ORACIÓN CADA DÍA

Vigilia del domingo
Palabra de dios todos los dias
Libretto DEL GIORNO
Vigilia del domingo
Sábado 3 de marzo


Lectura de la Palabra de Dios

Gloria a ti, oh Señor, sea gloria a ti

Quien vive y cree en mí
no morirá jamas.

Gloria a ti, oh Señor, sea gloria a ti

Proverbios 31,1-31

Palabras de Lemuel, rey de Massá, que le enseño su madre: ¡No, hijo mío, no, hijo de mis entrañas!
¡No, hijo de mis votos! No entregues tu vigor a las mujeres,
ni tus caminos a las que pierden a los reyes. No es para los reyes, Lemuel,
no es para los reyes beber vino,
ni para los príncipes ser aficionado a la bebida. No sea que, bebiendo, olviden sus decretos
y perviertan las causas de todos los desvalidos. Dad bebidas fuertes al que va a perecer
y vino al de alma amargada; que beba y olvide su miseria,
y no se acuerde ya de su desgracia. Abre tu boca en favor del mudo,
por la causa de todos los abandonados, abre tu boca, juzga con justicia
y defiende la causa del mísero y del pobre. Alef. Una mujer completa, ¿quién la encontrará?
Es mucho más valiosa que las perlas. Bet. En ella confía el corazón de su marido,
y no será sin provecho. Guímel. Le produce el bien, no el mal,
todos los días de su vida. Dálet. Se busca lana y lino
y lo trabaja con manos diligentes. He. Es como nave de mercader
que de lejos trae su provisión. Vau. Se levanta cuando aún es de noche
da de comer a sus domésticos
y órdenes a su servidumbre. Zain. Hace cálculos sobre un campo y lo compra;
con el fruto de sus manos planta una viña. Jet. Se ciñe con fuerza sus lomos
y vigoriza sus brazos. Tet. Siente que va bien su trabajo,
no se apaga por la noche su lámpara. Tod. Echa mano a la rueca,
sus palmas toman el huso. Kaf. Alarga su palma al desvalido,
y tiende sus manos al pobre. Lámed. No teme por su casa a la nieve,
pues todos los suyos tienen vestido doble. Mem. Para sí se hace mantos,
y su vestido es de lino y púrpura. Nun. Su marido es considerado en las puertas,
cuando se sienta con los ancianos del país. Sámek. Hace túnicas de lino y las vende,
entrega al comerciante ceñidores. Ain. Se viste de fuerza y dignidad,
y se ríe del día de mañana. Pe. Abre su boca con sabiduría,
lección de amor hay en su lengua. Sade. Está atenta a la marcha de su casa,
y no come pan de ociosidad. Qof. Se levantan sus hijos y la llaman dichosa;
su marido, y hace su elogio: Res. "¡Muchas mujeres hicieron proezas,
pero tú las superas a todas!" Sin. Engañosa es la gracia, vana la hermosura,
la mujer que teme a Yahveh, ésa será alabada. Tau. Dadle del fruto de sus manos
y que en las puertas la alaben sus obras.

 

Gloria a ti, oh Señor, sea gloria a ti

Si tú crees, verás la gloria de Dios,
dice el Señor.

Gloria a ti, oh Señor, sea gloria a ti

El libro termina con una última colección de proverbios, atribuida a un tal Lemuel. Como otras veces es una madre la que habla, madre biológica pero también la sabiduría personificada, que como una madre instruye a sus hijos. Las últimas instrucciones se refieren a los peligros que se pueden encontrar: el primero las mujeres (probablemente en referencia a las concubinas del rey); el segundo el vino, que distrae de las obligaciones del gobierno (si bien el vino puede ayudar a quien vive un momento difícil); y finalmente una invitación que se refiere a la boca, la palabra: "Habla por el que no puede hablar y defiende la causa de los desvalidos; habla para juzgar con justicia y defiende la causa del humilde y del pobre". En una sociedad dedicada al placer y la diversión, el verdadero peligro es olvidar al pobre. Comprendamos la invitación final del libro, que se sitúa entre las repetidas exhortaciones a cuidar del pobre que constelan todo el libro. Como conclusión se vuelve sobre un tema que ya se ha afrontado en otras ocasiones en el libro, el de la mujer ideal. La Palabra de Dios no se inhibe de entrar en la vida privada de los individuos, en las decisiones importantes, como puede ser la de la mujer que se convierte en esposa y se debe preocupar de una pequeña comunidad como es la familia, a veces numerosa. ¿Qué virtudes destaca el texto? Laboriosidad y capacidad de organizar la vida doméstica (vv. 15-19): "Vigila la marcha de su casa y no come el pan de balde" (v. 27); generosidad hacia el necesitado: "Tiende sus manos al necesitado y ofrece su ayuda al pobre" (v. 20); capacidad de previsión y dignidad, de la cual vive sin hacer ostentación (vv. 21-25): "Se reviste de fuerza y dignidad y no le preocupa el mañana"; sabiduría en el hablar: "Abre su boca con sabiduría y su lengua instruye con cariño" (v. 26). ¿Cuál es el fundamento de estas virtudes? Como para el resto del libro, existe un único fundamento, que es el mismo para cualquier sabiduría de la vida: "Engañosa es la gracia y fugaz la belleza; sólo la mujer que respeta al Señor es digna de alabanza" (v. 30). "El temor del Señor" es en verdad el único principio de la sabiduría; el libro de los Proverbios termina como empezaba. Pidamos al Señor que nos conceda el temor de Dios, para que podamos ser sabios en todas las decisiones de la vida.

La oración es el corazón de la vida de la Comunidad de Sant’Egidio, su primera “obra”. Cuando termina el día todas las Comunidades, tanto si son grandes como si son pequeñas, se reúnen alrededor del Señor para escuchar su Palabra y dirigirse a Él en su invocación. Los discípulos no pueden sino estar a los pies de Jesús, como María de Betania, para elegir la “mejor parte” (Lc 10,42) y aprender de Él sus mismos sentimientos (cfr. Flp 2,5).

Siempre que la Comunidad vuelve al Señor, hace suya la súplica del discípulo anónimo: “¡Señor, enséñanos a orar” (Lc 11,1). Y Jesús, maestro de oración, continúa contestando: “Cuando oréis, decid: Abbá, Padre”.

Cuando oramos, aunque lo hagamos dentro de nuestro corazón, nunca estamos aislados ni somos huérfanos, porque somos en todo momento miembros de la familia del Señor. En la oración común se ve claramente, además del misterio de la filiación, el de la fraternidad.

Las Comunidades de Sant'Egidio que hay por el mundo se reúnen en los distintos lugares que destinan a la oración y presentan al Señor las esperanzas y los dolores de los hombres y mujeres “vejados y abatidos” de los que habla el Evangelio (Mt 9,37). En aquella gente de entonces se incluyen los habitantes de las ciudades contemporáneas, los pobres que son marginados de la vida, todos aquellos que esperan que alguien les contrate (cfr. Mt 20).

La oración común recoge el grito, la aspiración, el deseo de paz, de curación, de sentido de la vida y de salvación que hay en los hombres y las mujeres de este mundo. La oración nunca es vacía. Sube incesante al Señor para que el llanto se transforme en alegría, la desesperación en felicidad, la angustia en esperanza y la soledad en comunión. Y para que el Reino de Dios llegue pronto a los hombres.