ORACIÓN CADA DÍA

Liturgia del domingo
Palabra de dios todos los dias

Liturgia del domingo

II del tiempo ordinario
Fiesta del Cristo negro de Esquipulas, en Guatemala, venerado en todo Centro América.
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Libretto DEL GIORNO
Liturgia del domingo
Domingo 15 de enero

Primera Lectura

1Samuel 3,3-10.19

no estaba aún apagada la lámpara de Dios, y Samuel estaba acostado en el Santuario de Yahveh, donde se encontraba el arca de Dios. Llamó Yahveh: "¡Samuel, Samuel!" El respondió: "¡Aquí estoy!", y corrió donde Elí diciendo: "¡Aquí estoy, porque me has llamado." Pero Elí le contestó: "Yo no te he llamado; vuélvete a acostar." El se fue y se acostó. Volvió a llamar Yahveh: "¡Samuel!" Se levantó Samuel y se fue donde Elí diciendo: "Aquí estoy, porque me has llamado." Elí le respondió: "Yo no te he llamado, hijo mío, vuélvete a acostar." Aún no conocía Samuel a Yahveh, pues no le había sido revelada la palabra de Yahveh. Tercera vez llamó Yahveh a Samuel y él se levantó y se fue donde Elí diciendo: "Aquí estoy, porque me has llamado." Comprendió entonces Elí que era Yahveh quien llamaba al niño, y dijo a Samuel: "Vete y acuéstate, y si te llaman, dirás: Habla, Yahveh, que tu siervo escucha." Samuel se fue y se acostó en su sitio. Vino Yahveh, se paró y llamó como las veces anteriores "Samuel, Samuel!" Respondió Samuel: "¡Habla, que tu siervo escucha." Samuel crecía, Yahveh estaba con él y no dejó caer en tierra ninguna de sus palabras.

PALABRA DE DIOS TODOS LOS DÍAS: EL CALENDARIO

La oración es el corazón de la vida de la Comunidad de Sant’Egidio, su primera “obra”. Cuando termina el día todas las Comunidades, tanto si son grandes como si son pequeñas, se reúnen alrededor del Señor para escuchar su Palabra y dirigirse a Él en su invocación. Los discípulos no pueden sino estar a los pies de Jesús, como María de Betania, para elegir la “mejor parte” (Lc 10,42) y aprender de Él sus mismos sentimientos (cfr. Flp 2,5).

Siempre que la Comunidad vuelve al Señor, hace suya la súplica del discípulo anónimo: “¡Señor, enséñanos a orar” (Lc 11,1). Y Jesús, maestro de oración, continúa contestando: “Cuando oréis, decid: Abbá, Padre”.

Cuando oramos, aunque lo hagamos dentro de nuestro corazón, nunca estamos aislados ni somos huérfanos, porque somos en todo momento miembros de la familia del Señor. En la oración común se ve claramente, además del misterio de la filiación, el de la fraternidad.

Las Comunidades de Sant'Egidio que hay por el mundo se reúnen en los distintos lugares que destinan a la oración y presentan al Señor las esperanzas y los dolores de los hombres y mujeres “vejados y abatidos” de los que habla el Evangelio (Mt 9,37). En aquella gente de entonces se incluyen los habitantes de las ciudades contemporáneas, los pobres que son marginados de la vida, todos aquellos que esperan que alguien les contrate (cfr. Mt 20).

La oración común recoge el grito, la aspiración, el deseo de paz, de curación, de sentido de la vida y de salvación que hay en los hombres y las mujeres de este mundo. La oración nunca es vacía. Sube incesante al Señor para que el llanto se transforme en alegría, la desesperación en felicidad, la angustia en esperanza y la soledad en comunión. Y para que el Reino de Dios llegue pronto a los hombres.