
la liberación de los prisioneros,
la vista de los ciegos,
la libertad de los oprimidos.

Aleluya, aleluya, aleluya.

Cantar de los Cantares 5,9-16

¿Qué distingue a tu amado de los otros,
oh la más bella de las mujeres?
¿Qué distingue a tu amado de los otros,
para que así nos conjures? Mi amado es fúlgido y rubio,
distinguido entre diez mil. Su cabeza es oro, oro puro;
sus guedejas, racimos de palmera,
negras como el cuervo. Sus ojos como palomas
junto a arroyos de agua,
bañándose en leche,
posadas junto a un estanque. Sus mejillas, eras de balsameras,
macizos de perfumes.
Sus labios son lirios
que destilan mirra fluida. Sus manos, aros de oro,
engastados de piedras de Tarsis.
Su vientre, de pulido marfil,
recubierto de zafiros. Sus piernas, columnas de alabastro,
asentadas en basas de oro puro.
Su porte es como el Líbano,
esbelto cual los cedros. Su paladar, dulcísimo, y todo él, un encanto.
Así es mi amado, así mi amigo,
hijas de Jerusalén.

 

Aleluya, aleluya, aleluya.

El Hijo del hombre,
ha venido a servir,
quien quiera ser grande
se haga siervo de todos.

Aleluya, aleluya, aleluya.

La pregunta de las "muchachas de Jerusalén" que abre esta segunda parte del capítulo quinto, se dirige a la mujer que les había pedido ayuda para reencontrar al amado (5,8). Maravilladas por la insistencia, las mujeres le preguntan: "¿Qué distingue a tu amado de los otros?" La respuesta de la amada es la descripción de la belleza del amado. Esta vez es ella la que intercambia los elogios que el amado le ha hecho (4, 8-15). Una vez más esta descripción no es abstracta sino muy concreta, como para subrayar el hacerse carne del amor de Dios. Por este motivo Gregorio de Nisa, comentando este pasaje, escribe: «todas estas semejanzas de belleza no indican cosas divinas invisibles e incomprensibles, sino más bien lo que fue revelado en la historia de la salvación, cuando él [Dios, el Logos] fue visto sobre la tierra ... y adquirió naturaleza humana». La amada comienza las alabanzas del amado afirmando su vitalidad: "es moreno claro", exclama. El Tárgum comenta: "Entonces la Asamblea de Israel empezó a proclamar las alabanzas del Soberano del mundo, y dijo así: a aquel Dios yo deseo servir, que de día se envuelve en un manto cándido como la nieve y estudia los veinticuatro libros de la ley y de las palabras de los profetas, y de los hagiógrafos; y de noche estudia los seis órdenes de la Misná. Y el esplendor de la gloria del Señor irradiado de su rostro es como el fuego". Viene a la mente el monte de la Transfiguración, cuando el evangelista advierte: "su rostro se puso brillante como el sol y sus vestidos se volvieron blancos como la luz" (Mt 17,2). La mujer prosigue con las alabanzas del cuerpo del amado: los mechones de su cabello son semejantes a racimos de palmera, los ojos tiernos como las palomas, los dientes blancos y espléndidos, las mejillas de la barba perfumadas, los labios cálidos como los lirios rojos de Palestina, las manos adornadas con anillos. Hasta el vientre elogia: tiene el color del marfil, y por tanto las piernas son sólidas como columnas. Al final la amada elogia también el "paladar" del amado, es decir, su "lenguaje", su "palabra". Sí, el amado tiene palabras de amor. Es un remarcado que evoca la Palabra que Dios no cesa de dirigir a su pueblo, también a su Iglesia de hoy, sobre todo cuando se reúne en la santa liturgia. Ante tal elogio que la esposa hace del esposo, ¿no deberíamos también nosotros cantar todo el estupor por un Dios que nos ama de una forma tan única? Verdaderamente "todo él [es] un encanto". La amada da razón a las hijas de Jerusalén del porqué de su apasionada búsqueda: "Así es mi amado, mi amigo". Sabe que no hay nada más elevado, más delicioso, más amable que el amado.

PALABRA DE DIOS TODOS LOS DÍAS: EL CALENDARIO

La oración es el corazón de la vida de la Comunidad de Sant’Egidio, su primera “obra”. Cuando termina el día todas las Comunidades, tanto si son grandes como si son pequeñas, se reúnen alrededor del Señor para escuchar su Palabra y dirigirse a Él en su invocación. Los discípulos no pueden sino estar a los pies de Jesús, como María de Betania, para elegir la “mejor parte” (Lc 10,42) y aprender de Él sus mismos sentimientos (cfr. Flp 2,5).

Siempre que la Comunidad vuelve al Señor, hace suya la súplica del discípulo anónimo: “¡Señor, enséñanos a orar” (Lc 11,1). Y Jesús, maestro de oración, continúa contestando: “Cuando oréis, decid: Abbá, Padre”.

Cuando oramos, aunque lo hagamos dentro de nuestro corazón, nunca estamos aislados ni somos huérfanos, porque somos en todo momento miembros de la familia del Señor. En la oración común se ve claramente, además del misterio de la filiación, el de la fraternidad.

Las Comunidades de Sant'Egidio que hay por el mundo se reúnen en los distintos lugares que destinan a la oración y presentan al Señor las esperanzas y los dolores de los hombres y mujeres “vejados y abatidos” de los que habla el Evangelio (Mt 9,37). En aquella gente de entonces se incluyen los habitantes de las ciudades contemporáneas, los pobres que son marginados de la vida, todos aquellos que esperan que alguien les contrate (cfr. Mt 20).

La oración común recoge el grito, la aspiración, el deseo de paz, de curación, de sentido de la vida y de salvación que hay en los hombres y las mujeres de este mundo. La oración nunca es vacía. Sube incesante al Señor para que el llanto se transforme en alegría, la desesperación en felicidad, la angustia en esperanza y la soledad en comunión. Y para que el Reino de Dios llegue pronto a los hombres.