ORACIÓN CADA DÍA

Memoria de la Madre del Señor
Palabra de dios todos los dias
Libretto DEL GIORNO
Memoria de la Madre del Señor
Martes 28 de febrero


Lectura de la Palabra de Dios

Gloria a ti, oh Señor, sea gloria a ti

El Espíritu del Señor está sobre ti,
el que nacerá de ti será santo.

Gloria a ti, oh Señor, sea gloria a ti

Proverbios 28,1-28

El malo huye sin que nadie le persiga,
pero el justo como un león está seguro. Cuando un país es rebelde, son muchos sus príncipes;
con un hombre inteligente y sabio hay estabilidad. Hombre malo que oprime a los débiles
es como lluvia devastadora que deja sin pan. Los que abandonan la ley alaban al malo,
los que guardan la ley se irritan contra ellos. Los hombres malos no entienden de equidad,
los que buscan a Yahveh lo comprenden todo. Mejor es el pobre que camina en su integridad
que el de caminos tortuosos, por más que sea rico. El que guarda la ley es un hijo inteligente,
el que frecuenta orgías es la deshonra de su padre. El que aumenta su riqueza por usura e interés,
la amontona para el que se compadece de los pobres. El que aparta su oído para no oír la ley,
hasta su oración es abominable. El que extravía a los rectos por el mal camino,
en su propia fosa caerá.
Los hombres sin tacha heredarán la dicha. El hombre rico se cree sabio,
pero el pobre inteligente, lo desenmascara. Cuando se alegran los justos, es grande el regocijo,
cuando se alzan los malos, todos se esconden. Al que encubre sus faltas, no le saldrá bien;
el que las confiesa y abandona, obtendrá piedad. Dichoso el hombre que siempre está en temor;
el que endurece su corazón caerá en el mal. León rugiente, oso hambriento,
es el malo que domina al pueblo débil. Príncipe sin inteligencia multiplica la opresión,
el que odia el lucro prolongará sus días. El hombre culpable de una muerte huirá hasta la tumba;
¡que nadie le detenga! El que anda sin tacha será salvo,
el que va oscilante entre dos caminos, caerá en uno de
ellos. Quien cultiva su tierra se hartará de pan,
quien va tras naderías, se hartará de pobreza. El hombre leal será muy bendecido,
quien se hace rico aprisa, no quedará impune. No es bueno hacer acepción de personas,
que por un bocado de pan el hombre prevarica. El hombre de malas intenciones corre tras la riqueza,
sin saber que lo que le viene es la indigencia. El hombre que reprende halla al cabo más gracia
que el de lengua aduladora. El que roba a su padre y a su madre y dice: "No hay en ello falta",
es compañero del hombre destructor. El hombre ambicioso azuza querellas,
el que confía en Yahveh prosperará. El que confía en su corazón es un necio,
el que anda con sabiduría se salvará. El que da a los pobres no conocerá la indigencia,
para el que se tapa los ojos abundante maldición. Cuando se alzan los malos, todos se esconden,
cuando perecen, los justos se multiplican.

 

Gloria a ti, oh Señor, sea gloria a ti

He aquí Señor, a tus siervos:
hágase en nosotros según tu Palabra.

Gloria a ti, oh Señor, sea gloria a ti

Malvado y justo se corresponden con dos formas bien diferentes de vivir, que no tienen nada que ver entre sí. La contraposición es una constante no sólo de este libro y de los libros sapienciales, sino que recorre toda la Biblia. La Palabra de Dios ayuda a definir un límite, no tanto para condenar a quien realiza el mal -Dios quiere que también el malvado se convierta y viva, como dirá el profeta Ezequiel en el capítulo 18-, sino para ayudar al hombre a tomar una decisión. En un mundo acostumbrado a considerar todo igual y que por eso no ayuda a escoger, el creyente sabe que no es posible vivir sin tomar decisiones. Nuestro texto se abre y se cierra con dos consideraciones significativas: "El malvado huye sin que lo persigan, el justo vive confiado como un león", y "Cuando se alzan los malos, la gente se esconde; cuando desaparecen, aumentan los justos". El término fuga expresa miedo, incertidumbre, sentido de inseguridad ante el otro, visto quizá como un enemigo a evitar, mientras que el justo manifiesta seguridad porque confía en Dios. Cierto, si el malvado prevalece -y este es el temor del justo- son los demás los que deberán esconderse y desaparecer (v. 12), porque su poder lo arrolla todo. Expresan bien esta situación los versículos que hablan de un jefe malvado: "León rugiente y oso hambriento, el malvado que domina a un pueblo pobre" (v. 15). Somos conscientes también hoy del mal que puede provocar la codicia de quien gobierna un pueblo pobre. En efecto, una de las características de quien realiza el mal es la codicia y la ambición (vv. 22 y 25). La conducta íntegra atañe sin embargo a todos: pobres y ricos. Nadie está justificado por su condición social o económica si realiza el mal. Aunque la Biblia defiende a los pobres y el Señor es su primer defensor, también a ellos se les pide que vivan según la Palabra de Dios: "Hombre empobrecido que oprime a los pobres es lluvia devastadora que deja sin pan" (v. 3). También hoy asistimos al espectáculo de pobres que oprimen y desprecian a otros pobres o de personas que hoy disfrutan del bienestar y olvidan su pasado de pobreza. Como podemos ver, la Palabra de Dios no ahorra su advertencia a nadie, para que todos nos confiemos a ella para poder escoger el camino de justicia.

PALABRA DE DIOS TODOS LOS DÍAS: EL CALENDARIO

La oración es el corazón de la vida de la Comunidad de Sant’Egidio, su primera “obra”. Cuando termina el día todas las Comunidades, tanto si son grandes como si son pequeñas, se reúnen alrededor del Señor para escuchar su Palabra y dirigirse a Él en su invocación. Los discípulos no pueden sino estar a los pies de Jesús, como María de Betania, para elegir la “mejor parte” (Lc 10,42) y aprender de Él sus mismos sentimientos (cfr. Flp 2,5).

Siempre que la Comunidad vuelve al Señor, hace suya la súplica del discípulo anónimo: “¡Señor, enséñanos a orar” (Lc 11,1). Y Jesús, maestro de oración, continúa contestando: “Cuando oréis, decid: Abbá, Padre”.

Cuando oramos, aunque lo hagamos dentro de nuestro corazón, nunca estamos aislados ni somos huérfanos, porque somos en todo momento miembros de la familia del Señor. En la oración común se ve claramente, además del misterio de la filiación, el de la fraternidad.

Las Comunidades de Sant'Egidio que hay por el mundo se reúnen en los distintos lugares que destinan a la oración y presentan al Señor las esperanzas y los dolores de los hombres y mujeres “vejados y abatidos” de los que habla el Evangelio (Mt 9,37). En aquella gente de entonces se incluyen los habitantes de las ciudades contemporáneas, los pobres que son marginados de la vida, todos aquellos que esperan que alguien les contrate (cfr. Mt 20).

La oración común recoge el grito, la aspiración, el deseo de paz, de curación, de sentido de la vida y de salvación que hay en los hombres y las mujeres de este mundo. La oración nunca es vacía. Sube incesante al Señor para que el llanto se transforme en alegría, la desesperación en felicidad, la angustia en esperanza y la soledad en comunión. Y para que el Reino de Dios llegue pronto a los hombres.