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Memoria de los pobres
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Memoria de los pobres

Oración por la unidad de las Iglesias. Recuerdo especial de las comunidades cristianas en África. Leer más

Libretto DEL GIORNO
Memoria de los pobres
Lunes 23 de enero

Oración por la unidad de las Iglesias. Recuerdo especial de las comunidades cristianas en África.


Lectura de la Palabra de Dios

Aleluya, aleluya, aleluya.

Este es el Evangelio de los pobres,
la liberación de los prisioneros,
la vista de los ciegos,
la libertad de los oprimidos.

Aleluya, aleluya, aleluya.

Proverbios 7,1-27

Guarda, hijo mío, mis palabras,
conserva como un tesoro mis mandatos. Guarda mis mandamientos y vivirás;
sea mi lección como la niña de tus ojos. Átalos a tus dedos,
escríbelos en la tablilla de tu corazón. Dile a la sabiduría: "Tú eres mi hermana",
llama pariente a la inteligencia, para que te guarde de la mujer ajena,
de la extraña de palabras melosas. Estaba yo a la ventana de mi casa
y miraba a través de las celosías, cuando ví, en el grupo de los simples,
distinguí entre los muchachos a un joven falto de
juicio: pasaba por la calle, junto a la esquina donde ella vivía,
iba camino de su casa, al atardecer, ya oscurecido,
en lo negro de la noche y de las sombras. De repente, le sale al paso una mujer,
con atavío de ramera y astucia en el corazón. Es alborotada y revoltosa,
sus pies nunca paran en su casa. Tan pronto en las calles como en las plazas,
acecha por todas las esquinas. Ella lo agarró y lo abrazó,
y desvergonzada le dijo: Tenía que ofrecer un sacrificio de comunión
y hoy he cumplido mi voto; por eso he salido a tu encuentro
para buscarte en seguida; y va te he encontrado. He puesto en mi lecho cobertores
policromos, lencería de Egipto, con mirra mi cama he rociado,
con áloes y cinamomo. Ven, embriaguémonos de amores hasta la mañana,
solacémonos los dos, entre caricias. Porque no está el marido en casa,
está de viaje muy lejos; ha llevado en su mano la bolsa del dinero,
volverá a casa para la luna llena." Con sus muchas artes lo seduce,
lo rinde con el halago de sus labios. Se va tras ella en seguida,
como buey al matadero,
como el ciervo atrapado en el cepo, hasta que una flecha le atraviese el hígado;
como pájaro que se precipita en la red,
sin saber que le va en ello la vida. Ahora pues, hijo mío, escúchame,
pon atención a las palabras de mi boca: no se desvíe tu corazón hacia sus caminos,
no te descarríes por sus senderos, porque a muchos ha hecho caer muertos,
robustos eran todos los que ella mató. Su morada es camino del seol,
que baja hacia las cámaras de la muerte.

 

Aleluya, aleluya, aleluya.

El Hijo del hombre,
ha venido a servir,
quien quiera ser grande
se haga siervo de todos.

Aleluya, aleluya, aleluya.

Se vuelve sobre el tema del adulterio. Después de la exhortación inicial en la que se subraya que la enseñanza de Dios es vida, retomando las imágenes del capítulo anterior se introduce una nueva imagen de la sabiduría: "Hermánate con la sabiduría y emparenta con la inteligencia, para que te proteja de la mujer ajena (mejor dicho "prostituta"), de la extraña de palabras zalameras". De esta forma la prostituta se opone a la sabiduría, mientras la extraña a la inteligencia (o mejor dicho, al "conocimiento"). El apelativo "hermana mía" es uno de los nombres de la amada en el Cantar de los Cantares (4,9.10.12). Si la sabiduría ha sido una madre, si ha enseñado con sus advertencias; como amada previene con sus consejos y sobre todo preserva con su amor. Tenemos delante el amor bueno de una esposa legítima, la sabiduría, contra el amor malvado de una extraña y adúltera. La sabiduría se presenta por vez primera como la esposa de la juventud, la que apareció en el capítulo 5. Sobre este contraste se desarrolla el resto del capítulo, que describe con todo lujo de detalles las fases de seducción de la prostituta, que trata de engatusar a jóvenes "ingenuos", entre los que se encuentra un "joven insensato". Quien no acoge desde joven la sabiduría como amor de su vida, quien no frecuenta la Palabra de Dios amándola desde la juventud, fácilmente será embaucado por otras ilusiones fáciles y se alejará del camino de la vida. La vida cristiana es como la historia de amor entre Dios y su pueblo, alimentada por la Palabra de Dios que es sabiduría, conocimiento, instrucción, guía, orientación y mandamiento. Sólo amando este tesoro de sabiduría nos podremos defender de las ilusiones fáciles que cotidianamente se nos ofrecen, que llevan a perder el valor de la vida: "Su casa es camino hacia el abismo y baja a la morada de la muerte". La casa de la vida, sobre la que apoyarse y construir, es la roca de la Palabra de Dios, de la que ha hablado Jesús. Lo demás es arena que el viento barre con facilidad.

La oración es el corazón de la vida de la Comunidad de Sant’Egidio, su primera “obra”. Cuando termina el día todas las Comunidades, tanto si son grandes como si son pequeñas, se reúnen alrededor del Señor para escuchar su Palabra y dirigirse a Él en su invocación. Los discípulos no pueden sino estar a los pies de Jesús, como María de Betania, para elegir la “mejor parte” (Lc 10,42) y aprender de Él sus mismos sentimientos (cfr. Flp 2,5).

Siempre que la Comunidad vuelve al Señor, hace suya la súplica del discípulo anónimo: “¡Señor, enséñanos a orar” (Lc 11,1). Y Jesús, maestro de oración, continúa contestando: “Cuando oréis, decid: Abbá, Padre”.

Cuando oramos, aunque lo hagamos dentro de nuestro corazón, nunca estamos aislados ni somos huérfanos, porque somos en todo momento miembros de la familia del Señor. En la oración común se ve claramente, además del misterio de la filiación, el de la fraternidad.

Las Comunidades de Sant'Egidio que hay por el mundo se reúnen en los distintos lugares que destinan a la oración y presentan al Señor las esperanzas y los dolores de los hombres y mujeres “vejados y abatidos” de los que habla el Evangelio (Mt 9,37). En aquella gente de entonces se incluyen los habitantes de las ciudades contemporáneas, los pobres que son marginados de la vida, todos aquellos que esperan que alguien les contrate (cfr. Mt 20).

La oración común recoge el grito, la aspiración, el deseo de paz, de curación, de sentido de la vida y de salvación que hay en los hombres y las mujeres de este mundo. La oración nunca es vacía. Sube incesante al Señor para que el llanto se transforme en alegría, la desesperación en felicidad, la angustia en esperanza y la soledad en comunión. Y para que el Reino de Dios llegue pronto a los hombres.