ORACIÓN CADA DÍA

Memoria de los pobres
Palabra de dios todos los dias
Libretto DEL GIORNO
Memoria de los pobres
Lunes 13 de febrero


Lectura de la Palabra de Dios

Aleluya, aleluya, aleluya.

Este es el Evangelio de los pobres,
la liberación de los prisioneros,
la vista de los ciegos,
la libertad de los oprimidos.

Aleluya, aleluya, aleluya.

Proverbios 19,1-29

Mejor es el pobre que camina en su integridad
que el de labios perversos y además necio. Tampoco es bueno el afán cuando falta la ciencia,
el de pies precipitados se extravía. La necedad del hombre pervierte su camino,
y luego en su corazón se irrita contra Yahveh. La riqueza multiplica los amigos,
pero el pobre de su amigo es separado. El testigo falso no quedará impune,
el que profiere mentiras no escapará. Son numerosos los que halagan al noble,
todos son amigos del hombre que da. Los hermanos del pobre le odian todos,
¡cuánto más se alejarán de él los amigos!
Persigue palabras, pero no hay. El que adquiere cordura se ama a sí mismo,
el que sigue la prudencia, hallará la dicha. El testigo falso no quedará impune,
el que profiere mentiras perecerá. No sienta bien al necio vivir en delicias,
y menos al siervo dominar a los príncipes. La prudencia del hombre domina su ira,
y su gloria es dejar pasar una ofensa. Como rugido de león la indignación del rey,
su favor, como rocío sobre la hierba. El hijo necio, calamidad para su padre,
goteo sin fin las querellas de mujer. Casa y fortuna se heredan de los padres,
mujer prudente viene de Yahveh. La pereza hunde en el sopor,
el alma indolente pasará hambre. Quien guarda los mandatos se guarda a sí mismo,
quien desprecia sus caminos morirá. Quien se apiada del débil, presta a Yahveh,
el cual le dará su recompensa. Mientras hay esperanza corrige a tu hijo,
pero no te excites hasta hacerle morir. El iracundo carga con la multa;
pues si le perdonas, se la tendrás que aumentar. Escucha el consejo, acoge la corrección,
para llegar, por fin, a ser sabio. Muchos proyectos en el corazón del hombre,
pero sólo el plan de Yahveh se realiza. Lo que se desea en un hombre es la bondad,
más vale un pobre que un mentiroso. El temor de Yahveh es para vida,
vive satisfecho sin ser visitado por el mal. El perezoso hunde la mano en el plato,
y no es capaz ni de llevarla a la boca. Golpea al arrogante y el simple se volverá sensato;
reprende al inteligente y alcanzará el saber. El que despoja a su padre y expulsa a su madre,
es hijo infamante y desvergonzado. Deja ya, hijo, de escuchar la instrucción,
y de apartarte de las palabras de la ciencia. El testigo malvado se burla del derecho;
la boca de los malos devora iniquidad. Los castigos están hechos para los arrogantes;
y los golpes para la espalda de los necios.

 

Aleluya, aleluya, aleluya.

El Hijo del hombre,
ha venido a servir,
quien quiera ser grande
se haga siervo de todos.

Aleluya, aleluya, aleluya.

El comienzo del capítulo llama de inmediato nuestra atención sobre el pobre, al que por vez primera el autor dedica un cierto espacio: "Más vale ser pobre y honrado que necio de labios retorcidos". La constatación es simple: también un pobre, como todos, puede ser sabio o necio. Pero a continuación se enumeran las dificultades de la vida del pobre. Sobre todo la soledad del pobre: "La riqueza multiplica los amigos, pero el pobre pierde sus amistades" (v. 4). No se puede más que estar de acuerdo con esta constatación. Verdaderamente es fácil abandonar al pobre a su destino. Es la situación de muchos pobres del mundo, desde los cercanos hasta los más alejados de nosotros, por los que se hace verdaderamente demasiado poco. También en el versículo 7 se vuelve sobre esto: "Si todos sus hermanos odian al pobre, ¡con más razón lo abandonarán sus amigos! Persigue palabras, pero no hay". El desprecio de los pobres se ha convertido también para nuestra sociedad en una actitud típica. Desprecio hacia los extranjeros, hacia los gitanos, hacia los vagabundos. Cuánto desprecio en los sentimientos y en la forma de dirigirse a ellos y de juzgarles. Verdaderamente los pobres no encuentran interlocutores, gente que les sepa escuchar. Muchas veces nos hemos dado cuenta de su necesidad no sólo de ayuda material, sino de amistad. Estar sin amigos es muchas veces para el pobre la situación normal. Por esto hay que hacerse amigos de los pobres. Para el cristiano eso forma parte de su misma fe. Cada cristiano debería tener al menos un pobre como amigo. El texto continúa: "Quien se apiada del pobre presta al Señor y recibirá su recompensa" (v. 17). Tener piedad del pobre es en un cierto sentido un acto de culto al Señor, quien no dejará de compensar esa deuda con quien lo realiza. Al final el texto vuelve sobre un aspecto querido para la reflexión sapiencial: el uso de la palabra, ¿verdad o mentira? "La bondad es aspiración del hombre, más vale pobre que mentiroso" (v. 22). Es decir, más vale un hombre al que se le niega hasta la palabra y la amistad que un mentiroso, que uno que usa la palabra con engaño. En otros versículos se hace alusión al falso testimonio, momento clave en la administración de la justicia. En un tiempo en el que todo se basaba en el testimonio ocular y en la palabra, el testimonio era decisivo para la solución de una causa judicial. Nabot fue condenado por el falso testimonio de dos hombres (1 Re 21). La palabra tiene una función decisiva en las relaciones humanas. No dejemos que nunca falte nuestra palabra a los demás, porque de ella depende muchas veces la posibilidad de entenderse y ayudarse.

La oración es el corazón de la vida de la Comunidad de Sant’Egidio, su primera “obra”. Cuando termina el día todas las Comunidades, tanto si son grandes como si son pequeñas, se reúnen alrededor del Señor para escuchar su Palabra y dirigirse a Él en su invocación. Los discípulos no pueden sino estar a los pies de Jesús, como María de Betania, para elegir la “mejor parte” (Lc 10,42) y aprender de Él sus mismos sentimientos (cfr. Flp 2,5).

Siempre que la Comunidad vuelve al Señor, hace suya la súplica del discípulo anónimo: “¡Señor, enséñanos a orar” (Lc 11,1). Y Jesús, maestro de oración, continúa contestando: “Cuando oréis, decid: Abbá, Padre”.

Cuando oramos, aunque lo hagamos dentro de nuestro corazón, nunca estamos aislados ni somos huérfanos, porque somos en todo momento miembros de la familia del Señor. En la oración común se ve claramente, además del misterio de la filiación, el de la fraternidad.

Las Comunidades de Sant'Egidio que hay por el mundo se reúnen en los distintos lugares que destinan a la oración y presentan al Señor las esperanzas y los dolores de los hombres y mujeres “vejados y abatidos” de los que habla el Evangelio (Mt 9,37). En aquella gente de entonces se incluyen los habitantes de las ciudades contemporáneas, los pobres que son marginados de la vida, todos aquellos que esperan que alguien les contrate (cfr. Mt 20).

La oración común recoge el grito, la aspiración, el deseo de paz, de curación, de sentido de la vida y de salvación que hay en los hombres y las mujeres de este mundo. La oración nunca es vacía. Sube incesante al Señor para que el llanto se transforme en alegría, la desesperación en felicidad, la angustia en esperanza y la soledad en comunión. Y para que el Reino de Dios llegue pronto a los hombres.